Brasil con Ñmúsica – Brasil con Ñ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br El país con todas las letras Fri, 22 Sep 2017 17:43:00 +0000 pt-BR hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.7.2 “Mucha gente sin techo, mucho techo sin gente” http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/06/26/mucha-gente-sin-techo-mucho-techo-sin-gente/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/06/26/mucha-gente-sin-techo-mucho-techo-sin-gente/#comments Fri, 26 Jun 2015 14:16:43 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1516 Continue lendo →]]> POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO

Tomo un ómnibus en la calle Augusta rumbo al centro viejo de la ciudad. A mi lado se sienta un señor de unos 70 años, con ropas que parecen de la misma edad. Al pasar frente a las torres que se alzan en esa región en auge, exclama: “¡Gastan fortunas en esos apartamentos! Y, uno, que siempre ha vivido aquí, ahora tiene que irse, porque el salario ya no paga las cuentas del mes”.

El hombre, que ha tenido que mudarse debido al exorbitante aumento de los alquileres, resume un fenómeno tal vez no muy reconocible a primera vista, pero que está tan presente que hasta tiene un nombre: gentrificación (proceso por el cual la población de un barrio popular es desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor).

La burbuja brasileña

Paralelamente a esos desplazamientos, el “boom” inmobiliario de São Paulo viene desinflándose desde hace al menos un año. Antes de la supervalorización, ya había muchos edificios vacíos en la ciudad. Datos del municipio indican que en 2014 había 400.000 inmuebles deshabitados, entre casas y edificios, al mismo tiempo que unas 130.000 familias no tenían dónde vivir.

“Tanto techo sin gente, tanta gente sin techo”, dice un graffitti de menos de 140 caracteres, que también podría ser un tuit.

El gobierno municipal decidió aumentar el año pasado los impuestos a las propiedades en desuso. En regiones donde el metro cuadrado ronda los 3500 dólares (sobre todo en Jardins y zona sur), la medida, previsiblemente, no fue bien recibida. Tampoco las caras desconocidas que comenzaron a pasearse por allí.

Las ocupaciones parten de un movimiento que unos llaman “de derecho” y otros “de usurpación”. Hace unos años presencié la toma de un edificio céntrico y pude ver cómo el grupo se distribuía, con organización y velocidad sorprendentes, los 15 pisos del predio, sus departamentos y las funciones de cocina, limpieza, seguridad, salud, etc.

Con el deterioro de la economía, esos “techos sin gente” han atraído a más personas. Hace unas semanas, ví uno de los desalojos que se han vuelto comunes en el último tiempo. La violencia con que se ejecutan pone en evidencia la enorme distancia social que hay entre quienes tienen y quienes no, poniendo en jaque la idea de Brasil como un país cordial.

Boom inmobiliario en el Baixo Augusta. Fotografía: Gustavo Epifanio - 18.set.2014/Folhapress.

Boom inmobiliario en el Baixo Augusta. Fotografía: Gustavo Epifanio/Folhapress.

Tubos de ensayo

En otras zonas de la ciudad, donde el precio de las propiedades es más bajo, las construcciones abandonadas atraen un segundo tipo de “ocupación”, la de personas que no sufren falta de vivienda y que no necesariamente entran allí sin pagar.

Son los laboratorios de experiencias artísticas, periodísticas o sociales, que emergen como una mezcla de co-working, comuna y red social.

A diferencia del movimiento de “reapropiación del espacio público”, que busca revitalizar las plazas, estas iniciativas tienen lugar en el interior de edificios o casas que, por estar sin uso o en franco deterioro, se vuelven alternativas de bajo costo.

Las hay de varios tipos; las más duraderas son aquellas que desarrollan proyectos profesionales o artísticos definidos, practican el crowfunding y tienen un acuerdo con el propietario, además del apoyo de los vecinos.

En el centro viejo se encuentra “Farol”, el nombre que le han dado a un antiguo edificio de cuatro pisos los  grupos que desarrollan allí sus proyectos: “Choque Cultural” (arte público y pensamiento urbanístico), “Líquen” (taller de artistas y diseñadores), “Balsa” (espacio de eventos) y “Fluxo” (redacción, estudio, lugar de encuentro y reuniones).

Este último es quizás el que más ha trascendido debido a que sus miembros desarrollan proyectos de comunicación y están articulados con los medios.

Lidera esa experiencia Bruno Torturra, un periodista que pasó de los medios tradicionales a una estructura especializada en activismo social (llamada “Midia Ninja”). Allí se reúnen reporteros, fotógrafos, editores y artistas para experimentar “con el lenguaje, el contenido y las relaciones entre comunicadores y público”.

Con una terraza que ofrece una excepcional vista al valle Anhangabaú, los ocupantes tienen una agenda de cine club, debates, fiestas, transmisiones en vivo y producción de contenidos.

Buscan también un nuevo modelo de negocio para el periodismo. Por ello, suele verse por allí a varios de los profesionales que salieron de las redacciones tras los recientes despidos masivos.

Un túnel que se transforma en discoteca. Fotografía: Reprodução/Buraco da minhoca.

La ocupación del túnel que se transforma en discoteca llegó a su fin. Fotografía: Reprodução/Buraco da minhoca.

Reacción explosiva

En la misma región, otras experiencias han transitado diversa suerte. Una de ellas es “Laboratório Compartilhado TM13”, el nombre que recibió la Escuela de Ballet Municipal, en mayo de 2014, tras la ocupación del colectivo AnhangabaRoots.

Foco de resistencia contra el  Mundial de fútbol, ese grupo fue desplazado por la policía al mes siguiente: la ocupación se encontraba en el mismo lugar donde se montaría la Fifa Fan Fest.

Sus integrantes, cultores del hip-hop, reggae y funk, realizaban allí seminarios, talleres, cine al aire libre y recitales de poesía.

Después del desalojo, se mudaron a “Casa Amarilla”, un antiguo caserón abandonado en las proximidades. Este nuevo domicilio, que había sido sede del INSS (Instituto Nacional de Seguridad Social), fue ocupado en febrero de 2014 por el grupo “Ateliê Compartilhado”, de artistas, activistas e intelectuales.

Estos últimos, a su vez, habían llegado allí después de ser desplazados de una plaza en el Baixo Augusta (donde se levantan las torres señaladas por mi circunstancial interlocutor en el ómnibus).

En esa casa, estaban  realizando un ciclo de presentaciones de teatro, música y danza; también había debates y hasta clases de yoga. Pero la ocupación no tenía una estructura financiera definida ni un programa de largo plazo.

Con la llegada del nuevo grupo, la discusión de ideas fue in crescendo y alcanzó tal punto que unos pasaron a defender sus posturas con la vehemencia de los puños, dando lugar a escenas de pugilato generalizado.

“Hubo un choque de clases”, me dijo Chico Tchello, referencia de otra ocupación cerca de allí, “Buraco da Minhoca”, que vio de cerca lo ocurrido y cuya ocupación también llegó a su fin recientemente, tras los reclamos de una señora de la Plaza Roosevelt.

El año pasado, el Vale de Anhangabaú fue desalojado para instalar la FIFA Fan Fest. Fotografía: Nelson Almeida - 12.jun.2014/AFP.

El año pasado, el grupo “Laboratório Compartilhado TM13” fue desalojado para instalar la FIFA Fan Fest. Fotografía: Nelson Almeida – 12.jun.2014/AFP.

Condominio Cultural

Tras confirmarse en junio de 2015 el inminente desalojo por parte de la fuerza pública, todas las tribus debieron emprender la retirada. Así llegaron a la avenida Paulista, uno de los distritos financieros de la ciudad, donde en este invierno tropical se los puede ver en grupos bajo el icónico arco del MASP (Museo de Arte de São Paulo).

Siguiendo por esa avenida hacia el oeste de la ciudad, se llega al barrio Villa Anglo, donde hay un edificio centenario de 1250 metros cuadrados que ya funcionó como hospital, escuela, maternidad, geriátrico y hasta como casa particular.

En 2010, tras 15 años de abandono, el predio fue ocupado por un grupo de artistas, intelectuales, arquitectos y emprendedores.

La misión: “buscar procesos alternativos y creativos de convivencia para pensar el mundo de una forma diferente”.

Actualmente, brindan cursos (sonido, lenguaje audiovisual, fotografía), espectáculos (teatro, música, danza), una cena mensual y un taller de horticultura doméstica. Esas actividades sirven también para financiar el lugar, junto con donaciones que el grupo recibe a través de PagSeguro (un PayPal brasileño).

“Es más divertido y se pueden realizar objetivos más complejos”, me dice Eduardo Duwe, emprendedor audiovisual, que participó del proyecto en sus inicios, junto con Géssica Arjona y otros que continúan hasta hoy.

Tras haber vivido más de una década en una besetzte haus  (casa tomada) en Berlín, Duwe argumenta que en los espacios autogestionados, menos costosos, “se potencian los resultados porque son más dinámicos y  horizontales”.

Androides, humanistas y startups

De regreso a la región central encontramos en la calle Ouvidor un edificio de 13 pisos que fue ocupado por el colectivo Androides Andróginos el 1˚ de Mayo de 2014, para simbolizar con esa fecha la intención de convertir “lo que antes era gris en un centro de arte y cultura”.

El edificio, irónicamente, pertenece a la Compañía de Desarrollo Habitacional y Urbano.

El grupo asignó un piso a cada modalidad artística, propone una reflexión sobre arte y urbanismo y realiza debates, shows, fiestas, exposiciones y performances. El video del inicio de la ocupación es muy descriptivo: https://vimeo.com/93560021

Androides Andróginos

Yendo un poco hacia el sudeste, en el barrio Vila Mariana se encuentra “Casa 40”, que se presenta como “un centro de cultura y espacio de convivencia para actores y entusiastas de la disonancia”.

Inspirados en ideas humanistas, realizan allí tertulias, cursos y debates sobre arte, política y filosofía, además de servir como vivienda temporaria y como local de venta de productos orgánicos. Declaran financiar el lugar con aportes de los propios miembros.

No son estas las únicas experiencias de “ocupación”. Hay otras que ocurren del lado de afuera de las casas tomadas, como www.belarua.com.br y www.revitarte.com, entre otras. Varias inclusive despuntan en la mira de grandes empresas, que las ven como una fuente de innovación.

Esos cientos de miles de construcciones sin utilizar, indicadores sombríos del absurdo económico al que ha llegado Brasil, parecen un gran laboratorio para ensayar soluciones alternativas al estancamiento actual. Eso, al menos, es lo que muchos están intentando.

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Por qué Brasil no tiene rock http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/21/por-que-brasil-no-tiene-rock/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/21/por-que-brasil-no-tiene-rock/#respond Thu, 21 May 2015 17:51:27 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1454 Continue lendo →]]> POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO

“Bueno, vos viste que el rock en Brasil no existe…”, me dijo uno de los integrantes de Fernández Fierro -la orquesta de doce jóvenes recién salidos del conservatorio, que renovó la escena del tango argentino-  cuando les pregunté, en su primera presentación en São Paulo, en febrero de 2007, qué conocían y qué les parecía el rock que se hacía por aquí.

El músico no estaba siendo peyorativo o exageradamente elogioso, dos posibles significados para ese “no existe” argentino. Describía, con la contundencia que los 20 años de edad le imprimen a cualquier respuesta, el escaso material que él etiquetaría como #RockBrasil.

La pregunta venía al caso porque, a pesar de ofrecer un repertorio típicamente tanguero (con arreglos innovadores, pero siempre dentro del género), sus integrantes tenían, en promedio, esa edad en que se suele escuchar más música “rebelde” que otra cosa.  Pero también porque su puesta en escena recordaba mucho a la irreverencia del rock.

Una guitarra en la avenida Paulista, en São Paulo, para conmemorar los 30 años de Rock in Rio. Fotografía: Carlos Turdera.

Una guitarra en la avenida Paulista, en São Paulo, para conmemorar los 30 años de Rock in Rio. Fotografía: Carlos Turdera.

Nación samba

No puede decirse que el rock brasileño no existe. Hay artistas de gran notoriedad cuyas canciones, por ejemplo, fueron música de fondo para luchas generacionales asociadas con el rock. Algunos llegaron a desafiar a la dictadura militar, clamando por elecciones directas en los años 80, en un gesto que es la esencia misma de la actitud roquera en cualquier latitud: la contestación al sistema.

No puede decirse tampoco que no haya medios para su difusión. Hay estaciones de FM especializadas, radios web, señales de TV, publicaciones y estructura apropiada para shows masivos. El propio gobierno municipal de São Paulo promueve artistas del género en grandes eventos, como la “Virada Cultural”, 24 horas de espectáculos al aire libre, en que los escenarios suelen llenarse cuando se presentan atracciones internacionales.

No obstante, los locales en esos medios aparecen diluidos en un tsunami de nombres extranjeros y por ello es bastante común que un “gringo” (como llaman aquí a cualquier visitante de otro país) no tenga muchas referencias cuando se le pregunta sobre el rock brasileño. Lo mismo ocurre cuando un brasileño busca acertar el nombre de algún músico popular latinoamericano. Ya cuando se le pregunta sobre estrellas del rock norteamericano o europeo, la cosa cambia.

Es que en el trópico la producción musical es tan grande y diversa que el rock no alcanza masa crítica. Puede que se escuche bastante rock, pero se produce poco. Agreguése a ello el hecho de que aquí casi todo se mezcla, en una suerte de gran licuadora sincrética, lo que da como resultado el samba-rock, el mangue-beat, el rock-MPB (Música Popular Brasileña), el rap-rock o el trop-rock, sin contar los híbridos con la electrónica.

En el festival Tomorrowland, en São Paulo, se presentaron cientos de DJs. Fotografía: Carlos Turdera.

En el festival TomorrowLand, en São Paulo, se presentaron cientos de DJs. Fotografía: Carlos Turdera.

País continental

Brasil ha creado uno de los más grandes festivales de rock del mundo, Rock in Rio, que ya lleva 15 ediciones, en las que ha reunido a 7,7 millones de espectadores, según datos de los organizadores. Pero sólo cinco de esos eventos fueron realizados en su ciudad natal, donde su coherencia conceptual ha sido cuestionada, aún desde el entretenimiento, por ser escenario para celebridades como Beyoncé, Ivete Sangalo, Claudia Leite y David Guetta, entre otros.

El 17 de mayo pasado, la marca celebró haber reunido a 172.000 personas en Estados Unidos, con Bruno Mars como atracción central y una lista de artistas brasileños más vinculados a ritmos danzantes que a aguerridos riffs eléctricos. Este año, el festival conmemora 30 años de vida. Para los siete días que durará la programación en Brasil, las entradas estuvieron a la venta durante 24 días, a unos 125 dólares por fecha, incluyendo hospedaje y transporte hasta la Ciudad Rock desde las terminales de Río.

A efectos comparativos, la primera versión del festival TomorrowLand ostentaba, dos semanas antes, en la bucólica campiña de São Paulo, un poder de convocatoria en los moldes de Woodstock, pero con la celeridad de la era digital: 180.000 entradas vendidas en apenas tres horas para tres días de ritual en torno de una centena de DJs electrónicos. El precio de la fiesta: de 300 a 850 dólares.

Un dato más: este miércoles 20 de mayo, los diez primeros lugares en el iTunes de Brasil para la categoría “rock” eran ocupados, en orden ascendente, por dos temas de los Beatles, uno de Pink Floyd, una balada acústica de Scalene (banda en ascenso, formada en  Brasilia), cinco canciones de Legião Urbana (también de Brasilia, pero de los años 80-90) y un título de Malta en el primer puesto (banda de São Paulo, de “rock romántico”, que en 2014 ganó un concurso televisivo).

Otra postal del festival de música electrónica Tomorrowland. Fotografía: Carlos Turdera.

Otra postal del festival de música electrónica TomorrowLand. Fotografía: Carlos Turdera.

Funk the world

En São Paulo existe un edificio de seis pisos, de formas onduladas, que alberga 450 locales comerciales. Allí es posible encontrar material suficiente para fundar una Universidad del Rock. Tras la extinción de las disquerías que le dieron origen, el lugar se reinventó como Galería de Rock y hoy es la meca de quien busca ropas, tatuajes y accesorios de moda.

Muy cerca de allí está la esquina más famosa de la ciudad, la de Ipiranga y Avenida São João, que, si no fuera cantada en “Sampa” por Caetano Veloso, bien podría inspirar un tema de rock. Lo mismo que otras composiciones, como “No existe amor en SP” (Criolo), “Punk da periferia” (Gilberto Gil) o “Augusta, Angélica e Consolação” (Tom Zé), que tienen una poética próxima del rock urbano.

Y, para completar, si géneros como la MPB, el hip-hop o el samba producen letras que no desentonarían en un clásico 4/4, la carga transgresora y contestataria más extrema de Brasil hoy no está en el rock, sino en el funk, ese ritmo afro que es el menos políticamente correcto entre los géneros “rebeldes”, resistido incluso por la misma gente del rock. Tal vez a eso se refería el joven tanguero al decir que el rock en Brasil no existe. Pero eso es tema para otro post.

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Río, partitura y Yemanyá http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/12/rio-partitura-y-yemanya/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/12/rio-partitura-y-yemanya/#comments Tue, 12 May 2015 17:46:20 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1431 Continue lendo →]]> POR GABRIEL BAYARRI, DE RÍO DE JANEIRO

Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF). Nos acompaña con una serie de textos en los que aborda parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro.

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Fue nuevamente un negro anciano el encargado de darme la lección en la favela: “Ustedes, los gringos, no consiguen mover los pies”, dijo. Y de un brinco agarró un tamborín y comenzó a emitir un ritmo agudo, acompasado, batiendo con su bastón, antigua pierna de una banqueta descompuesta.

El viejo despertó a los gallos y se inició así el ritual sonoro del día 29 de abril, el día mundial de la danza.

La favela se levantó vibrando y el aroma de alcantarillado y acarayé quedó limitado por una percusión que hacía aflorar al resto de los sentidos. Escuché la percusión, olvidando entonces todas las artimañas racionalistas europeas, creadoras del orden repetitivo, de nuestro día a día, y me dejé llevar por la partitura.

Provenía de un continente al que llamaban de “civilizado”, cuyas normas estrictas se fundaban en los criterios más antiguos, con una economía y sociedad hechas pedazos, pero donde no había más remedio que someterse al imperio de la razón.

El viejo bailó hasta la cena, cuando la favela comenzó a desprender un aroma a ropa vieja, de refrito de frijoles. Danzó las sambas que durante años fueron perfeccionados en las escuelas carnavalescas de los morros, aportando al origen afro-indígena de la música los ritmos urbanos, los instrumentos del cavaquinho y el pandero.

El anciano fue realizando pequeñas modificaciones en el compás hasta alcanzar el baile derivado del pagode, buscando la perfección estética, aquella que fundía la punta de sus pies con la propia tierra, buscando aquella estética que había ido puliendo, como un artesano, desde que comenzó a caminar.

Sus piernas narraban el conocimiento de generaciones de esclavos, sus movimientos conocían la realidad de la desigualdad, sus manos teatralizaban algoritmos complejos, teorías económicas, políticas públicas capaces de extraer a su familia del fondo de la miseria crónica de las favelas brasileñas. Concluyó la danza con una marcha in crescendo, que relataba las situaciones miserables de su pueblo.

Con sus zancadas se interpretaron los gigantes movimientos sociales que vapulean el país desde hace dos años. Su respiración entrecortada expulsaba el anhelo de un país que todavía posee un 10% de su pueblo analfabeto, un 20% funcional, un país que concentra en la élite formada por un 10% de la población más del 75% de la riqueza.

En su sátira feroz el viejo pisó fuerte al ritmo del último compás. Pisó fuerte sobre la corrupción de toda la casta política, contra las 50.000 mujeres violadas por año, contra los más de 45.000 homicidios anuales, contra los bajos salarios de unos profesores de escuelas fundamentales, que llegan a alcanzar unos mínimos de 700 reales mensuales (aproximadamente 220 dólares) y que son apaleados por la Policía Militar cuando tratan de manifestarse.

Pisó con sus chanclas contra la tasa de abandono escolar del 56% de los adolescentes y contra la falta de saneamiento básico, aplastando charcos de barro por la falta de presencia del Estado en todos los servicios básicos, cerrando una evaluación compuesta por compases, cayendo sobre su bastón, exhausto.

Ahora tenía 80 años, era un sambista arrugado y sus manos caoba desvelaban años en la obra, practicando el samba en los andamios, aupando sacos de cemento.

El viejo me explicó lo siguiente: “Fue cuando comencé a bailar, cuando empecé a entender el mundo. Hoy Yemanyá dijo al viento que llevase su brisa marina, que la aproximase a los tambores que resonaban a lo largo del día, de todo Brasil. Las ropas pesan más cuando están mojadas de sudor, pero la brisa enviada por la orixá me refresca”.

La música emitía un lenguaje propio, no siempre fácil de comprender. Un lenguaje que homenajea a este día, una manifestación artística capaz de atravesar cualquier barrera política, cultural o étnica y alargar el brazo, intentando juntar el mundo.

Era su crítica, el arma simbólica del viejo, que con sus pasos lanzaba un ataque feroz, una llamada a la esperanza, una lucha de tambores por un país más justo.

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El forró renace entre dunas y aguas claras http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/07/30/el-forro-renace-entre-dunas-y-aguas-claras/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/07/30/el-forro-renace-entre-dunas-y-aguas-claras/#respond Wed, 30 Jul 2014 18:57:41 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=974 Continue lendo →]]> POR MILLI LEGRAIN, DE RÍO DE JANEIRO

“Rostro pegadito, manita en la nuca, presión en la cintura y sentimiento en el corazón”.

Así  se describe en pocas palabras la pasión que despierta el forró, en el reciente libro “Forró al encuentro de las melodías del alma y ritmos del corazón”, de la brasileña Agnes Lutterbach.

Este género musical que reúne diferentes ritmos como el xote, el baião y el arrasta pé nació en los años 40 en el nordeste brasileño de la mano del famoso compositor de Pernambuco: Luiz Gonzaga.

Algunos dicen que el nombre forró se originó durante la Segunda Guerra Mundial,  cuando en la ciudad de Natal, en el estado de Río Grande del Norte, las bases militares  estadounidenses realizaban fiestas abiertas “for all” o “para todos”.

Otros creen que la palabra tiene su origen en el “forrobodó”, un término del Nordeste para “confusión” o “desorden”.

Ubicado en el litoral del estado de Espíritu Santo, Itaúnas es conocido por sus atardeceres

Ubicado en el litoral del estado de Espíritu Santo, Itaúnas es conocido por sus atardeceres. Fotografía: Milli Legrain

En todo caso, gracias al Festival Nacional de Forró que se realiza en Itaúnas, un antiguo pueblo de pescadores en el extremo norte del estado de Espíritu Santo, ubicado entre Bahía y Río de Janeiro, el forró, que durante muchos años fue objeto de preconceptos, está ganando adeptos en Brasil y más allá.

Cada julio, desde hace 14 años, jóvenes y no tan jóvenes brasileños se dirigen en ómnibus, auto y avión desde São Paulo, Brasilia, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Bahía y algunos desde más lejos, para bailar al ritmo del triángulo, del acordeón y de un tambor africano conocido como zabumba.

Paulo Matos, fundador del festival, llegó a Itaúnas desde São Paulo cuando era un joven estudiante de Geografía.

Ahora, con 54 años, este nieto de un músico de jazz de Bahía, confiesa que  terminó  quedándose tras enamorarse de las personas del lugar.

“Llegué con 42 discos de vinilo bajo el brazo y al ver que Itaúnas no tenía ninguna área de diversión nocturna, alquilé un espacio y comencé como DJ”, explica. Más tarde, en 2001, acabaría lanzando el Festival de Forró de Itaúnas.

Desde entonces, el festival ha ido creciendo. Hoy en día, cada noche, durante nueve días, desde las 23 hasta el amanecer,  en el patio trasero de la casa que Paulo comparte con su mujer Juliana, coordinadora del festival, unas 1500 personas se deleitan bailando en pareja, bien abrazaditos.

Siguen el ritmo de decenas de bandas, que se presentan  en vivo a lo largo de la semana, bajo un cielo estrellado en un espacio abierto, iluminado por luces tenues, y protegido por un techo erguido por maderas barnizadas.

Azulão, leyenda del forro, originario de Pernambuco. Fotografía: Milli Legrain

Azulão, leyenda del forro, originario de Pernambuco. Fotografía: Milli Legrain

Pero no es ninguna casualidad que el festival haya despegado en Itaúnas. Reunidos en la puerta de su casa, mientras tocan la guitarra e improvisan canciones regadas por cerveza, un grupo de personas mayores cuenta cómo en este pueblo escondido entre un paisaje de dunas de suaves arenas y aguas claras, el forró anima bodas y cumpleaños desde hace tiempo.

“Hace 40 años bailábamos forró en la oscuridad en casa de los amigos. Pues no había luz ni agua todavía en Itaúnas. Era una forma económica de reunirnos y divertirnos”, dice Abel.

Su amigo, Don Caboklinho, un pescador jubilado de 74 años, añora ese forró de antaño. “Era una cosa más familiar, con niños y no había violencia ni drogas”, cuenta.

A pesar de su importancia, y  para no comprometer la calidad del evento, el festival no tiene apoyo público ni patrocinadores. Esto da rienda suelta a los organizadores para invitar a la crema y nata  del  forró brasileño en su forma más tradicional, conocido como pé de serra.

En una región de tierras áridas, el pie de la montaña era un área fértil donde se recogía el agua de lluvia. Este estilo se opone al forró más comercial o estilizado que se promueve actualmente en el Nordeste del país.

“El forró pé de serra no ha perdido su fama en el Nordeste, lo que pasa es que los grandes medios no lo difunden”, lamenta Junior Limeira, cantante y compositor de forró, que realiza un programa sobre el festival para el canal público TV Brasil.

“Pero allí vamos con nuestra lucha”, añade.

A lo largo del festival, en sus escenarios se presentan estrellas del pé de serra de la altura de Pinto do Acordeão, que tocó con el mismo Luiz Gonzaga.

A la madrugada, una pareja baila forró en la panaderia local. Fotografía: Milli Legrain

A la madrugada, una pareja baila forró en la panaderia local. Fotografía: Milli Legrain

A las presentaciones de los gigantes del sector, se juntan decenas de nuevas bandas que concursan con la esperanza de ganar un premio de 4000 reales (1800 dólares) y una invitación para tocar en festivales de Europa.

Así, el festival de Itaúnas ha ayudado a fomentar un forró sin fronteras. Hoy en día, rusos, daneses y franceses, cuyos antepasados trajeron el acordeón a Brasil, también forman parte del público.

Estos mismos ahora se preparan  para el festival de forró de Barcelona en septiembre y el de Londres, en febrero de 2015.

Mientras tanto, en Itaúnas, fuera de las paredes del festival oficial, los forrozeiros se lanzan a bailar espontáneamente en las calles del pueblo, 24 horas al día.

Animados por músicos y otros apasionados,  baten palmas al ritmo del tambor, en una especie de euforia contagiosa como en un carnaval dedicado exclusivamente al forró, ocupando alguna panadería local en caso de lluvia.

En Itaúnas, el forró no conoce horas ni límites.

“Quien viene por aquí, siempre vuelve”, dice Paulo. En mi caso, no tengo dudas.

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