POR LUNA GÁMEZ Y JOSÉ BAUTISTA
A Brasil se le agotan las alternativas para enfrentar la sequía, un viejo problema por estas tierras.
Aunque los brasileños, y principalmente los nordestinos -unos 50 millones habitando un extenso territorio semiárido del tamaño de Perú-, están acostumbrados a lidiar con la sequía, nunca antes las fauces de esta fiera habían acechado de forma tan desafiante la región sudeste, corazón económico de Brasil.
Se trata de la peor crisis hídrica del país en su conjunto.
El agua es fundamental para mantener las centrales hidroeléctricas que generan dos tercios de la electricidad que consumen los 204 millones de brasileños que habitan el país.
Una imagen actual del estado en que se encuentra una de las represas del sistema Cantareira. Fotografía: Nacho Doce/Reuters.
En la última década, la demanda del líquido vital en Brasil creció a un ritmo casi exponencial, consecuencia de la reducción de la pobreza, la creación de nuevos polos industriales y la consolidación de una de las mayores potencias agrícolas del planeta.
São Paulo, motor industrial y económico de Brasil, es una de las regiones más azotadas por la falta de lluvias.
Las reservas de agua del conjunto de represas del sistema Cantareira, que abastece a 8,1 millones de personas en la capital metropolitana, están al 5,7% de su capacidad.
Pronto acabará la época de lluvias y las nubes siguen sin aparecer.
La crisis hídrica lleva más de un año disparando alarmas en Brasil.
En agosto de 2014, el gobierno de São Paulo cerró el caudal del río Jaguari y desató un conflicto con Río de Janeiro y Minas Gerais en el que tuvo que intervenir la presidenta Dilma Rousseff.
Ese y otros problemas quedaron pospuestos, no resueltos, y ahora no hay mundiales de fútbol ni elecciones que releguen la sequía a la última página de los periódicos.
El gobierno brasileño le restó importancia al problema de forma sistemática hasta el pasado 23 de enero , síntoma del miedo a revivir una crisis como la de 2001, cuando las autoridades aplicaron cortes en el suministro eléctrico durante seis meses que dañaron la economía y la reputación de Brasil.
Ahora no hay tiempo para construir más represas ni nubes en el horizonte para llenarlas.
Los agricultores están preocupados, los empresarios, inversores y demás ciudadanos también.
Pero sin duda la mayor preocupación la tienen los gobernantes, o al menos eso se deduce tras ver algunas de sus medidas para paliar la sequía.
Algunos restaurantes en São Paulo adoptaron diversas estrategias para hacerle frente a la falta de agua, como llenar los tanques con agua mineral. Fotografía: Davi Ribeiro/Folhapress.
A continuación, algunas perlas que reflejan el grado de desesperación de las autoridades brasileñas:
Prohibido llevar cepillo de dientes
Mainrique, localidad de 50.000 habitantes, fue una de las primeras afectadas por la sequía en el estado de São Paulo. A fines de noviembre los más pequeños llegaron a casa con una carta del colegio en una mano y el cepillo de dientes en la otra.
A través de la misiva, las autoridades educativas comunicaron a los padres que no habría más cepillado de dientes en las 21 escuelas de Mainrique debido a la falta de agua.
“Lo encuentro absurdo (…) noto que mi hijo llega de la escuela con mal aliento”, explica Jucélia de Carvalho, madre y dependienta de una tienda de Mainrique.
La guinda del pastel: Rubens Merguizo Filho, alcalde de Mainrique, es dentista.
Sorteo popular. Premio: un pozo
En Pentecoste, en el norteño estado de Ceará, la falta de agua preocupa a las autoridades desde hace tres años.
Los agricultores y ganaderos de esta pequeña localidad acumulan grandes pérdidas por las malas cosechas y la muerte de los animales, mientras que varios municipios rurales no tienen acceso a agua potable.
En septiembre pasado, el ayuntamiento de Pentecoste puso en venta boletos por valor de tres dólares para un sorteo popular.
El premio: un pozo. Más de 2200 vecinos participaron del sorteo.
El sistema Cantareira registra un nivel de 6,1% de su capacidad total, en la represa Jaguari-Jacareí, en la ciudad de Joanópolis, en el interior de São Paulo. Fotografía: Luis Moura/WPP/Folhapress.
Lluvia a base de bombas
La Sabesp, autoridad hídrica de São Paulo, lleva un año intensificando esfuerzos para generar lluvias sobre grandes represas como la de Alto Tietê, de cuyas aguas dependen cuatro millones de paulistas.
A falta de alternativas, este organismo decidió contratar aviones para bombardear gotas de agua en la base de las nubes y provocar lluvias.
Se trata de una técnica poco efectiva y relativamente cara, pues requiere del uso de aeronaves y radares para detectar nubes con suficiente potencial.
Este método tiene varios precedentes, siendo el dictador chileno Augusto Pinochet uno de los primeros en llevarla a cabo.
Organizaciones medioambientales dentro y fuera de Brasil condenan el bombardeo de nubes por su impacto negativo sobre el medio ambiente.
La escasez agudiza el ingenio
El ingeniero brasileño Pedro Ricardo Paulino lanzó en noviembre una máquina capaz de condensar hasta 5000 litros de agua diarios a partir del aire.
La versión más grande de este aparato, bautizado como “waterair”, tiene el tamaño del contenedor de un avión y cuesta 160.000 dólares.
Tras cuatro años desarrollando el invento, Paulino ya ha vendido más de 200 unidades al gobierno de São Paulo, aunque entre sus clientes también figuran escuelas, farmacias y restaurantes.
Según el inventor, “todo lo que necesita la máquina para funcionar es una fuente de energía eléctrica y una humedad del aire superior al 10%”.
La sequía también castiga con fuerza al Norte de Brasil. Fotografía: Jarbas Oliveira/Folhapress.
Un lago llamado Atlántico
El 10 de febrero un equipo de técnicos procedentes de España e Israel viajó a Brasil para reunirse con el gobernador de Río de Janeiro y su secretario de medio ambiente.
En el orden del día solo figura un punto: la instalación de plantas desalinizadoras para obtener agua potable del océano Atlántico antes de que el problema se agrave y empiecen a llegar los visitantes de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Las plantas desalinizadoras son una opción muy extendida en países como España, Japón, Estados Unidos o Alemania, pero presentan varios inconvenientes: consumen mucha electricidad y generan residuos perjudiciales para la flora y la fauna marina.
Frijoles con arroz, pero sin arroz
No se trata de una medida sino de una idea lanzada por el brasileño José Graziano da Silva, director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) .
La propuesta consiste en sustituir ciertos cultivos que requieren mucha agua, como el arroz, por otros de secano y con alto valor nutricional, como la quínoa.
“[Además] estamos desarrollando variedades de arroz adaptado a la sequía”, explicó recientemente Graziano da Silva a la BBC tras defender el cultivo de quínoa y alertar que la sequía de Brasil ya está teniendo efectos sobre el comercio mundial de alimentos.
Los frijoles con arroz son, junto con el portugués y el fútbol, uno de los grandes elementos en común que comparte la mayoría de los brasileños.
Habitantes de un barrio de la zona sur de São Paulo hicieron un pozo en un terreno baldío para sacar agua del subsuelo, después de pasar cuatro días sin suministro. Fotografía: Rivaldo Gomes/Folhapress.
Concienciación a ritmo de samba
El gobierno de Río de Janeiro acaba de lanzar una nueva campaña de dibujos animados para animar a los más pequeños a ahorrar en su consumo de agua.
Esbanja (derrochador en portugués) es el hermano irresponsable y presumido que sufre pequeños accidentes por gastar más agua de la que necesita.
Manera es el hermano pequeño y repelente que hace el papel de listo y responsable.
La banda sonora la pone Martinho da Vila con un samba de letra pegadiza: “Canto en cualquier lugar / menos en la ducha / porque si no me doy prisa con el agua / mi dinero se va por el sumidero” (suena mejor en portugués carioca).
Estas anécdotas no restan gravedad al rompecabezas de la sequía y los niveles que está alcanzando.
El ingenio de última hora es un paliativo frente a una serie de problemas que requieren responsabilidad y previsión: cambio climático, degradación ambiental o crecimiento económico a toda costa, entre otros.
Brasil posee el 12% del agua superficial del planeta, la mayoría concentrada en la Amazonia, pero este tesoro fue tratado como una fuente inagotable y ahora la mitad de sus embalses están contaminados.
Como dijo el ilustrísimo João Guimarães Rosa, “el agua de buena calidad es como la salud o la libertad: solo tiene valor cuando se acaba”.