Si Rio Branco levantase la cabeza...
28/08/13 11:06POR MARÍA MARTÍN
El Barón del Rio Branco (1845-1912), considerado el patrón de la diplomacia brasileña, prestaría mucho interés al papel del Itamaraty en estos momentos del partido. Rio Branco abogó por la paz incluso cuando dibujó las actuales fronteras de Brasil sobre los mapas de Bolivia, Uruguay y Argentina y el presidente boliviano Evo Morales ya se ha referido a él como el hombre que quitó Acre a Bolivia en 1903 a cambio de un simple caballo. La anécdota, que no va más allá de la leyenda -el territorio costó mucho más-, ilustra por qué la silla del ministro de Exteriores de Brasil puede quedarle grande a algunos de sus ocupantes.
Antonio Patriota, nombrado ministro de Relaciones Exteriores cuando Dilma Rousseff asumió el poder, acaba de salir por la puerta de atrás poco más de dos años después de estrenar despacho. El episodio cinematográfico de la huida del senador boliviano Roger Pinto Molina, refugiado en la embajada brasileña en La Paz desde mayo de 2012 a la espera de un salvoconducto que le permitiese disfrutar del asilo político que Brasil le había concedido, ha irritado lo suficiente a la presidenta como para hacer caer al ministro sin vacilar.
Esas 16 horas de viaje en auto que Molina hizo para atravesar Bolivia y llegar a Brasil y, sobre todo, la complicidad de un diplomático brasileño Eduardo Saboia que, supuestamente a escondidas, decidió saltarse todos los escalones jerárquicos y acompañarlo encendieron la mecha que ha hecho saltar por los aires a Patriota.
El incidente es “grave”, según el gobierno boliviano, pero no tendría por qué haber sido determinante. Patriota, al fin y al cabo, toreaba en una plaza donde la política externa no es una prioridad. Factores estructurales, como la contracción de la economía, le colocaron en una situación menos cómoda que la de sus antecesores. Hay especialistas, sin embargo, que coinciden en que este ha sido el episodio que Rousseff ha aprovechado para quitarse de en medio a alguien con, cada vez, menos peso, en el gobierno.
“Itamaraty perdió mucho poder dentro del Gobierno [durante el mandato de Patriota], se le excluyó de las principales decisiones… este es el desenlace de un desencuentro absoluto”, defiende Sergio Fausto, politólogo y director del Instituto Fernando Henrique Cardoso.
“No hay duda de que hace tiempo que Patriota no tenía fuerza política ni apoyo de la presidenta. Su salida del gobierno se dio por hecho varias veces, solo que él resistió”, afirma Dawisson Belém Lopes, profesor de política internacional de la Universidad Federal de Minas Gerais.
Lopes mantiene que a Patriota le falló su falta de perfil político. “A pesar de su brillante trayectoria académica y diplomática, fue incapaz de relacionarse con los integrantes del Partido de los Trabajadores”.
El profesor Lopes mantiene que en los últimos episodios diplomáticos en los que Brasil fue protagonista, Patriota fue convidado como espectador.
“La más grave fue cuando le dejaron de lado en el proceso que culminó con la inclusión de Venezuela en Mercosur. El ministerio de Exteriores no participó y quien ejerció de interlocutor fue el Procurador General del Estado, Luís Inácio Adams. Fue una de las desautorizaciones políticas más graves”, mantiene Lopes.
Pero no fue solo eso.
En el impeachment del presidente de Paraguay Fernando Lugo “Itamaraty no respondió”, mantiene el especialista, autor del libro “Política externa y democracia en Brasil”.
Otra muestra de debilidad se vio en la candidatura de Roberto Azevedo como presidente de la Organización Mundial del Comercio. El anuncio de la victoria quedó en manos del ministro de Desarrollo Fernando Pimentel, próximo a la presidenta, y no en las de Patriota. “No había interés en hacer de él una figura más fuerte”, recuerda Lopes.
Para Lopes, el Barón de Rio Branco y Patriota algo tienen en común, aunque no sea su genialidad. Mantiene que el aristócrata está más cerca de Patriota, por sus formas, de lo que lo estaría su antecesor Amorim, cuyo papel en el Itamaraty se respeta en el ámbito diplomático y del que también se aprecia su visión y los cambios que llevó a cabo en el ministerio.
“Hace diez años la política externa no se debatía, pero ahora la actividad diplomática está muy influenciada por la democracia, hay necesidad de consultar con la sociedad, de intentar encontrar el interés nacional entre varios intereses, incluidos los políticos… Patriota es un diplomático a la antigua, aristocrático, poco adaptado a la democracia de masas”.
El Ministerio de Exteriores de Brasil ha sido tradicionalmente una de las joyas de la Corona, “una de las burocracias más sólidas, estables y prestigiosas internacionalmente”, en palabras de Fausto. Pero también un refugio de la aristocracia, alejada de la sociedad o, “como recordó el ministro Joaquim Barbosa, una de las instituciones más racistas de Brasil”, recuerda Lopes. Con el prestigio en juego y el desafío de adaptarse a otra época, ¿cómo el Itamaraty resolverá el asilo de Molina?
Si Rio Branco levantase la cabeza…. ¿Qué habría hecho él con la negativa del salvoconducto boliviano sobre su mesa?