Brasil con Ñniños – Brasil con Ñ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br El país con todas las letras Fri, 22 Sep 2017 17:43:00 +0000 pt-BR hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.7.2 “Se llevaron a nuestros hijos, se llevaron nuestro miedo” http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/06/11/se-llevaron-a-nuestros-hijos-se-llevaron-nuestro-miedo/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/06/11/se-llevaron-a-nuestros-hijos-se-llevaron-nuestro-miedo/#respond Thu, 11 Jun 2015 19:24:18 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1492 Continue lendo →]]> POR LUNA GÁMEZ Y JOSÉ BAUTISTA

DE RÍO DE JANEIRO

La noche del 26 de septiembre de 2014, Ernesto Guerrero viajaba hacia Iguala con otros 56 estudiantes de la escuela normalista de Ayotzinapa, en México. Iban a recaudar en las calles el dinero que les permitiría desplazarse hasta Ciudad de México para asistir a la marcha nacional en memoria de la matanza de octubre de 1968, en la que murieron más de 300 estudiantes y obreros.

La llegada de los normalistas a Iguala no gustó a Ángeles Piñeda, esposa del alcalde y tesorera del cártel Guerreros Unidos, que en ese momento preparaba el primer mitin de su candidatura a regidora (concejala). De repente comenzaron los disparos contra el autobús.

Un policía se acercó a Ernesto, le apuntó a la cara y le dijo “vete o te mato”. Lo último que vio fue a sus compañeros vivos tendidos boca abajo sobre el asfalto, rodeados de policías y sicarios, que en el estado de Guerrero y otras zonas de México operan bajo el mismo mando.

Ernesto se libró porque no cabía nadie más en las camionetas. Otros 13 estudiantes lograron huir hacia la selva y 43 siguen con paradero desconocido.

El 2 de abril pasado, Eduardo Jesús Ferreira no tuvo tanta suerte como Ernesto. Su historia terminó en el Complejo del Alemán, el mayor conjunto de favelas de Río de Janeiro. Tenía 10 años y estaba sentado frente a su casa cuando un policía militar le disparó a la cabeza. Fue la cuarta víctima menor de edad del día en esa zona y pasó a engrosar la media brasileña de cinco muertos diarios a manos de la policía.

Este trágico suceso despertó cierto revuelo en Brasil, un país en el que las desapariciones y los asesinatos a manos de la policía son el pan de cada día, como en México. Presionadas por la prensa, las autoridades brasileñas investigaron y concluyeron que se trató de un cruce de tiros. Los vecinos y familiares que presenciaron los hechos afirman que ese día no hubo ningún tiroteo en la zona.

Además de defender a los culpables en ambos casos, las autoridades de México y Brasil reprimieron con dureza a quienes se manifestaron contra la impunidad policial y la violencia de Estado. Organizaciones sin fines de lucro como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, periodistas independientes y hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aportan cifras a esta realidad: cada 11 minutos desaparece una persona en Brasil, mientras que en México sucede lo mismo cada 84 minutos.

Los presidentes de ambos países, Dilma Rousseff y Enrique Peña Nieto, no hicieron ni un solo comentario sobre el drama de las desapariciones y los asesinatos a manos del Estado en Brasil y México durante el encuentro que celebraron el 26 de mayo. “Brasil y México (…) no podían vivir alejados el uno del otro”, dijo Rousseff al finalizar el encuentro en alusión a la lluvia de acuerdos económicos que se avecinan.

Y en materia de Derechos Humanos, ¿están alejados Brasil y México? La distancia que mencionó Rousseff no la ha roto ningún gobierno, sino la Caravana 43, creada con el apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y formada por familiares de los estudiantes desaparecidos y un superviviente.

Esta semana están en Río de Janeiro, último destino de una travesía por América Latina que incluyó varias paradas en Argentina, Uruguay y otras ciudades de Brasil.

Los padres y madres de los estudiantes desaparecidos llegaron para contar de primera mano lo sucedido, libres de las distorsionadas versiones oficiales, y para “tejer lazos de solidaridad con la sociedad civil y las luchas de abajo”, según explica M.R., una activista mexicana que pide el anonimato por miedo a represalias.

Se llevaron a nuestros hijos, y con ellos nuestro miedo”, afirma incansable Mario Contreras, padre de César, uno de los 43 normalistas desaparecidos.

Antes incluso de que la Caravana comenzase, el apoyo ya fue muy fuerte”, explica M.A., responsable de comunicación de la Caravana 43 RJ, quien añade que “hoy las actividades serán aquí en la Maré, en un ambiente militarizado y de Unidades de Policía Pacificadora que hace evidente lo parecidos que son México y Brasil en cuanto al nivel de violencia”.

La solidaridad de los brasileños se traduce en los aplausos que interrumpen una y otra vez el relato de los padres. “Aquí el Estado también culpa al narcotráfico para justificar todas las masacres que ellos mismos cometen”, exclama un residente de la Maré.

Familiares de los 43 estudiantes desaparecidos e integrantes de la Caravana se reúnen con movimientos sociales en Rio de Janeiro. Fotografía: Pilar Pedraza

Familiares de los 43 estudiantes desaparecidos e integrantes de la Caravana se reúnen con movimientos sociales en Rio de Janeiro. Fotografía: Pilar Pedraza

La Caravana 43 llega hasta la favela Pinheiros para conocer a Irone Santiago, madre de Víctor, un joven que fue atacado por el ejército cuando volvía de jugar a fútbol. Irone comprende perfectamente la angustia de ser ninguneada y despreciada por las mismas autoridades que condenaron a su hijo a estar postrado en la cama de por vida.

La indignación se apodera de la casa y concluyen que su lucha es más visible cuando están juntos.

Dicen los padres de los desaparecidos que seguirán luchando hasta que les devuelvan a sus hijos.

No dejarán de denunciar que, tras lo sucedido aquella noche de septiembre, el gobierno mexicano tardó ocho días en dar una respuesta; que la investigación oficial señaló que los estudiantes habían sido incinerados, pero forenses independientes de Austria y Argentina comprobaron que solo había un normalista entre los cadáveres encontrados; que varios periodistas demostraron que la policía y el ejército rastrearon a los estudiantes justo antes de que partieran hacia Iguala; que el ejército agredió y negó asistencia médica a varios estudiantes que logaron huir; que el gobernador de Guerrero ofreció grandes sumas a los familiares a cambio de su silencio, y que está probado que el fiscal general de México y el presidente Peña Nieto sabían desde 2013 acerca de los vínculos oscuros del gobierno de Iguala, pero no hicieron nada.

Las autoridades de México informaron en abril que hay 25.398 desaparecidos en el país. Brasil solo ofrece el número de denuncias por desaparición: en torno a 250.000 al año.

Ahora lo importante es la acción, ser creativos y reaccionar ante esta bestia… Los movimientos sociales se están dando cuenta de que luchamos contra la misma bestia”, concluye M.R.

]]> 0 En Brasil, enseñar a ser emprendedor es enseñar igualdad http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/19/en-brasil-ensenar-a-ser-emprendedor-es-ensenar-igualdad/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/19/en-brasil-ensenar-a-ser-emprendedor-es-ensenar-igualdad/#respond Tue, 19 May 2015 12:13:18 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1452 Continue lendo →]]> POR EDU SOTOS, DE RÍO DE JANEIRO

Cualquier persona que alguna vez haya paseado por una favela de Río de Janeiro y sea medianamente observadora, se habrá sorprendido con la cantidad de negocios de todo tipo que allí se dan cita.

Desde el típico bar donde tomar una “gelada” (cerveza), hasta salones de belleza o improvisadas tiendas en las que se puede comprar desde un paquete de galletas a un aparato de aire acondicionado.

Se trata de una muestra del ingenio más afinado de todos, el de la necesidad. A pesar de que en su mayoría, los habitantes de la favela no pudieron acceder a estudios superiores, todos ellos han podido sacar beneficio donde muchos solo ven miseria.

No hace falta ser muy avispado para imaginarse los Rockefeller, Bill Gates o Steve Jobs que se han perdido entre las callejuelas de las 763 favelas de Río de Janeiro por falta de oportunidades.

Eso mismo debió pensar en 2013 la psicóloga paranaense Ana Biavatti cuando fundó su proyecto de educación “Oficina de Negocinhos”, con el objetivo de desarrollar las habilidades emprendedoras de niños a partir de los 4 años en escuelas públicas y privadas de Río de Janeiro.

“No se trata de ir creando ‘miniempresarios’ por el mundo ni de apoyar el capitalismo salvaje desde la niñez, sino de inculcarles valores y habilidades de éxito”, explica Biavatti, quien tras cursar Psicología en Brasil se formó en Marketing en Italia.

Fue allí donde asimiló las ideas del profesor en Psicología Social de la universidad de Harvard y consejero del Foro Económico de Davos, Daniel Isenberg, quien en la actualidad supervisa los programas educativos del proyecto.

Uniendo la psicología y el marketing, Biavatti decidió poner en práctica, a su regreso a Brasil, experiencias como la que la Escuela Superior de Educación de Harvard desarrolló en cuatro escuelas secundarias de la ciudad de Boston.

Aquellos alumnos que se acogieron al programa de la Fundación Nacional de Enseñanza del Emprendimiento, mejoraron significativamente sus calificaciones en materias como matemáticas, lengua inglesa y aumentaron sus resultados en actividades en grupo y comunicación.

Pese a que un estudio de la Unión Europea de 2012 situó a Brasil como el segundo país con más emprendedores del mundo (63% de microemprendedores y trabajadores autónomos), únicamente superado por Turquia (82%), Biavatti cree que el brasileño medio no recibe las herramientas básicas para hacer funcionar sus negocios.

“Brasil tiene un problema de base que es la educación. Todavía hoy es un país en el que la gente común no sabe lidiar con sus finanzas y en el que hablar de dinero es prácticamente un tabú”, resalta Biavatti quien cree que la manera de acabar con el ambiente “poco ético” de los negocios en Brasil es “educar a los más pequeños en que colaborar y ser creativos puede ser más exitoso que competir”.

A través de juegos en grupo que estimulan la creatividad de los niños, los talleres de la “Oficina de Negocinhos” van presentando a los niños los conceptos básicos de ciudadanía, compromiso social y ética para, a partir, de los 8 años, comenzar con las primeras nociones de marketing, finanzas y recursos humanos.

Entre todos los proyectos llevados a cabo, Biavatti se siente especialmente orgullosa de los que ha desarrollado en las comunidades de Río de Janeiro. “Cuando se trabaja con niños de comunidades donde faltan recursos pueden observarse cambios de actitud espectaculares, es ahí cuando se siente que el trabajo tiene sus recompensas”, admite.

Las recompensas llegan también en forma de mecenazgo: la empresa italiana “Conziliazione.net” patrocinó uno de sus proyectos con 30 niños en la asociación “Solar Meninos de Luz” de la favela de Cantagalo, la carioca “Afilio” patrocina un curso mensual con 20 niños en Santa Marta, y la también italiana “Estudio Legal Passlacqua Luzón” patrocinará en breve otro curso con 20 niños en la favela Rocinha.

Además, “Oficina de Negocinhos” logró en marzo pasado formar parte del programa Shell Iniciativa Joven (Shell LiveWire, en otros países) situándose como el segundo proyecto mejor valorado entre un total de 800 inscriptos, algo que lo podría hacer entrar pronto en la red de negocios sustentables de la petrolera.

Si se le pide a Biavatti que compare los proyectos con niños de barrios ricos y otros más humildes, ella sonríe y responde: “Cuando le preguntas a un niño de Leblón o Ipanema qué quiere ser cuando sea grande, muchos quieren ser como su padre o dicen que todavía no lo saben. Cuando se le pregunta a un niño de Cantagalo o Rocinha hay mil respuestas al mismo tiempo”.

Sin duda, iniciativas como la de Biavatti o incluso programas públicos como “Jóvenes Emprendedores del Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas” (SEBRAE), que se desarrolla en 190 escuelas de todo Brasil y atiende a 26.700 alumnos, son un primer paso para que, a través de la educación, se pueda lograr la igualdad social.

La clave está en transformar la curiosidad de los niños en habilidades de éxito que les proporcionen un futuro mejor a través de la educación. Esa es la gran asignatura pendiente para un país que es considerado la octava economía del mundo y para un gobierno cuyo lema es “Brasil: patria educadora”, pero que continua en el puesto 60º del ránking de Educación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

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El contrato social de los niños http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/01/30/el-contrato-social-de-los-ninos/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/01/30/el-contrato-social-de-los-ninos/#respond Thu, 30 Jan 2014 17:44:07 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=751 Continue lendo →]]> POR GABRIEL BAYARRI

Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y nos acompañará con una serie de textos cada 15 días en los que abordará parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro, desde el período anterior al crimen organizado hasta las nuevas formas de pacificación y justicia dentro de las comunidades.

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En la forma que el azar y el viento dan a las nubes, los niños se empeñan en reconocer figuras. La imaginación invade lo real y, tumbados en los tejados de la favela de Santa Marta, en la zona Sur de Río de Janeiro, los niños reconocen desde ovejas hasta fusiles en el cielo: “Un cachorro, una AR-15, un frijol gigante, una zapatilla de deporte, una pelota de fútbol…”.

Durante las últimas décadas,  no era difícil ver a estos niños de 12 años armados con rifles fabricados en Austria, Estados Unidos o España, participando en “la guerra del polvo”, la del blanco, la cocaína y la marihuana, que ha matado a más personas en  Río de Janeiro que la Guerra de Bosnia de 1992.

Niños caminan por el morro de la favela Santa Marta, en la zona Sur de Río. Fotografía: Daniel Marenco/Folhapress

Niños caminan por el morro de la favela Santa Marta, en la zona Sur de Río. Fotografía: Daniel Marenco/Folhapress

El AK-47 es un fusil de asalto soviético, fabricado en más de 14 países; es el arma de fuego de mayor producción de la historia, con cerca de 80 millones de unidades manufacturadas. Diseñado por el ruso Mijaíl Kaláshnikov durante la Segunda Guerra Mundial, debido a su eficacia y precio económico (en el mercado negro se pueden llegar a encontrar a 30 dólares), es comercializado por las grandes potencias en numerosas guerrillas africanas, asiáticas y de Medio Oriente.

En América, es empleado por grupos como las FARC en Colombia o por los cárteles del narcotráfico mexicano. Y en Brasil, aunque no es comercializado, la favela es su principal usuaria.

Por muchos años los niños de Santa Marta fueron las pequeñas marionetas de este sistema maquiavélico de la industria armamentística. El AK-47 era la perla soñada por todos aquellos que se iniciaban en el narcotráfico: símbolo de prestigio, la opción de una vida mejor, resultarle atractivo a las mujeres, el comienzo más temprano de la vida sexual o tener unas zapatillas para practicar deportes. Los afortunados podían limpiar el arma del jefe, montar y desmontar la culata con su kit de herramientas y a veces hasta practicar el tiro contra las ratas.

Las ráfagas de bala alcanzaban con frecuencia el entramado de cañerías que llevaban el agua a toda la comunidad, de un tejado a otro. Así, reparar las cañerías se convirtió en una profesión para los niños, que debían escalar ágilmente entre los tejados, aprovechando después para descansar, observando las nubes en sus formas.

La convivencia es pacífica en Santa Marta, entre los niños y la policía. Fotografía: Ana Carolina Fernandes/Folhapress

La convivencia es pacífica en Santa Marta, entre los niños y la policía. Fotografía: Ana Carolina Fernandes/Folhapress

Los niños “fogueiteros” se encargaban de avisar cuando un extraño llegaba a la comunidad. Para ello cargaban “foguetes” (petardos) y “pipas” (cometas de papel) para soltarlas al aire. Practicaban durante el día en el cercano vertedero de Beirute y tiraban piedras a los gatos. Con su puntería atinada y cargados de cometas, trabajaban en las horas de riesgo de invasión, la madrugada, cuando los traficantes están cansados después de una noche de trabajo, habituados a vivir en el presente, en una alerta instintiva, permanente.

Los “avioncitos” eran los niños que transportaban la droga de un punto a otro de la comunidad, una prueba de responsabilidad, pues tenían vetado el uso de cualquier droga, excepto el pegamento. También complementaban su tarea como “niños mensajeros”, portadores de secretos, o difundidores de chismes en el boca a boca callejero, eran fundamentales en los sistemas de información.

Su ascenso en la jerarquía de la boca de fumo se percibía en la ropa, las marcas dejaban de ser falsificadas, con los ahorros se compraban zapatillas, pantalones y camisetas utilizados por la clase media que vive en el asfalto.

Con la pacificación que se está llevando a cabo desde 2007 en Santa Marta llegaron también los “tiburones”. Las grandes empresas miran ahora a la favela con dólares en los ojos, un posible ascenso social cercano, y están mordiendo en la carne tierna, la de los niños, fácilmente domesticables en materia de marcas para un consumo futuro. La estrategia perversa se disfraza de imagen corporativa, proyectos sociales en los que el niño favelado puede pintar ahora su propia tabla de surf o quitarse los piojos con lociones de marca.

Cuidar a los niños de las favelas es importante para que no caigan en el consumo desenfrenado. Fotografía: Gabriel Bayarri

Hay que procurar que la sumisión infantil no se repita más en las favelas y evitar que el consumo genere un vicio en los niños. Fotografía: Gabriel Bayarri

Los traficantes no siempre reconocían a sus hijos. Los pequeños huérfanos crecían con las madres, se hacían cada día más grandes, pareciéndose cada vez un poco más al padre. A pesar de estos vacíos, la segregación de la favela unía a sus vecinos, a los desplazados. El contrato social, el acuerdo de derechos y deberes, era con la favela, y no con el asfalto.

De esta manera, la pacificación requiere ser acompañada por un nuevo contrato social entre la favela y el Estado. La comunidad no está compuesta por ladrillos, sino constituida por las relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado. Si en el pasado los niños tenían su contrato con las reglas del tráfico, la pacificación deberá, en cambio, buscar que la sumisión infantil no se repita, y así evitar que el consumo genere un vicio en los niños. Es importante no permitir que se disfrace de acceso a la calidad de vida, a estatus de clase media, y acaben siendo víctimas de la banalidad de las grandes marcas.

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