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Brasil con Ñ

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Perfil Natalia Fabeni es periodista y productora de Folha Internacional

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Jessica y un Brasil entre los sueños y el arte

Por brasilcomn
01/05/14 11:56

CECILIA ARBOLAVE, DE SÃO PAULO

Cuando le preguntan hace cuánto tiempo vive en Brasil, la artista plástica Jessica Rosen vacila. ¿Responde que se mudó a São Paulo hace tres años o cuenta la historia completa? La duda es comprensible, ya que la versión más larga supone diez años de relación con el país tropical.

Aterrizó en Río de Janeiro por primera vez en 2004, para pasar sus vacaciones. Y ya en ese viaje encontró el tema de un proyecto artístico: las travestis cariocas de la avenida Mem de Sá, en el centro de la ciudad. Empezó fotografiándolas en la calle y, cuando tuvo más confianza, las retrató en sus ambientes de trabajo.

“Ya venía trabajando la construcción de la identidad de la mujer. Cuando vi a las travestis desarrollando su propia femineidad, me interesó mucho y quise capturarlo con imágenes”, cuenta la norteamericana de 35 años.

Jessica Rosen es norteamericana y vive actualmente en São Paulo. Fotografía: Johanna Baudou

Jessica Rosen es norteamericana y vive actualmente en São Paulo. Fotografía: Johanna Baudou

Tres años fue el tiempo que Jessica le dedicó a este proyecto, período en el cual pasaba algunos meses en Nueva York y otros en Río de Janeiro. Dos lugares que, para la artista, se complementan mucho: todo lo que le falta a la Gran Manzana, está en la “Cidade Maravilhosa”, y viceversa.

Viajó unas ocho veces a tierras cariocas y aprovechó esas incursiones para bordear la costa este de Brasil y conocer otros estados, como Espírito Santo, Bahía y Pernambuco.

Después de tantos despegues y aterrizajes, una maestría en arte la llevó a San Francisco, al California College of the Arts, en donde se quedó por dos años. Cuando se graduó, en 2008, la economía de Estados Unidos colapsó. Sin ahorros, pues había pasado los últimos dos años estudiando, y en medio de la crisis, la artista no pudo repetir aquellos años con estadías en la playa y se mudó a Nueva York, pero siempre con unas ganas latentes de volver a este país que tanto la inspiraba.

Y finalmente lo consiguió en 2010, cuando entró a una residencia artística en la Fundação Armando Alvares Penteado (FAAP), en São Paulo. Durante cuatro meses y viviendo en un departamento en frente a la Praça do Patriarca, en el centro paulistano, desarrolló un nuevo proyecto relacionado a sueños telepáticos, que resultó en un libro (disponible aquí) y algunos videos experimentales. Cuando la residencia terminó, tomó la decisión de quedarse en Brasil.

Fotografía: Jessica Rosen

Uno de los paisajes surreales que creó la artista. Fotografía: Jessica Rosen

MÁS ALLÁ DE LA FÍSICA

Los sueños y la sincronicidad son dos de los temas presentes en las fotografías, collages e instalaciones de Jessica, así como las percepciones extrasensoriales. Muchas de sus obras están colgadas en el living de su pequeño departamento en Vila Buarque, en el centro de la ciudad.

Hay paisajes surreales, creados con recortes de papel, que mezclan referencias de diferentes ciudades y también dos fotografías que hoy están expuestas en la muestra “É Fluido mas é Legível”, que tiene lugar en el Centro Cultural Oswald Andrade y se puede visitar hasta el 3 de mayo.

Al observar los elementos que “decoran” el ambiente, es posible encontrar relaciones entre los diferentes trabajos de Jessica. Hay una suerte de móviles, hechos con papel de revista, colgados del techo. Son los mismos elementos que se ven en algunas imágenes pegadas en la pared.

“Los armé para usar como escenario de un ensayo fotográfico. Quería transformar información invisible en visible. Pero hoy ya tienen vida propia”, cuenta.

Jessica ya participó de numerosas exposiciones en Brasil, Estados Unidos y Europa y siempre tiene más de un proyecto al que se está dedicando. Pero no vive sólo de su arte. Trabaja freelance para algunas revistas, como Elle y Vogue Brasil, ya sea como fotógrafa o haciendo collages (o ambos).

Imagen de una de las muestras en las que participó Jessica en San Francisco. Fotografía:  Jessica Rosen

Imagen de una muestra de la que participó Jessica en San Francisco. Fotografía: Jessica Rosen

Recientemente empezó a trabajar como profesora de inglés en un instituto de idiomas y también presta su voz para agencias de publicidad que necesitan una native english speaker para anuncios publicitarios.

En São Paulo no tiene una rutina muy rígida, pero eso no la llega a incomodar. Disfruta la flexibilidad de sus tiempos para poder pasear a su perra con nombre curioso, Dupla Sertaneja (en español, dúo sertanejo, que se refiere a un estilo de música popular). Uno de sus lugares favoritos en la ciudad es la pileta olímpica del complejo deportivo de Pacaembú -cuando hace calor, ya que es al aire libre-.

Y lo que también le gusta de São Paulo es que, a pesar del tamaño, uno conoce a sus vecinos, a los dueños de restaurantes y a las personas que forman parte de las inmediaciones del barrio, diferente de la Gran Manzana, cuja lógica es más impersonal.

En estos tres años, sólo volvió a su país una vez, y visitó Nueva York, Pensilvania y Maine, estado casi en la frontera con Canadá, donde se crió hasta el fin de su adolescencia. Además de la pregunta “¿Hace cuánto estás en Brasil?”, Jessica frecuentemente tiene que responder otra: “¿Te vas a quedar en São Paulo?”.

Preguntas típicas de las que cualquier extranjero es blanco. “Es difícil imaginarme viviendo aquí para siempre, pero no tengo planes de irme por el momento”, responde, mientras acaricia a Dupla Sertaneja.

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El nacimiento de Pacificación, la coja

Por brasilcomn
22/04/14 17:20

POR GABRIEL BAYARRI

Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y nos acompañará con una serie de textos cada 15 días en los que abordará parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro, desde el período anterior al crimen organizado hasta las nuevas formas de pacificación y justicia dentro de las comunidades.

***

A comienzos de abril leí en el diario “El País” que el gobierno de Río de Janeiro soñaba con convertir la ciudad en una “ciudad inteligente”, interconectada, un polo tecnológico de las Américas.

Con destreza con la pluma y la regleta, la administración del gobierno diseñaba en un papel rectangular un mapa de Río de Janeiro para el Mundial 2014 y las Olimpiadas de 2016, un mapa inteligente.

Pero ejecutaba con destreza la pluma sólo por el anverso de la página, sin fijarse en el reverso, pues Río de Janeiro, como una hoja de papel, consiste en un anverso y un reverso, con una figura de un lado y otra del otro, que no pueden despegarse ni mirarse.

El reverso, llámese favela, la ciudad de los pobres, se expandía y empujaba con su tripa a la ciudad anterior, acorralándola contra las cuerdas del mar. Sonrojado ante un mapa sincero, el gobierno estatal inició una relación de amor con la Secretaría de Seguridad y engendraron un feto cuya misión era fusionar anverso y reverso en un cuadro amorfo de Río de Janeiro ante los grandes eventos.

En la favela Santa Marta fue donde se instalaron las primeras Unidades de Policía Pacificadora (UPPs). Fotografía: Daniel Marenco/Folhapress

En la favela Santa Marta fue donde se instalaron las primeras Unidades de Policía Pacificadora (UPPs). Fotografía: Daniel Marenco/Folhapress

El feto tuvo nombre antes de nacer, decidieron llamarlo “Pacificación”, “Paz” para los amigos, “Unidades de Policía Pacificadora” en su identidad formal.

Muchos amigotes de la Secretaría de Seguridad discutieron el nombre: “Programa Calavera” o “Tiro al Traficante”, podrían ser nombres más relacionados con la entrada de los militares en las favelas y su lógica de guerra represiva-punitiva.

Pero el pulso lo ganó la niña Pacificación, que nació entre flores y aplausos, y algunas ráfagas de tiros en la fusión de las dos caras.

Pacificación aprendió a caminar en la favela de Santa Marta, situada en la zona sur de Río de Janeiro. Desde sus primeros pasitos se observó que Pacificación había nacido cojita, y que se tambaleaba al caminar, produciendo un seísmo allá donde iba.

Sin embargo, Pacificación quería correr el maratón con muletas y se apresuró a recorrer 37 favelas de la zona sur de la ciudad, estrechando el cinturón del área noble y sus puntos estratégicos para los grandes eventos.

Muchos doctores del pueblo diagnosticaron que  Pacificación nació prematura, pues no llegó a ser sietemesina, y la dieron a luz con una vocación, la de ser militar. Y aunque se le veía venir, Pacificación hizo un amago de entrada en las favelas y lo hizo sola, sin compañía y con las pocas fuerzas de un sietemesino, al que todavía le falta formarse.

Militares izaron la bandera de Brasil en el Complexo da Maré, a comienzos de este mes. Fotografía: Bruna Fantti/Folhapress

Militares izaron la bandera de Brasil en el Complexo da Maré, a comienzos de este mes. Fotografía: Bruna Fantti/Folhapress

En sus análisis ante el doctor, Pacificación dijo que aunque cojita de servicios sociales, tenía desarrolladas las orejotas y la vista, pudiendo diferenciar a la legua lo blanco de lo negro, y hasta con cierto sentido musical para evidenciar el funk.

En su fiesta de cumpleaños de 2014, Pacificación, que cumplió seis añitos, decidió entrar en el laberinto del entramado de favelas de Maré, de 130.000 habitantes, punto estratégico de los grandes eventos para la conexión entre el Aeropuerto Internacional Tom Jobim y las entrañas de la zona noble de la ciudad. Y lo hizo con 1500 soldados y 21 tanques de la Marina brasileña.

El regalo de cumpleaños fue un tablero de ajedrez: a Pacificación siempre le gustó jugar ese juego, ella ponía las reglas de incursiones, movía sus piezas ante humildes peones negros y aclamaba un jaque mate al tráfico de la favela.

Un anciano, viejo como el miedo, le dijo que las formas del sistema no se destruyen, sino que se transforman, y que el tráfico no había desaparecido, sino que Pacificación sólo había acelerado sus cambios, pues existe un orden invisible que rige las ciudades y las reglas a las que responde el tablero no podrían ser impuestas por Pacificación a la fuerza, sino al surgir una prosperidad y adaptación entre ambas caras del papel.

La retórica de Pacificación fue un berrinche monumental negándolo todo y aseguró que siempre ganaría las partidas. Así, hace unas semanas pudimos ver en la televisión a Pacificación montando a caballo por las favelas que constituyen el Complejo de Maré, como una feria con carruseles y  sus ponis, aunque en un tono de agresiva Cruzada.

La Policía Militar circula a caballo en la Vila dos Pinheiros, en el Complexo da Maré, en Río de Janeiro. Fotografía: Diana Brito/Folhapress

La Policía Militar circula a caballo en la Vila dos Pinheiros, en el Complexo da Maré, en Río de Janeiro. Fotografía: Diana Brito/Folhapress

Con esto no quiero decir que Pacificación sea mala persona, le ocurre que sufre del mismo síndrome de inferioridad que tenía Pinocho, el niño de madera que quería “ser un niño de verdad”, pues Pacificación quiere ser “un programa social de verdad”.

Y no se trata de acabar con la joven Pacificación, que ya cobró vida, sino de darle tratamientos, estructura de base, darle educación y saneamiento básico para que Pacificación no caiga en una enfermedad crónica y alcance un punto de inflexión melancólico, de corrupción y mentira estructural, creciéndole la nariz.

Será indispensable una receta de tratamientos paralelos que fortalezcan las relaciones de respeto a los derechos individuales y colectivos para que Pacificación, aunque coja de nacimiento, tenga un alma de programa social de verdad.

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Brasil: ¿un nuevo destino para refugiados?

Por brasilcomn
14/04/14 13:22

POR MILLI LEGRAIN

Originario de la República Democrática del Congo, Louison Mbombo, de 17 años, llegó solo a Brasil, en abril de 2013, a bordo de un barco.  Tras el asesinato de su padre por haber apoyado un cambio democrático en un país marcado por la guerra civil, este joven congoleño permaneció encarcelado durante dos años y fue separado de  su madre y sus hermanos. Logró huir gracias a la ayuda de un guardia de la prisión.  Así llegó a las costas brasileñas,  huérfano  y sin saber en qué país estaba.

Parece el guión de una película pero no lo es. Louison es una de las 5000 personas que solicitaron asilo en Brasil el año pasado.

Si bien en América Latina los pedidos de asilo están bajando, no sucede lo mismo en este país. “Brasil es el segundo país que más refugiados recibe en América Latina, detrás de Ecuador, por su proximidad con Colombia, y por delante de Venezuela, Argentina y Chile”, indicó Andrés Ramírez, representante en Brasil de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Louison, el día de su graduación. Fotografía: Cáritas

Louison, el día de su graduación. Fotografía: Cáritas

De un total de 15 millones de refugiados en el mundo, unos 380.000 están en América Latina. De este último total, 5200 personas llegadas desde 80 países se encuentran en Brasil: la mayoría son colombianos, angoleños y congoleses.

En el estado de São Paulo las solicitudes de asilo se cuadruplicaron en los últimos tres años. Tanto que la ACNUR decidió abrir una oficina en esta ciudad el pasado 31 de marzo.

Las  crisis humanitarias crecieron a nivel global y han repercutido en el número de personas que piden asilo. Además de la guerra civil en el Congo, “tenemos los conflictos antiguos como Irak y Afganistán, y ahora la violencia post primavera árabe”, explicó Ramírez.

El conflicto en  Siria por sí solo generó 2,6 millones de refugiados y de ellos más de 300 están en Brasil. Uno de ellos es el periodista Mahmoud Alzouhby, que estaba en São Paulo cuando las autoridades de su país le impidieron renovar su pasaporte.

No obstante, según Ramírez, existen también otros factores que explican el auge de refugiados en este país. El Mundial y los Juegos Olímpicos también contribuyeron a colocar a Brasil en el mapa como destino de asilo.

Andrés Ramirez inaugura la oficina de la ACNUR en São Paulo. Fotografía: ACNUR

Andrés Ramirez inaugura la oficina de la ACNUR en São Paulo. Fotografía: ACNUR

Aunque huyan de conflictos armados, persecuciones por motivo de raza, religión, nacionalidad, grupo social u opinión política, los refugiados son muchas veces estigmatizados. Se los confunde a menudo con inmigrantes que buscan mejores oportunidades económicas o incluso con “fugitivos” o “forajidos”, denunció Larisse Leite, abogada de la ONG Cáritas en São Paulo.

“La búsqueda de una vivienda, la demora en el proceso [para determinar si la persona que pide asilo es o no un refugiado], el reconocimiento de los diplomas y la búsqueda de trabajo” son otros de los desafíos que enfrentan los refugiados, explicaron desde la ONG Cáritas.

La integración en Brasil también es complicada por las diferencias culturales y por el idioma, sin mencionar el riesgo de la explotación laboral, el trabajo esclavo y la particular vulnerabilidad al tráfico de personas.

Aún así, los refugiados están protegidos por la Convención de la ONU de 1951 firmada por 150 países. Los principios de la Convención fueron incorporados por Brasil en la ley 9474 que establece los derechos básicos de los refugiados.

Plaza de Sé lugar de reunión de refugiados en São Paulo. Fotografía: Géssica Brandino

Plaza de Sé lugar de reunión de refugiados en São Paulo. Fotografía: Géssica Brandino

Si bien el número de refugiados en Brasil es bajo, tomando en cuenta que es la sexta economía mundial, el crecimiento del número es preocupante y los países donantes que financian a la  ACNUR no ven al país como prioridad. En 2010, Brasil recibía 560 solicitudes de asilo al año. En 2013, esta cifra ya rondaba los 5000. La previsión para 2014 está en 12.000 pedidos.

“El CONARE [Consejo Nacional de Refugiados, vinculado al Ministerio de Justicia] debe reforzar su capacidad para responder. Y hay que acelerar el proceso de elegibilidad. Actualmente existen 5000 casos pendientes de resolución. Se van acumulando y las solicitudes siguen aumentando”, dijo Ramírez en una entrevista con Folha.

Hoy, un año más tarde, a pesar de los desafíos, Louison es ahora mayor de edad y parece haber recuperado la sonrisa. Hasta logra hacer bromas en un portugués prácticamente fluido. Fue acogido por una familia local, terminó la secundaria, trabaja y logró entrar en contacto por Internet con uno de sus hermanos. Está empeñado en seguir estudiando. Pero cuando le preguntan por qué está en Brasil, confiesa que no sabe todavía cómo responder.

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"Las UPPs no se tornarán una política pública sostenible y universalizada si no son acompañadas de una revolución radical en las policías"

Por brasilcomn
20/03/14 11:25

POR GABRIEL BAYARRI

Luiz Eduardo Soares, además de antropólogo y politólogo, es una de las mayores autoridades en seguridad pública de Brasil. Fue secretario nacional de Seguridad Pública del gobierno del ex presidente Lula da Silva (2003), coordinador de Seguridad, Justicia y Ciudadanía del Estado de Río de Janeiro (1999-2000), es profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), de la Universidad Cándido Mendes (UCM) y fue profesor visitante en la Universidad de Columbia, Virginia y Pittsburg. Soares es también escritor y, entre sus diversas obras, es coautor del libro “Élite de la Tropa”, que dio origen a la película “Tropa de Élite”.

El ex funcionario es también uno de los autores de la polémica propuesta de enmienda constitucional, la PEC 51, que propone la desmilitarización y reforma del modelo policial brasileño, presentada por el senador Lindbergh Farias, del Partido de los Trabajadores (PT), y candidato a gobernador de Río de Janeiro.

En esta entrevista, Soares abarca algunas de las principales cuestiones del  ambicioso plan de la Secretaría de Seguridad de Río para pacificar las  favelas cariocas y dice que el debate sobre las nuevas formas de policía comunitaria, aplicadas en el modelo de las Unidades de Policía Pacificadora (UPPs), es sólo la punta del iceberg de un complicado proceso.

 

El antropólogo y ex secretario nacional de Seguridad Pública Luiz Eduardo Soares, en su casa, en Río. Fotografía: Ines Laborim-2.dez.12/Folhapress

El antropólogo y ex secretario nacional de Seguridad Pública Luiz Eduardo Soares, en su casa, en Río. Fotografía: Ines Laborim-2.dez.12/Folhapress

¿Podría hacer un breve panorama general de los desafíos actuales a los que se encuentra sometido Brasil en el ámbito de la seguridad pública?

Brasil se convirtió en el país del encarcelamiento de jóvenes negros y pobres. La población carcelaria saltó de 140.000 personas a mediados de los años 90 a 550.000 en la actualidad. Se trata de una de las mayores tasas de crecimiento del mundo. Esa realidad que asusta convive, paradójicamente, con la impunidad de quien practica homicidios dolosos [en los que se busca deliberadamente la muerte]. Se puede afirmar que casi no hay investigación de esos crímenes, que son los más graves. La vida no es la prioridad de la seguridad pública y de la justicia criminal. Los que mueren, en su inmensa mayoría, son jóvenes pobres y negros. Hay 50.000 homicidios dolosos por año en Brasil, de los cuales, en promedio, considerándose el conjunto del país, sólo un 8% son investigados. ¿Quién, entonces, está siendo preso y por qué? El 40% son presos provisionales o cumplen prisión preventiva.

La gran mayoría de los encarcelados está presa por crímenes contra el patrimonio y por involucramiento en la negociación de sustancias ilícitas [dos tercios], aunque no haya habido uso de arma o vínculo con organización criminal. La población carcelaria que más crece está compuesta por vendedores minoristas de drogas no organizados y no violentos. La prohibición es perversa, provoca violencia y criminaliza la pobreza. El cuadro resultante es dantesco. La sociedad gasta fortunas para tornar más difícil el futuro de esos jóvenes encarcelados, cuando vuelvan a estar libres. Nuestra fallida política de drogas está montando una bomba de tiempo bajo nuestros pies. La prohibición de las drogas es el mal mayor, la irracionalidad autoritaria que llena  las penitenciarías de pobres, tornándolas cada vez más superpobladas, degradadas y degradantes.

Además de eso, el modelo policial, heredado de la dictadura [1964-1985], es incompatible con el respeto a los derechos humanos, los mandatos constitucionales y la eficiencia profesional, lo que requiere un control de la corrupción. Síntoma del oscurantismo en que están sumergidas las instituciones de la seguridad pública en Brasil es el hecho de que hay dos policías, una ostensivo-preventiva, otra investigativa, siendo la primera militar. La ideología militar prepara soldados para combatir al “enemigo interno”, para hacer la guerra y eliminar al “otro”, no para garantizar derechos de los ciudadanos. Por otro lado, la estructura organizacional militar exige obediencia ciega a quien actúa en las calles, vetando iniciativas dialógicas y estrategias comunitarias, centradas en la resolución de problemas. Por eso, son escandalosos los números relativos a ejecuciones extrajudiciales, tortura, corrupción, etc.

En el proceso de implantación de las UPPs, el primer paso es recuperar el control estatal sobre áreas ilegalmente dominadas por grupos criminales fuertemente armados, para luego la policía pacificadora poder instalarse. En su opinión, ¿cómo ese trazo militar puede convivir con una “política de pacificación”?

No puede. A menos que se defina pacificación como imposición de orden por la fuerza de la represión. La estructura organizacional militar y su cultura corporativa no son “trazos”, son las propiedades esenciales en la formación y en el funcionamiento de nuestras policías ostensivas. Y esas propiedades esenciales y definidoras no son compatibles con tareas de pacificación, si entendemos pacificación como la creación de condiciones propicias para la emergencia y el fortalecimiento de relaciones de respeto a los derechos individuales y colectivos, en un ambiente regido por una cultura que valore la paz, sea contraria al racismo, a la homofobia, a la misoginia y a todas las formas de violencia.

Soares, durante una conferencia. Fotografía: Adriano Vizoni - 5.jul.12/Folhapress.

Soares, durante una conferencia. Fotografía: Adriano Vizoni – 5.jul.12/Folhapress.

Las UPPs siguen, por decreto, una selección de los territorios en los que instalarse. Sin embargo, cada comunidad presenta su propia realidad. ¿Se tienen en cuenta estas realidades diferentes a la hora de planificar e implantar cada UPP?

No. El modelo es pensado de modo uniforme. Como máximo, se tienen en cuenta especificidades locales pertinentes para acciones de naturaleza militar, como relevo y características físicas del terreno. Una institución militar es contradictoria con la atribución de responsabilidades y relativa autonomía a quien actúa en contacto directo con la población. Diálogo, reflexión multidisciplinar, iniciativa con implicaciones multisectoriales son las características de la gestión local preventiva y ciudadana de la seguridad pública. El/la policía que adopta alguna de las metodologías comunitarias, en sus diversas acepciones, debe ser empoderado y educado para actuar como gestor local, movilizando agencias del gobierno, articulándolas con acciones de la propia comunidad, respetándola.

Pero para actuar como gestor local, el/la  policía que actúa en la punta, junto a la población, no puede ser un mero autómata, cumplidor de órdenes. Precisan inscribirse en una estructura descentralizada, horizontal, con capacidad de tomar decisiones, mereciendo la confianza de los supervisores y contando con medios de comunicación dentro de las instituciones y del gobierno. Una planificación adecuada para UPPs tendría que ser participativa, dialógica, conducida por policías libres de la rigidez militar y de sus limitaciones funcionales. Y quien suponga que más horizontalidad, más flexibilidad y menos centralización abrirían todavía más espacio para la corrupción, se engaña. El mayor obstáculo a la corrupción es el orgullo profesional, el cual adviene de la valorización conquistada junto a la comunidad.

Antes de la llegada de las primeras UPPs era costumbre de los traficantes promover asambleas para discutir los asuntos del morro. Ahora esa función la cumplen policías militares especialmente capacitados para eso. Entre una población acostumbrada a este tipo de “justicia”, ¿es adecuado que sea la policía la encargada de ofrecer este servicio o corre el riesgo de convertirse en “sheriff” del lejano Oeste?

Los traficantes no hacen ni hicieron asambleas. Los líderes toman decisiones autocráticas y actúan como déspotas locales. Son más o menos brutales con la comunidad, dependiendo de su origen: ¿nacieron y crecieron en la comunidad que dominan? ¿O la invadieron para dominar la comunidad y el territorio? De todos modos, no son ni nunca fueron la elección de la comunidad. Sin embargo, en general las comunidades prefieren el tráfico a las policías, cuando estas últimas invaden la comunidad, eventualmente, porque actúan como tropas de ocupación provisoria y son imprevisibles. Y el poder más temible es el que no se puede prever, bloqueando, así, la elaboración de estrategias de supervivencia. La principal virtud de la UPP es acabar con esas incursiones bélicas de trágica memoria, trágicas consecuencias [ellas continúan  existiendo en Río, donde no hay UPPs, esto es, en la gran mayoría de las favelas].

Las milicias tampoco fueron incomodadas. Hay apenas una UPP en área de milicia: la favela de Batan. En cuanto a la mediación de conflictos, depende de cuál sea el conflicto y la circunstancia. Pero está claro que lo que está aconteciendo en las UPPs, por la ausencia del Estado en prácticamente todas las otras áreas, excepto la seguridad, por la falta de políticas sociales, por ejemplo, es la hipertrofia del papel de la policía, que acaba, aunque sin desearlo, convirtiéndose en una especie de Leviatán local.

De las más de 1000 favelas reconocidas en el estado de Río de Janeiro, sólo 37 están pacificadas, concentradas en la zona sur de la ciudad, la zona rica. El alto coste económico y la falta de un plan de gestión integrada de seguridad parecen también dificultar la expansión del programa. ¿Hacia dónde cree que derivará el actual programa de las UPPs?

El proyecto nació en 2008 para viabilizar la reelección del gobernador, en 2010, y para pasar un mensaje positivo al mundo, en una época de turismo en ascensión por causa de los grandes eventos. Las UPPs buscan reducir la inseguridad y lo hicieron, en el cinturón noble de la ciudad y en las áreas olímpicas. Pero como hay varias virtudes en el proyecto original, éste no se limita a esos objetivos menores y provisorios. Pueden ser preservados y recalificados. No obstante, las UPPs no se tornarán una política pública sostenible y universalizada si no son acompañadas de una revolución radical en las policías. Esto es lo que he dicho desde el primer momento.

Desafortunadamente, la realidad está demostrando que tengo razón. De ahí la importancia inestimable y la urgencia de la reforma constitucional, sin cuya aprobación no podrá ocurrir un cambio profundo de las policías. Además de eso, será necesario que el Estado cumpla su deber en las áreas sociales, con salud, educación y saneamiento, porque cuando su presencia se limita a la seguridad, las condiciones que favorecen la reproducción de la violencia no serán alteradas.

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El São Paulo de Noelia

Por brasilcomn
07/03/14 13:47

POR CECILIA ARBOLAVE

En un intento por explorar nuevas historias de vida en São Paulo, Cecilia se propuso charlar con extranjeros para conocer otras experiencias y  formas de vivir la ciudad. Empieza así una serie de perfiles de latinoamericanos que, como ella, eligieron Brasil como su nuevo hogar.

***

Conocer el edificio paulistano y de arquitectura modernista São Vito en medio de una infinidad de personas caminando o hasta corriendo de un lado para el otro, cargando bolsas de plástico y empujando carritos de compras, o entrando y saliendo de locales, fue decisivo para la cordobesa Noelia Monteiro.

Al pararse frente a aquel monstruo desocupado, al lado del Mercado Municipal y de la famosa calle 25 de Março, la argentina, que en aquel momento tenía 22 años y era estudiante de arquitectura, se preguntó cómo un edificio residencial de 27 pisos y 624 departamentos, inmerso en un área tan dinámica y con tanta infraestructura, podía estar desocupado. Fue en ese momento que encontró el tema de su tesis de graduación.

Era 2007 y Noelia estaba realizando un intercambio en la Universidad Estadual de Campinas, la Unicamp, a 80 kilómetros de São Paulo. Dos años más tarde, con el título en manos, volvió a Brasil a presentar su trabajo de graduación sobre cómo la combinación de actores públicos y privados podían hacer viables viviendas sociales en el centro de la ciudad.

Noelia Monteiro dejó su Córdoba natal, en Argentina, y se mudó a São Paulo. Fotografía: Cecilia Arbolave

Noelia Monteiro dejó su Córdoba natal, en la Argentina, y se mudó a São Paulo. Fotografía: Patricio Fernández Quintana

Fue en ese viaje que descubrió un posgrado en la Escola da Cidade relacionado con lo que venía estudiando, que la motivó a mudarse a esta ciudad en 2011.

Curiosamente, en esa nueva vuelta, pudo presenciar el final de la demolición de aquel edificio que tanto la había inspirado. Además de estudiar, empezó a trabajar en un estudio de arquitectura e integró el equipo que ganó un concurso para revitalizar áreas ocupadas y contaminadas, que pertenecen a cuencas hidrográficas.

Esa fue una de las sorpresas que Noelia se llevó al llegar a São Paulo: “El trabajo con vivienda social que se hace acá no tiene punto de comparación con el de la Argentina”.

Pero aún antes de saber de esta característica, la capital paulista ya la seducía. Desde la época de la facultad, conocía sus emblemas y autores arquitectónicos, como los modernistas Paulo Mendes da Rocha y João Batista Vilanova.

“Es curioso que la arquitectura sea increíble pero el urbanismo, tan caótico”, cuenta. Sin embargo, ese desorden urbano, que puede desconcertar a muchos, a ella la inspira, pues ve lo mucho que se puede hacer en su profesión.

Microuniverso particular

Sonriente y tranquila, Noelia, hoy con 29 años, encontró una forma de encarar la ciudad sin drama: “Uno se va creando sus mini mundos, con lugares que frecuenta, el barrio donde vive, las personas que conoce… De a poco, ese pequeño universo humaniza la ciudad y no es más un monstruo”. Y el mini mundo que la cordobesa construyó está en el centro de la ciudad, donde puede hacer casi todo a pie.

Noelia, en plena acción, durante la reforma de un apartamento. Fotografía: Cecilia Arbolave

Noelia, en plena acción, durante la reforma de un apartamento. Fotografía: Patricio Fernández Quintana

Vivió un tiempo en el Copan, el emblemático edificio proyectado por el arquitecto Oscar Niemeyer (1907-2012), que encanta con sus curvas y su vista panorámica. Después pasó a Vila Buarque, barrio que cuenta con una de las calles más arquitectónicas de San Pablo, conocida por concentrar muchísimos estudios, el Instituto Brasileiro de Arquitectura y la Escola da Cidade, donde Noelia estudió y sigue estudiando (ahora un posgrado sobre Geografía, Ciudad y Arquitectura).

Además de trabajar a pocas cuadras de allí, los lugares que le gusta frecuentar en su tiempo libre también están a una distancia “caminable”. Uno de ellos es el Sesc Consolaçāo, una institución que ofrece una variedad inmensa de actividades de recreación y cultura.

“También estoy cerca de la calle Augusta, que me fascina por ser un lugar en donde pueden convivir desde las tribus urbanas del centro a las concesionarias de Jardins, de un bar a un emprendimiento inmobiliario con showroom abierto a las 2 am”, cuenta, divertida.

Una multinacional chiquitita

Parte del día, Noelia lo pasa en casa, trabajando en los proyectos de un estudio que creó con dos amigos, Germán Nieva y Dante Rimodino. Después de terminar la facultad, hicieron una promesa: cuando alcanzasen los 30 años, crearían juntos un estudio de arquitectura.

Los argentinos habían ganado en 2006 un concurso de estudiantes con un proyecto de un centro cultural en un barrio popular de la ciudad de Córdoba y que hoy está en vías de construcción. Durante el proceso creativo, descubrieron muchas afinidades y se quedaron con las ganas de querer revivir ese trabajo en equipo.

Pero cuando se empezó a aproximar el cambio de década, Noelia estaba en São Paulo, Germán en Londres y Dante en Córdoba. Sin muchas perspectivas de mudanzas, en 2011, surgió la posibilidad de trabajar a distancia. La ONG carioca Casa do Caminho, una comunidad rural y de abrigo para niños y adolescentes, llamó a Noelia para modernizar su edificio.

Como había sido voluntaria por algunos meses el año anterior, ella conocía el espacio y sus dificultades. Pero no podía enfrentar el proyecto sola: fue hora de llamar a sus dos mosqueteros.

Germán, Noelia y Dante, socios en RMN. Fotografía: Germán Nieva

Germán, Noelia y Dante, socios en RMN. Fotografía: Germán Nieva

Juntos, pero separados, los tres trabajaron en el proyecto y nuevamente tuvieron la certeza de que tenían buena química. Decidieron entonces cumplir aquel viejo pacto y crearon el estudio: una multinacional, pues, después de todo, tiene tres sedes. Fiel a la tradición arquitectónica de nombrar las empresas con los nombres de sus dueños, lo bautizaron RMN. Pero no querían limitarse a las iniciales de sus apellidos, y buscaron un sentido más creativo.

Después de muchas idas y vueltas, llegaron a Random Meetings Nowhere, que resume el modus operandi del trío. “No sabemos si esa una transición al momento en que vivamos en la misma ciudad, pero nos gusta trabajar así porque nos abre más posibilidades”, cuenta la cordobesa.

Noelia habla de su vida en São Paulo y se la nota feliz. Extraña un poco algunas tradiciones de su país, como la de servir maní junto con la cerveza. Y también le gustaría volver a sentir el paso de las estaciones y ver los árboles anaranjados en el otoño así como las flores más vivas en primavera. Pero nada que opaque las conquistas de su experiencia aquí.

“Me pasaron más cosas en los últimos tres años que en los diez anteriores”, resume, contenta.

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Precios surreales que los salarios no acompañan

Por brasilcomn
01/03/14 15:04

POR MILLI LEGRAIN

“Perdone que no haya luz. Llevamos trabajando desde las 4 de la mañana y no queremos más pasajeros”, me informa la mujer que me cobró el pasaje al subirme al autobús. Eran pasadas las 22 horas en Río de Janeiro y el vehículo circulaba a toda velocidad, con las luces apagadas, en dirección a la Plaza Mauá.

Hablando con Vera, la cobradora del ómnibus, descubrí que, además de trabajar seis días a la semana, completa una jornada  doble  de 14 horas, tres veces por semana.  Es lo que se llama “dobrar” en Brasil. “Es y no es obligatorio”, comenta con cierta ironía.  Su salario de base es de 900 reales mensuales.

Vera es, quizás, de las trabajadoras más afortunadas en Río. Consiguió un apartamento por 300 reales al mes en la Zona Norte de Río y no tiene hijos que alimentar.

Este encuentro ocurrió durante la primera semana de febrero, cuando miles de cariocas salieron a la calle para protestar por la subida del pasaje de ómnibus de 2,75 a 3 reales.

El pasaje de ómnibus subió de 2,75 a 3 reales. Fotografía: Milli Legrain

El pasaje de ómnibus subió de 2,75 a 3 reales. Fotografía: Milli Legrain

Las autoridades de Río ya habían intentado aumentar el precio de las tarifas del transporte público en junio de 2013 pero, a la luz de las manifestaciones, la decisión se postergó. Si bien esta vez  la presión popular no alcanzó para parar la subida de precios,  lo que sí logró es que surgieran nuevos modos de protestar.

El movimiento online “Surreal No Pague” es uno de ellos.  Esta página Facebook denuncia y  promueve boicotear precios abusivos cobrados por muchos de los establecimientos de la ciudad.  Creado a mediados de enero, consiguió unos 200.000 adeptos en apenas un mes.

No se trata sólo de que en el barrio de Ipanema, un cuarto pueda valer unos 3000 reales por noche en época de Carnaval,  sino que en temporada baja se considere un precio estándar cobrar 1500 reales mensuales por un pequeño cuarto,  en donde con suerte cabe una cama.

Es así como los precios en Río, en muchos aspectos, están al nivel de ciudades como Paris,  Washington y otras capitales del mundo, pese a que los salarios no tengan ninguna relación con los valores cobrados.

El aumento del precio del transporte provocó violentas protestas en Río

El aumento del precio del transporte provocó protestas en Río. Fotografía: Milli Legrain

Pero no siempre fue así.  La transformación de Brasil en sede de megaeventos como el Mundial de junio de este año y los Juegos Olímpicos de 2016 está generando un marcado aumento de los precios, sobre todo en la parte más concurrida y turística de la ciudad, conocida como “Zona Sul”.

Claramente, la llegada de extranjeros dispuestos a pagar lo que pagarían en su propio país genera oportunismo. La diferencia está en que en Francia, por ejemplo, el salario mínimo ronda los 4700 reales mensuales (1445 euros), lejos de su equivalente brasileño: 724 reales.

“El Mundial es únicamente una excusa para subir el precio de los alquileres; no van a bajar después del evento”, se queja Maria Izdia  Vilarim, una comerciante de Pernambuco que lleva 35 años con un negocio callejero de fruta en  el barrio de Gloria, en la Zona Sur de Río.

La subida de precios parece que no hace distinciones y también se hace sentir muy fuerte en la Zona Norte de la ciudad. “Afecta a ricos y a pobres igual”, se lamenta Edson Gomes da Silva, que trabaja también como cobrador de ómnibus. “La población no sólo debe salir a la calle a manifestarse por los precios del transporte, sino también por él de los alimentos”, apunta.

María vende frutas desde hace más de 30 años en el barrio de Gloria. Fotografía: Milli Legrain

María vende frutas desde hace más de 30 años en el barrio de Gloria. Fotografía: Milli Legrain

Maria está de acuerdo en ese punto. “El kilo de feijão [porotos] cuesta cinco reales”.  En este contexto, “subir los precios del pasaje es absurdo”, añade.

Mientras tanto, en el barrio de  Leblon, el más caro de Río, un supermercado aumentó el precio del kilo de pan de 9,90 a 14,90 reales de un día para el otro, sin dar explicaciones.

Según el  Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos, el salario mínimo en Brasil compra 2, 21 cestas básicas. Pero, haciendo cuentas, es difícil entender cómo una pareja con dos o tres hijos, que cuenta con uno o, con suerte, con dos salarios mínimos (un 70% de la población activa según datos de 2012) pueda  llegar a fin de mes en Río de Janeiro.

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Deseos y temores

Por brasilcomn
17/02/14 15:15

POR GABRIEL BAYARRI

Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y nos acompañará con una serie de textos cada 15 días en los que abordará parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro, desde el período anterior al crimen organizado hasta las nuevas formas de pacificación y justicia dentro de las comunidades.

 ***

El escritor italiano Ítalo Calvino dijo que los sueños se componen de deseos, temores y azar. Y así, en la construcción de las ciudades, la lógica de sus creadores se reproducía en cada calle. De cada país, llegaron nuevos hombres que habían tenido sueños compuestos por estos ingredientes. Así, deseos y temores fueron la base de la construcción social del Brasil y del resto de los lugares.

Con el azar fue diferente, pues no fue por azar por lo que la favela es negra, ni por azar que sus habitantes ocupen las posiciones sociales más bajas, y mucho menos fue por azar el triste caso que ocurrió hace unos días en el barrio noble de Flamengo, en la zona sur de Río de Janeiro.

El chico de 15 años estaba desnudo, su cuerpo era negro,  estaba acurrucado en la farola a la que estaba preso, unido por una cadena de hierro que rodeaba su cuello. Le faltaba un trozo de oreja. En silencio, pero con lágrimas, aguardó mientras el equipo de bomberos cortaba la cadena que lo unía a la farola. El crimen fue cometido por los autodenominados “justicieros”, jóvenes del lugar que acusaron al chico de robar en el barrio, y lo torturaron.

Como la pólvora, la noticia corrió por los medios de comunicación y las redes sociales. Algunas frases escuchadas en las redes sociales fueron  “esa raza debe ser exterminada con crueldad”, “pobre blanquito abrazado a la farola”, “faltó alcohol y un mechero”, “pena que no pasé con mi pitbull para dejarlo jugar un poco con él”.

Pareció que existía una sociedad embarazada de un racismo que a menudo se niega en Brasil, que sólo necesitaba una chispa para estallar; y el viejo argumento que justifica que Brasil no sufrió un apartheid como el norteamericano o el sudafricano quedó anulado con el valor de las imágenes del negro desnudo. Los “justicieros” actuaban entonces como marionetas de un racismo institucionalizado, en el que resulta más barato y más seguro gobernar los efectos que gobernar las causas.

 

El chico de 15 años estaba desnudo, acurrucado en la farola a la que estaba preso, unido por una cadena de hierro que rodeaba su cuello. Fotografía: Reprodução/facebook.com/yvonne.demello

El chico de 15 años estaba desnudo, acurrucado en la farola a la que estaba preso, unido por una cadena de hierro que rodeaba su cuello. Fotografía: Reprodução/facebook.com/yvonne.demello

Paradójicamente, la discusión sobre los “justicieros” gira en torno a su relación con la justicia, al “margen de apreciación” que se concede para autodeterminar justicia, para autodeterminar “procedimientos de excepción” en situaciones concretas que amenazan a la seguridad pública, para autodeterminar soberanía a las acciones frente a la justicia real.

Esta salvaje arbitrariedad no existe ni en las propias leyes de la selva. El escritor británico Rudyard Kippling describió las reglas de una sociedad animal sensata en su “Libro de las tierras vírgenes”, el “Libro de la Selva”, donde la ley es estricta, y Kippling cuenta cómo la asamblea de los lobos vendió al cachorro humano Mowgli a Bagueera, la pantera, a cambio de un buey, y Mowgli no pudo matar jamás al animal que le dio la vida, al buey, para mantener el orden soberano de su sociedad manada, la justicia de la manada por encima de la justicia individual.

“Razones de seguridad”, bajo ese lema se absorbe la legitimidad de los “justicieros”, y genera un enorme agujero negro, en la sociedad y en la doctrina del derecho público.  La expresión “por razones de seguridad” funciona como argumento de autoridad que corta cualquier discusión por la raíz, y permite adoptar medidas que serían inaceptables en otro contexto.

“La necesidad no tiene ley”, o “un fin que justifica los medios” son frases que respaldan los procedimientos de excepción, que suspenden por un período limitado de tiempo las garantías de la ley, por lo que constituye seriamente una amenaza inmediata y real.

Los procedimientos de excepción han llegado también a la pequeña favela de Santa Marta, situada en la zona Sur de Río de Janeiro. Cinco mil cámaras controlan sus calles, una proporción de una cámara para cada vecino de la comunidad. La pacificación de 2008 trajo consigo el servicio de video-vigilancia, un sistema creado para controlar las prisiones,  y que difumina la noción de espacio público en el área pacificada. Este alineamiento entre el espacio público y el privado materializado en la video-vigilancia está justificado “por razones de seguridad”, por la preocupación de identificar criminales o individuos peligrosos.

En esta lógica todo ciudadano se convierte en un terrorista potencial. Deseos y temores constituyen un paisaje invisible que condiciona lo visible. Los temores constituyen muros, justicias paralelas, imaginarios segregacionistas, estigmas. Queda entonces recurrir al deseo, al de casi todos, al de que se gobiernen las causas y no sólo los efectos, sin “justicieros” para poder hacer justicia de base, en sus pilares, donde el propio azar se puede transformar en algo más justo.

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Radios comunitarias amenazadas: un intento por silenciar la voz del pueblo

Por brasilcomn
12/02/14 14:49

POR MILLI LEGRAIN

“La imagen del Brasil de la felicidad, la samba y el fútbol es una construcción de la élite”, me comenta Marco Araújo, locutor de Radio Maré, una de muchas radios comunitarias en Brasil que lleva años esperando que el gobierno de Brasil le otorgue su permiso final.

El estudio se encuentra en el complexo de favelas de la Maré, a tres minutos en moto-taxi de la Avenida Brasil, en la zona norte de Río de Janeiro, a la altura del aeropuerto internacional Galeão.

Allí, de lunes a viernes, desde las 8 de la mañana hasta el mediodía, Divan Carlos, un locutor voluntario, también técnico en electrónica, presenta su programa “Bom Día Maré”.

El día que llegué a conocer la radio, estaban promoviendo a Edson Wânder, un artista local  oriundo de Recife, que acaba de sacar su nuevo disco y reside en Maré. Así, uno de los papeles de las radios comunitarias es difundir a artistas locales que tendrían pocas oportunidades de aparecer en los grandes medios.

Edson Wander promueve su nuevo disco en el programa Bom Dia Maré. Fotografía: Milli Legrain

Edson Wander se encontraba promoviendo su nuevo disco en el programa “Bom Dia Maré”. Fotografía: Milli Legrain

En un país marcado por la desigualdad social y donde la prensa está concentrada en manos de unos pocos, muchos brasileños no se sienten representados por los medios de comunicación masiva.

Esto lo dicen los propios residentes de las favelas: “En Globo.com, un 90% de lo que es divulgado sobre Rocinha es violencia. Nuestra comunidad no es sólo eso”, dice Ocimar Santos, de la web alternativa rocinha.org, en el informe “Mídia e Favela” realizado en 2012 por la ONG Observatorio de Favelas.

También se ve reflejado en las encuestas. En un estudio de opinión pública sobre la “Democratización de los medios”, realizado por la Fundación Perseu Abramo, en 2013, un 43,3% de los encuestados afirmó que “la televisión no suele mostrar a personas como ellos.”

Maré es una de las pocas comunidades de Río que no está en un morro. Se fue desarrollando sobre un pantano alrededor de los años 40 y hoy comprende unas 16 favelas. Es también unas de las comunidades que aún no ha sido “pacificada” por  la Unidad de Policía Pacificadora (UPP), como parte del programa del gobierno de Río para combatir el narcotráfico, en el marco del Mundial y de los Juegos Olímpicos de 2016. El tema despierta polémica y existen defensores y detractores: mientras algunos se quejan del narcotráfico, otros lo hacen de la violencia policial.

Marco Araújo y Wladimir Aguiar (derecha) en la sede de Radio Maré. Fotografía: Milli Legrain

Marco Araújo y Wladimir Aguiar (derecha), en la sede de Radio Maré. Fotografía: Milli Legrain

Wladimir Aguiar, director de esta radio comunitaria, cuenta que la creación y supervivencia de Maré FM no ha sido fácil. En los años 80, él formaba parte de un movimiento para la democratización de las radios, que buscaba que la existencia de radios comunitarias fuera reglamentada.

“Pero lo que conseguimos fue crear una ley que criminaliza las radios comunitarias”, explica.  “Una vez que la ley salió, muchas radios cerraron”, se lamenta.

La ley 9612/96 que regula a las radios comunitarias prohíbe la difusión de publicidad y la entrada de fondos públicos. Además, limita su alcance a 1 kilómetro y su potencia máxima a 25 watts, la cual es muy baja para los patrones internacionales.

La ley es también restrictiva en su definición de comunidad, porque equipara comunidad a una localidad física. “De esta manera, quedaron excluidas comunidades de interés como lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBTs), mujeres, grupos étnicos, entre otras”, explica Pedro Martins, representante en Brasil de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC).

Fue así como 940 radios fueron cerradas en Brasil en 2010 y 698 en 2011. Sólo en el estado de Río de Janeiro, cerraron 96 en 2010 y 73 en 2011.  “Se trata de un número bastante alto y es el resultado de una política de comunicación que no garantiza el acceso a este derecho fundamental”, denuncia Pedro.

Un comercio del barrio de Maré. Fotografía: Milli Legrain

Un comercio del barrio de Maré. Fotografía: Milli Legrain

Wladimir relata que el año pasado, cuando la UPP entró en el Morro dos Prazeres, una favela en el barrio de Santa Teresa, en el centro de Río, los policías detuvieron al representante de la radio local. “Todavía  existe el riesgo de que nos multen  a nosotros”, añade.

Además, le compete a la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) y  a la Policía Federal el poder de intervenir en una radio comunitaria, no a las UPPs, que son una institución del estado de Río de Janeiro.

“Brasil es todavía uno de los pocos países del mundo que criminaliza a la radiodifusión de baja potencia […] En general, en otros países, las sanciones son administrativas. Aquí es un crimen y se han generado procesos judiciales y hasta dirigentes de radios han sido encarcelados, aunque no hayan interferido o dañado a otros”, explica Pedro.

“¿Por qué el Ministerio [de Comunicación] regula a las radios comerciales y a las radios comunitarias sólo las castiga?”, se pregunta.

¿Será que en este año electoral habrá alguien que tenga la voluntad política de afrontar este problema histórico, de democratizar la comunicación y dejar así que los ciudadanos de las comunidades tradicionalmente marginadas puedan construir su propia identidad?

Radio Maré se puede escuchar en el 98.7 MHZ y llega a cerca de 150.000 personas.

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Pocos (pero deliciosos) metros cuadrados

Por brasilcomn
03/02/14 14:43

POR CECILIA ARBOLAVE

Para quien vive en São Paulo, no es novedad: el metro cuadrado es tan caro que obliga a muchos a vivir en lugares chicos y apretados. Para tener una idea, el valor promedio del metro cuadrado en 2013 fue de 7820 reales, algo en torno de los 3300 dólares, aunque la variación es inmensa según el barrio. Por hacer una comparación, en Buenos Aires, el metro cuadrado costaba, en promedio, 2070 dólares hasta diciembre del año pasado.

El valor de los alquileres tampoco se queda atrás: por una propiedad de 70 metros cuadrados uno puede llegar a pagar entre 1960 reales (825 dólares) y 3430 (1450 dólares), según el sitio ZapImóveis. Muchas veces, São Paulo puede transmitir una sensación de claustrofobia recurrente, con sus veredas angostas y su tránsito agobiante. Pero todos resistimos, porque hay otras cosas que la ciudad nos ofrece que justifican estos obstáculos.

La gastronomía es una de ellas. Con variedad de sabores y de estilos, no faltan opciones para comer bien en la ciudad. Pero los restaurantes también sufren por los precios astronómicos del metro cuadrado. Prueba de eso es la reciente aprobación de una ley que permite la oferta de comida en la calle, tal vez como una forma para que los pequeños vendedores puedan esquivar los alquileres altos.

De todas formas, en el mar de cemento paulistano, algunos restaurantes encontraron una salida instalándose en inmuebles verdaderamente chiquitos. Si bien el espacio es bastante ajustado, allí lo que sobra es buena comida y mucha personalidad.

COMIDA CASERA EN 8 METROS CUADRADOS

Así como en las grandes redes gastronómicas, en la heladera de “Maria Macaxeira” hay un cartel colgado que dice “Visite nuestra cocina”. Pero aquí la invitación causa gracia porque, al entrar al restaurante, uno ya está casi dentro de la cocina. Bastan unos minutos para descubrir que el buen humor caracteriza a la cearense Ángela Maria Ramos, que hace casi dos años abrió este pequeño restaurante que atiende con su hija, Suzana, en la calle Barão de Tatuí 567, en el barrio Santa Cecilia.

Tapiocas deliciosas en solo 8 metros cuadrados. Fotografía: Cecilia Arbolave

La cearense Ángela Maria Ramos abrió en Santa Cecilia un restaurante de solo 8 metros cuadrados. Fotografía: Cecilia Arbolave

La elección de un inmueble pequeño fue hecha con la intención de economizar en el alquiler y poder ofrecer precios justos a los clientes. El restó, de solo 8 metros cuadrados, tiene tres mesas y para garantizarse un lugar es mejor hacer una reserva. Si el clima ayuda, se multiplican las mesas en la vereda. Cuando la casa está llena, hay que ayudar pasándole los cubiertos al comensal de al lado o hasta el plato con comida. Y todos lo hacen con mucho placer. “¿Quieres ensalada?”; “¿Puedo poner aceitunas?”, pregunta normalmente con la sartén en la mano, como si estuviera recibiéndolo a uno en su propia casa.

LA FÓRMULA MÁGICA ES UN MENÚ SIMPLE

Después de vivir dos años en Nueva York y trabajar en al ámbito gastronómico, el chef paulistano Gilson de Almeida vio que era viable montar un restaurante chico y abrió el suyo, en septiembre del año pasado, en la calle Rua Benjamim Egas, 301, en el barrio de Pinheiros. El nombre Na Garagem tiene una inspiración clara: el restaurante fue creado en un antiguo garaje de solo 18 metros cuadrados.

En Na Garagem la oferta son hamburguesas de carne y vegetarianas. Fotografía: Taygoara Martins

En Na Garagem la oferta son hamburguesas de carne y vegetarianas. Fotografía: Taygoara Martins

Gilson cuenta que los precios altos de los alquileres en São Paulo influenciaron en la elección del lugar, en el que caben sentadas apenas 15 personas. Pero bastó pensar en una buena fórmula que funcionase. El menú cuenta con apenas dos tipos de hamburguesas: de carne o vegetariana (ambas con queso, lechuga, tomate, cebolla y un condimento a base de zanahoria y mandioquinha). Se pueden pedir papas rústicas y, para tomar, jugo orgánico de uva, agua, gaseosa o cerveza. Los cuatro meses de vida ya mostraron que el chef hizo una buena elección, y que a la gente poco le importa la amplitud del lugar: de allí todos salen con la panza llena y el corazón contento.

VALE LA PENA LA ESPERA

No tan lejos de allí, en el barrio de Jardins, otro lugarcito gourmet es “Z-Deli Sanduíches”. Fue idea del chef Julio Raw la de traer en 2011 el estilo de los “delicatessen” neoyorquinos a São Paulo. Decoración moderna, mozos atentos y, principalmente, buena comida, colaboran para que la casa esté siempre llena.

A la gente no le importa esperar para comer en Z Deli. Fotografía: Cecilia Arbolave

A la gente no le importa esperar para comer en Z-Deli. Fotografía: Cecilia Arbolave

En el pequeño inmueble entran apenas 16 personas sentadas, con espacio justo para circular. Pero la idea de comer apretados no asusta a los clientes, que hacen fila en la calle Haddock Lobo 1386 para pedir sus hamburguesas, papas fritas salteadas con romero, bagels, sándwiches y ensaladas. Como la cocina está del otro lado de la barra, se puede acompañar la producción de los platos, que sólo aumenta esa sensación de querer probarlo todo.

 

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El contrato social de los niños

Por brasilcomn
30/01/14 14:44

POR GABRIEL BAYARRI

Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y nos acompañará con una serie de textos cada 15 días en los que abordará parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro, desde el período anterior al crimen organizado hasta las nuevas formas de pacificación y justicia dentro de las comunidades.

 ***

En la forma que el azar y el viento dan a las nubes, los niños se empeñan en reconocer figuras. La imaginación invade lo real y, tumbados en los tejados de la favela de Santa Marta, en la zona Sur de Río de Janeiro, los niños reconocen desde ovejas hasta fusiles en el cielo: “Un cachorro, una AR-15, un frijol gigante, una zapatilla de deporte, una pelota de fútbol…”.

Durante las últimas décadas,  no era difícil ver a estos niños de 12 años armados con rifles fabricados en Austria, Estados Unidos o España, participando en “la guerra del polvo”, la del blanco, la cocaína y la marihuana, que ha matado a más personas en  Río de Janeiro que la Guerra de Bosnia de 1992.

Niños caminan por el morro de la favela Santa Marta, en la zona Sur de Río. Fotografía: Daniel Marenco/Folhapress

Niños caminan por el morro de la favela Santa Marta, en la zona Sur de Río. Fotografía: Daniel Marenco/Folhapress

El AK-47 es un fusil de asalto soviético, fabricado en más de 14 países; es el arma de fuego de mayor producción de la historia, con cerca de 80 millones de unidades manufacturadas. Diseñado por el ruso Mijaíl Kaláshnikov durante la Segunda Guerra Mundial, debido a su eficacia y precio económico (en el mercado negro se pueden llegar a encontrar a 30 dólares), es comercializado por las grandes potencias en numerosas guerrillas africanas, asiáticas y de Medio Oriente.

En América, es empleado por grupos como las FARC en Colombia o por los cárteles del narcotráfico mexicano. Y en Brasil, aunque no es comercializado, la favela es su principal usuaria.

Por muchos años los niños de Santa Marta fueron las pequeñas marionetas de este sistema maquiavélico de la industria armamentística. El AK-47 era la perla soñada por todos aquellos que se iniciaban en el narcotráfico: símbolo de prestigio, la opción de una vida mejor, resultarle atractivo a las mujeres, el comienzo más temprano de la vida sexual o tener unas zapatillas para practicar deportes. Los afortunados podían limpiar el arma del jefe, montar y desmontar la culata con su kit de herramientas y a veces hasta practicar el tiro contra las ratas.

Las ráfagas de bala alcanzaban con frecuencia el entramado de cañerías que llevaban el agua a toda la comunidad, de un tejado a otro. Así, reparar las cañerías se convirtió en una profesión para los niños, que debían escalar ágilmente entre los tejados, aprovechando después para descansar, observando las nubes en sus formas.

La convivencia es pacífica en Santa Marta, entre los niños y la policía. Fotografía: Ana Carolina Fernandes/Folhapress

La convivencia es pacífica en Santa Marta, entre los niños y la policía. Fotografía: Ana Carolina Fernandes/Folhapress

Los niños “fogueiteros” se encargaban de avisar cuando un extraño llegaba a la comunidad. Para ello cargaban “foguetes” (petardos) y “pipas” (cometas de papel) para soltarlas al aire. Practicaban durante el día en el cercano vertedero de Beirute y tiraban piedras a los gatos. Con su puntería atinada y cargados de cometas, trabajaban en las horas de riesgo de invasión, la madrugada, cuando los traficantes están cansados después de una noche de trabajo, habituados a vivir en el presente, en una alerta instintiva, permanente.

Los “avioncitos” eran los niños que transportaban la droga de un punto a otro de la comunidad, una prueba de responsabilidad, pues tenían vetado el uso de cualquier droga, excepto el pegamento. También complementaban su tarea como “niños mensajeros”, portadores de secretos, o difundidores de chismes en el boca a boca callejero, eran fundamentales en los sistemas de información.

Su ascenso en la jerarquía de la boca de fumo se percibía en la ropa, las marcas dejaban de ser falsificadas, con los ahorros se compraban zapatillas, pantalones y camisetas utilizados por la clase media que vive en el asfalto.

Con la pacificación que se está llevando a cabo desde 2007 en Santa Marta llegaron también los “tiburones”. Las grandes empresas miran ahora a la favela con dólares en los ojos, un posible ascenso social cercano, y están mordiendo en la carne tierna, la de los niños, fácilmente domesticables en materia de marcas para un consumo futuro. La estrategia perversa se disfraza de imagen corporativa, proyectos sociales en los que el niño favelado puede pintar ahora su propia tabla de surf o quitarse los piojos con lociones de marca.

Cuidar a los niños de las favelas es importante para que no caigan en el consumo desenfrenado. Fotografía: Gabriel Bayarri

Hay que procurar que la sumisión infantil no se repita más en las favelas y evitar que el consumo genere un vicio en los niños. Fotografía: Gabriel Bayarri

Los traficantes no siempre reconocían a sus hijos. Los pequeños huérfanos crecían con las madres, se hacían cada día más grandes, pareciéndose cada vez un poco más al padre. A pesar de estos vacíos, la segregación de la favela unía a sus vecinos, a los desplazados. El contrato social, el acuerdo de derechos y deberes, era con la favela, y no con el asfalto.

De esta manera, la pacificación requiere ser acompañada por un nuevo contrato social entre la favela y el Estado. La comunidad no está compuesta por ladrillos, sino constituida por las relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado. Si en el pasado los niños tenían su contrato con las reglas del tráfico, la pacificación deberá, en cambio, buscar que la sumisión infantil no se repita, y así evitar que el consumo genere un vicio en los niños. Es importante no permitir que se disfrace de acceso a la calidad de vida, a estatus de clase media, y acaben siendo víctimas de la banalidad de las grandes marcas.

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