Un año en las calles
31/12/14 11:00POR ESTHER SOLANO Y WAGNER IGLECIAS
Esther (prof.esther.solano@gmail.com) es española, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de São Paulo y miembro del Fórum de Seguridad Pública. Wagner es brasileño, doctor en Sociología por la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (USP) y profesor de la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades de la USP.
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Las fechas navideñas siempre son propicias para mirar hacia atrás y reflexionar sobre lo vivido. Si algo no puede pasar inadvertido en esta retrospectiva es el ciclo de protestas sociales 2013-2014, la ocupación continua de las calles de São Paulo, como si los ciudadanos quisieran arrebatarle el espacio urbano a la propiedad privada, la única que tiene presencia asegurada.
Comenzamos con el espasmo colectivo de las Jornadas de Junio de 2013, que dejaron a la ciudad de São Paulo catatónica, eufórica, sin que nadie entendiera bien lo que estaba sucediendo, pero con el aroma de que se estaba viviendo un momento histórico, una expresión colectiva de las voluntades, los deseos y los miedos de todos nosotros.
Cuando todavía no nos habíamos recuperado ni del susto, ni del entusiasmo, otro actor entró en escena, súbitamente. Los jóvenes adeptos de la táctica black bloc, con su estética negra, cargados con piedras y molotovs, dejaron pasmada a una ciudad que no sabía entenderse a sí misma. Rabia, violencia, miedo, policía en las calles.
Llegó diciembre de 2013. Todo parecía un poco más aplacado, sereno, volviendo a su rumbo, cuando, sin aviso previo, los jóvenes del “rolezinho” decidieron juntarse para ir a dar una vuelta a los shoppings de sus barrios e incluso de las zonas más ricas de la ciudad.
Un episodio tan cotidiano, tan banal, pero que provocó una onda reaccionaria exagerada, que dejó expuesta la estructura jerárquica de la sociedad brasileña, con señoras aterradas por la idea de que “esos jóvenes negros de favela” pudieran invadir como hordas salvajes sus idolatrados shoppings exclusivos.
Entre sobresaltos de “rolezinhos” y black bloc llegó el 2014, el Mundial y el espacio público siguió siendo escenario de escenas de conflictos sociales: calles y estadios, de nuevo, dejaron al descubierto la faceta más rancia de un Brasil que profería insultos clasistas y racistas en los partidos de fútbol.
La Copa del Mundo se perdió en el campo de forma vergonzosa, pero no menos vergonzoso fue ver el comportamiento de algunos de los que ocupaban las gradas de los estadios.
Y, como no podía faltar, las últimas de las emociones fueron el año electoral y dos eventos sociales fascinantes: la ocupación de las calles por parte de militantes y simpatizantes del Partido de los Trabajadores (PT) en un movimiento de dinamismo social electoral que hacía años no se veía y la organización de los conservadores, que nunca participaron de la tradición de expresarse políticamente según el modelo de manifestación, personas que vociferan contra un supuesto estado brasileño-bolivariano-castrista-leninista, a los que se suman grupos aislados que piden la vuelta de un gobierno militar.
REOCUPACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
Es importante resaltar que la mayor metrópoli brasileña vive un proceso de reocupación de las calles y del espacio público.
En las últimas décadas, la concepción de que el espacio público es apenas un lugar de pasaje entre dos espacios privados (la casa, el trabajo, el shopping, la escuela) había ganado mucha fuerza en São Paulo. Además, sucesivas gestiones municipales trataron el espacio público de forma militarizada, impidiendo su uso por artistas de calle y colectivos juveniles.
A eso se suma, por un lado, la ideología del mercado inmobiliario, tan fuerte en São Paulo, a vender todo el tiempo la concepción de espacios privados exclusivos, definidores de elevados grados de status social que garantizan seguridad y confort, y, por otro, la cultura del automóvil, por la cual muchos equivocadamente imaginaron que los problemas de transporte en una ciudad de más de 11 millones de habitantes podían resolverse por salidas individuales y privadas.
Un hecho aparentemente banal, pero muy característico de sectores de la élite paulista, fue el puntapié inicial para cambiar las tendencias dominantes e impulsar la reocupación de las calles por movimientos sociales diversos. En 2011, habitantes de un barrio acomodado se manifestaron públicamente contra la instalación, en esa región, de una estación de metro.
Alegaban que aquello podría aumentar y diversificar en demasía la circulación de personas por el barrio. La reacción de los movimientos sociales fue de repudio, en forma de ironía.
La “Parrillada de Gente Diferenciada”, organizada en la calles del exclusivo barrio de Higienópolis, en mayo de 2011, se constituyó como un catalizador para que diversos colectivos volvieran a encarar la calle como espacio no apenas de circulación, y sí de ocio y reivindicación política en la ciudad de São Paulo.
Obviamente muchos movimientos sociales jamás habían dejado las calles, pero aquel episodio, aliado a la fuerza de las redes sociales, incentivó a numerosas personas a salir a las calles de la mayor ciudad del país para protestar. Seguramente no se verán, otra vez, contingentes de decenas de miles de personas como se vieron en las Jornadas de Junio de 2013.
Ahora ya no hay una masa indiferenciada protestando por temas vagos, contra “todo lo que está ahí”, pero es bastante probable, como ya se ha demostrado desde 2013, que São Paulo siga siendo escenario, en 2015 y en los próximos años, de diversas manifestaciones. Con excepción de aquellas de banderas anti-democráticas, no deja de ser un aliento.