En São Paulo se ajustan el cinturón para poder seguir consumiendo
16/09/15 11:35POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO
La agencia Standard and Poor’s rebajó la nota de Brasil a nivel de “bono basura” y le quitó el preciado “grado de inversión”, calificación que se le otorga a los buenos pagadores, lo que no hace más que confirmar el arribo de una época de vacas flacas para una población que ya venía ajustando sus gastos.
Compras colectivas, marcas más baratas o hasta productos usados pasan a ser ahora la primera opción para un número creciente de consumidores en São Paulo.
Lo que hace a esta ciudad la más capitalista de las capitales brasileñas no sólo es la escandalosa concentración de la riqueza que hay aquí, sino también la gran variedad de formas en que los bienes de consumo circulan y -sobre todo- se exhiben.
Llega a tal punto la omnipresencia del dinero, que recientemente desde los suburbios de São Paulo llegó a proyectarse un fenómeno nacional llamado “funk ostentação” (“funk ostentación”), que es un ritmo musical que exalta justamente la posesión de objetos y que pasó a ser un estilo de vida para jóvenes de las clases ascendentes.
Y claro que el “funk ostentação” es un nuevo negocio también: el cantante y compositor MC Guimê, de 21 años, y nacido en la periferia de São Paulo, llega a facturar más de 200.000 dólares por mes con sus shows y venta de accesorios de moda del movimiento.
Naranjas y Apple
El poder adquisitivo de los brasileños se fue achicando en los últimos años, al mismo tiempo en que el dólar pasó de R$ 1,60 en septiembre de 2011 a más del doble el pasado jueves (10), cuando llegó a R$ 3,90, tras la rebaja de la nota de crédito por parte de Standard & Poor’s.
Pero aunque el real ahora valga menos, los hábitos no se pierden tan fácilmente. Eso es lo que se observa en las compras cotidianas, ya que los clientes siguen comprando los mismos productos, pero ahora de marcas más baratas.
Los paulistanos también comenzaron a frecuentar sitios que hasta no hace mucho tiempo eran visitados únicamente por turistas, extranjeros o comerciantes.
Es el caso del mercado mayorista de frutas y verduras Ceagesp, hacia donde ahora peregrinan grupos de vecinos en busca de precios acordes con estos nuevos tiempos. Esta semana, por ejemplo, el precio de la naranja se encuentra allí a R$ 1,13 (US$ 0,30), mientras que al consumidor final puede llegarle a R$ 4 (US$ 1,35).
La zona cerealista de São Paulo es otro centro de abastecimiento que hoy también es transitado por los sectores medios de la sociedad. La granola se consigue allí a un precio promedio de R$10 (US$ 2,6) por kilo, mientras que en otros lugares de la ciudad puede llegar al doble o más.
Pero no sólo en alimentos básicos se observa tal comportamiento. La startup Brused encontró un nicho floreciente entre los interesados en la tecnología: la compra-venta de productos Apple usados.
Esta semana, un iPhone 6 básico (16G) podía encontrarse allí a US$675, mientras que el mismo modelo estaba a cerca de US$870 en la sofisticada tienda física de la manzanita.
Marcelo Oliveira, gerente financiero de la firma, le dijo a este cronista que las ventas vienen creciendo constantemente desde 2013, cuando la crisis aún se veía como algo remoto. Este año llegaron a vender entre 200 y 300 productos por mes.
Viajes, cursos y hospedaje
Un comportamiento similar se observa en las agencias de viaje, que han reportado un aumento de la venta de pasajes en horarios nocturnos. El sistema ViajaNet -que opera con 900 compañías aéreas- tenía esta semana vuelos a Europa con precios hasta un 28% más baratos para atraer a este público.
Gustavo Mariotto, ejecutivo de la operadora, afirma que muchas personas optan por paquetes de baja temporada porque los hoteles y restaurantes, aún siendo los mismos que en la temporada alta, están a precios más accesibles.
Otro caso es el de una entidad que entrena a profesionales del área corporativa y que ofrece durante septiembre descuentos de hasta el 90% en sus módulos, si estos se cursan en un día determinado. Y hay varios ejemplos más.
Cuando el dinero escasea, surgen también diversas alternativas de inspiración colaborativa, en donde no se usa el “vil metal”.
Es el caso de “Caronetas” (una suerte de Uber gratuito, que organiza a empleados de empresas para optimizar el uso de automóviles), de “¿Tienes azúcar?” (que promueve la buena vecindad mediante ayuda y préstamos mutuos) y de “Guest to Guest” (un Airbnb gratuito que se presenta como “El intercambio de casas reinventado”, que nació afuera, pero que viene creciendo por aquí también).
La hora del trueque
Estas últimas iniciativas recuerdan un poco al trueque que llegó a practicarse en la Argentina de 2001, cuando el dinero desapareció de escena por haber quedado retenido dentro de los bancos y se escuchaba a la gente gritar en la calle: “¡Que se vayan todos!”.
Por aquí el dinero ya escasea y también son varios los que ven a un político y le gritan “¡Fuera!”.
Si el fin de la fiesta neoliberal de los ’90 “latinoamericanizó” a los argentinos, en Brasil es una incógnita qué harán los sectores que ven su “primermundismo” desvanecerse.
Con la rebaja de su nota crediticia al nivel de “bono basura”, y a pesar de las mejoras sociales, parece que los brasileños también han sido expulsados del paraíso.
Vaya modo de llegar a un mismo lugar por caminos diferentes.