Vendedores ambulantes vs. FIFA: ¿Mundial para quién?
07/07/14 12:13“Nos tenemos que esconder para trabajar”, me dice un vendedor ambulante de bebidas. Son las tres de la tarde, el sol pega fuerte y estamos a menos de un kilometro del Maracanã.
En dos horas Francia jugará contra Ecuador. Un flujo de fans entusiasmados, con la cara pintada, se dirigen con banderas desde el metro de São Francisco Xavier hacia el famoso estadio de Río de Janeiro.
Pero en el camino se encuentran con sólo dos o tres vendedores ambulantes. Eso es porque la Ley General del Mundial, aprobada por el Congreso brasileño en junio de 2012, reserva un perímetro de 2 kilómetros de distancia de los estadios para la venta exclusiva de productos de la FIFA y sus patrocinadores.
Así, los hombres y mujeres que tradicionalmente venden bebidas, palomitas, tapioca, perritos calientes, choclo o banderas de fútbol en el entorno del Maracanã, se ven excluidos del lucro potencial que ofrece este gran torneo internacional, mientras la FIFA está exenta de pagar impuestos en Brasil.

La Ley General del Mundial prohíbe la venta ambulante en el entorno del estadio Maracanã. Fotografía: Milli Legrain.
“Tengo una familia, facturas y un alquiler que pagar”, me dice Ubidacir Souza Batista, un vendedor ambulante que trabaja en Río de Janeiro. Vive en el barrio de Rocha Miranda y solía vender sus productos en las afueras del Maracanã.
Trabaja de vendedor informal desde hace seis años, cuando perdió su trabajo como obrero metalúrgico en el puerto de Niterói. “A los 60 años, ¿quién me va a contratar?”, pregunta.
Por si eso fuera poco, hasta ahora la venta de alcohol en la mayoría de los estadios de Brasil estaba prohibida, pero para la Copa de las Confederaciones y el Mundial, las autoridades hicieron una excepción.
El motivo: la marca de cerveza Budweiser es uno de los patrocinadores oficiales de la FIFA. Así, durante la época del Mundial una lata grande de cerveza rubia en la calle cuesta 8 reales y dentro del estadio puede llegar a costar entre 10 y 13 reales.
Según un guardia municipal que trabajaba en las afueras del Maracanã, remover a los vendedores ambulantes es una cuestión de “seguridad pública”. Pero además de favorecer a los grandes patrocinadores, algunos lo ven como una estrategia de limpieza social.
“El rico piensa que somos un obstáculo para el paisaje”, me dice un vendedor de palomitas en Copacabana.
En eso está de acuerdo Carlos Vainer, especialista en planeamiento urbano de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
“Si el objetivo es hacer un escaparate de la ciudad, hay que esconder todo lo que genera críticas, como la pobreza y la miseria”, dijo en una entrevista después del Mundial de Sudáfrica 2010.
A pesar del monopolio de la venta por parte de los patrocinadores, en las últimas semanas, los hinchas se quejaron por la falta de comida y bebida en casi todos los 12 estadios del torneo.
La ley municipal dice que los vendedores necesitan una licencia para poder vender, pero la misma municipalidad tiene un límite de 18.440 licencias para 60.000 vendedores informales.
Muchos de ellos llevan años esperando su autorización. Los demás son considerados ilegales. Así, los vendedores son criminalizados en vez de regularizados, lo que aumenta las coimas para los guardias municipales.
Es más, un vendedor sin licencia, pero que en épocas electorales ayudaba en la distribución de propaganda electoral, es de los pocos que aseguran no haber sufrido represión alguna.
Aun así, con o sin licencia, en el entorno del Maracanã, el único acceso para los vendedores ambulantes en este Mundial se hará a escondidas, con la amenaza de ser removidos y su mercadería confiscada.
Mientras tanto, en Belo Horizonte, otra ciudad sede del Mundial, se libra una batalla similar, que comenzó hace cuatro años.
Desde 2010, los llamados barraqueiros do Mineirão fueron retirados forzosamente del entorno del estadio del mismo nombre, donde muchos trabajaban desde 1964.
Sin previa consulta y sin ser compensados, los trabajadores perdieron su principal fuente de ingreso.
“Fueron afectados cerca de 150 mujeres y hombres que en los últimos 50 años han ido desarrollando la tradición cultural del tropeirão artesanal [una comida hecha a base de porotos], considerado patrimonio histórico cultural”, denuncia Silvia Corradi, investigadora del Programa Cidade e Alteridade de la Universidad Federal de Minas Gerais.
Las personas que denuncian violaciones a los derechos humanos en el marco del torneo son a menudo calificadas como aguafiestas y criticadas por hablar mal de Brasil.
¿Pero será que no existe un término medio en donde podamos celebrar una fiesta del fútbol que sea sostenible, con políticas públicas que integren a los trabajadores informales al Mundial?
¿Una Copa del Mundo que beneficie al pueblo brasileño, en vez de que gran parte tenga que preguntarse: “¿Mundial para quién?”.
Os trabalhadores informais trazem desordem e causam evasão fiscal. Eles devem sim ser criminalizados e punidos com a apreensão de suas mercadorias, que não têm garantia de procedência ou conformidade com as regulamentações brasileiras. / The informal workers bring urban chaos and taxes evasion. I agree with their criminalization and do think they should be punished and their goods confiscated. Those goods have no proof of origins and may not comply with Brazilian regulations.
Concordo plenamente com a análise. Tá na hora de realmente começar a tirar as maquiagens patrocinadas pelo governo federal.