Brasil con Ñprecios – Brasil con Ñ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br El país con todas las letras Fri, 22 Sep 2017 17:43:00 +0000 pt-BR hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.7.2 En São Paulo se ajustan el cinturón para poder seguir consumiendo http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/09/16/en-sao-paulo-se-ajustan-el-cinturon-para-poder-seguir-consumiendo/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/09/16/en-sao-paulo-se-ajustan-el-cinturon-para-poder-seguir-consumiendo/#respond Wed, 16 Sep 2015 14:35:54 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1617 Continue lendo →]]> POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO

La agencia Standard and Poor’s rebajó la nota de Brasil a nivel de “bono basura” y le quitó el preciado “grado de inversión”, calificación que se le otorga a los buenos pagadores, lo que no hace más que confirmar el arribo de una época de vacas flacas para una población que ya venía ajustando sus gastos.

Compras colectivas, marcas más baratas o hasta productos usados pasan a ser ahora la primera opción para un número creciente de consumidores en São Paulo.

Lo que hace a esta ciudad la más capitalista de las capitales brasileñas no  sólo es la escandalosa concentración de la riqueza que hay aquí, sino también la gran variedad de formas en que los bienes de consumo circulan y -sobre todo- se exhiben.

Llega a tal punto la omnipresencia del dinero, que recientemente desde los suburbios de São Paulo llegó a proyectarse un fenómeno nacional llamado “funk ostentação” (“funk ostentación”), que es un ritmo musical que exalta justamente la posesión de objetos y que pasó a ser un estilo de vida para jóvenes de las clases ascendentes.

Y claro que el “funk ostentação” es  un nuevo negocio también: el cantante y compositor MC Guimê, de 21 años, y nacido en la periferia de São Paulo, llega a facturar más de 200.000 dólares por mes con sus shows y venta de accesorios de moda del movimiento.

MC Guime. Fotografía:

MC Guime es uno de los representantes del “funk ostentación” en São Paulo. Fotografía: Divulgação.

Naranjas y Apple

El poder adquisitivo de los brasileños se fue achicando en los últimos años, al mismo tiempo en que el dólar pasó de R$ 1,60 en septiembre de 2011 a más del doble el pasado jueves (10), cuando llegó a R$ 3,90, tras la rebaja de la nota de crédito por parte de  Standard & Poor’s.

Pero aunque el real ahora valga menos, los hábitos no se pierden tan fácilmente. Eso es lo que se observa en las compras cotidianas, ya que los clientes siguen comprando los mismos productos, pero ahora de marcas más baratas.

Los paulistanos también comenzaron a frecuentar sitios que hasta no hace mucho tiempo eran visitados únicamente por turistas, extranjeros o comerciantes.

Es el caso del mercado mayorista de frutas y verduras Ceagesp, hacia donde ahora peregrinan grupos de vecinos en busca de precios acordes con estos nuevos tiempos. Esta semana, por ejemplo, el precio de la naranja se encuentra allí a R$ 1,13 (US$ 0,30), mientras que al consumidor final puede llegarle a R$ 4 (US$ 1,35).

La zona cerealista de São Paulo es otro centro de abastecimiento que hoy también es transitado por los sectores medios de la sociedad. La granola se consigue allí a un precio promedio de R$10 (US$ 2,6) por kilo, mientras que en otros lugares de la ciudad puede llegar al doble o más.

Pero no sólo en alimentos básicos se observa tal comportamiento. La startup Brused encontró un nicho floreciente entre los interesados en la tecnología: la compra-venta de productos Apple usados.

Esta semana, un iPhone 6 básico (16G) podía encontrarse allí a US$675, mientras que el mismo modelo estaba a cerca de US$870 en la sofisticada tienda física de la manzanita.

Marcelo Oliveira, gerente financiero de la firma, le  dijo a este cronista que las ventas vienen creciendo constantemente desde 2013, cuando la crisis aún se veía como algo remoto. Este año llegaron a vender entre 200 y 300 productos por mes.

En el Ceagsp se venden al por mayor frutas y verduras. Fotografía:

En el Ceagsp se venden al por mayor frutas y verduras. Fotografía: Danilo Verpa/Folhapress.

Viajes, cursos y hospedaje

Un comportamiento similar se observa en las agencias de viaje, que han reportado un aumento de la venta de pasajes en horarios nocturnos. El sistema ViajaNet -que opera con 900 compañías aéreas- tenía esta semana vuelos a Europa con precios hasta un 28% más baratos para atraer a este público.

Gustavo Mariotto, ejecutivo de la operadora, afirma que muchas personas optan por paquetes de baja temporada porque los hoteles y restaurantes, aún siendo los mismos que en la temporada alta, están a precios más accesibles.

Otro caso es el de una entidad que entrena a profesionales del área corporativa y que ofrece durante septiembre descuentos de hasta el 90% en sus módulos, si estos se cursan en un día determinado. Y hay varios ejemplos más.

Cuando el dinero escasea, surgen también diversas alternativas de inspiración colaborativa, en donde no se usa el “vil metal”.

Es el caso de “Caronetas” (una suerte de Uber gratuito, que organiza a empleados de empresas para optimizar el uso de automóviles), de “¿Tienes azúcar?” (que promueve la buena vecindad mediante ayuda y préstamos mutuos) y de “Guest to Guest” (un Airbnb gratuito que se presenta como “El intercambio de casas reinventado”, que nació afuera, pero que viene creciendo por aquí también).

Por la crisis, los consumidores se volcaron a las marcas más baratas. Fotografía:

Por la crisis, los consumidores se volcaron a las marcas más baratas. Fotografía: Mateus Bruxel/Folhapress.

La hora del trueque

Estas últimas iniciativas recuerdan un poco al trueque que llegó a practicarse en la Argentina de 2001, cuando el dinero desapareció de escena por haber quedado retenido dentro de los bancos y se escuchaba a la gente gritar en la calle: “¡Que se vayan todos!”.

Por aquí el dinero ya escasea y también son varios los que ven a un político y le gritan “¡Fuera!”.

Si el fin de la fiesta neoliberal de los ’90 “latinoamericanizó” a los argentinos, en Brasil es una incógnita qué harán los sectores que ven su “primermundismo” desvanecerse.

Con la rebaja de su nota crediticia al nivel de “bono basura”, y a pesar de las mejoras sociales, parece que los brasileños también han sido expulsados del paraíso.

Vaya modo de llegar a un mismo lugar por caminos diferentes.

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¿Qué fue lo que hundió a la economía de Brasil? http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/07/23/que-fue-lo-que-hundio-a-la-economia-de-brasil/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/07/23/que-fue-lo-que-hundio-a-la-economia-de-brasil/#comments Thu, 23 Jul 2015 15:07:54 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1553 Continue lendo →]]> POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO

“¡Al final me lo compré, amiga! Pagar de una vez, no podía. Pero por mes, todo bien”, le dice una joven a otra en la fila del banco. “Ah, mi amigo, desde que salieron las smart TV que quiero una. ¿Qué son 24 cuotas?”, le comenta un muchacho a otro que, moviendo la cabeza, confirma: ”Y, sí. No hay otra forma”.

En São Paulo, donde el ímpetu del consumo es parte del paisaje, frases como estas refuerzan los argumentos del economista y catedrático Ladislau Dowbor, que ha salido a provocar a los ámbitos académicos y del establishment postulando que el hundimiento económico brasileño tiene nombre y apellido: su sistema financiero.

Ex consultor del Secretario General de las Naciones Unidas, Dowbor ha realizado una frondosa investigación sobre los caminos del dinero en Brasil y observó que, si bien en la última década ingresaron a la esfera del consumo cerca de 40 millones de personas, ello no se tradujo en un despegue de la economía.

Por el contrario, tal movilidad social tuvo como contrapunto una colosal desaceleración del gigante sudamericano. Tras años de crecimiento contínuo, que la revista inglesa The Economist retrató en 2009 con un Cristo Redentor despegando como un cohete, los indicadores económicos entraron en caída libre desde el histórico avance del 7,5% del PIB en 2010 hasta el marasmo en que entró Brasil el año pasado.

En febrero último, con el país ya en recesión y una inflación del 7,7%, el Banco Central revelaba que los cinco principales bancos habían tenido un lucro neto de cerca de 20.000 millones de dólares. En el mismo año, el presupuesto de Bolsa Familia (programa social que benefició a esos 40 millones de brasileños) rondaba los 8000 millones de dólares, menos de la mitad.

Ladislau DowFotografía: Carlos Turdera.

El economista y catedrático Ladislau Dowbor. Fotografía: Carlos Turdera.

El crédito fácil

Coautor junto con el economista francés Thomas Piketti de “El secreto de los ricos” (2014), libro de Le Monde que debate el capitalismo del siglo XXI, Dowbor ha diseccionado a tal punto ese gran sistema de extracción de lucros que lo reconoce inmediatamente cuando lo ve en cualquier vitrina: “la cuota que cabe en tu bolsillo”, me dice durante una conversación en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP), donde es profesor del posgrado en Economía y Administración.

Alude a un slogan publicitario usado tanto para productos como para préstamos, pagables en “cómodas cuotas”.

En Brasil, las mismas tiendas que venden un producto ofrecen el dinero para que sus clientes puedan pagarlo. Dowbor advierte que esos préstamos -que cobran intereses de 104,89% para artículos del hogar y de 238,67% en tarjetas de crédito- son los responsables del freno de la economía.

“Traban la demanda, pues el cliente no puede comprar otra cosa hasta que no termine de pagar, y también la producción, pues al productor se le paga poco, dejándolo con menos para invertir”, sostiene el autor.

Volvamos unas líneas. ¿Interés de entre 100% y 238%? Sí, leyó bien. Y hasta más de 300% si se consideran multas por atrasos. ¿Es posible?

Dowbor señala una propaganda de una cadena de tiendas y me dice: “Lo que ocurre es que publicitan sus tasas de interés como si fueran mensuales. Disimulan el valor total final. Técnicamente es correcto, pero comercial y éticamente es un engaño. Si mostraran el índice anual, aparecería lo que realmente es: una usura”.

No está siendo retórico: el Banque de France califica como usure una tasa de interés superior al 13,2% para descubiertos en cuenta . “Sin embargo, las tiendas en Brasil dicen que te ‘facilitan’ la compra”, ironiza.

“Hubo una gran transferencia de riqueza hacia los sectores bajos, pero al mismo tiempo se creó una máquina para succionarles el dinero, una máquina que funciona perfectamente porque los pobres son buenos pagadores y porque las cuotas, aunque numerosas, son diminutas”, dice, ilustrando con abundantes datos y planillas cada afirmación que lanza.

El director de Economía de la Asociación Nacional de Ejecutivos de Finanzas, Administración y Contabilidad (Anefac), Roberto Vertamatti, destaca, entre sus recomendaciones para este año, “juntar el dinero y comprar pagando de una vez. Los intereses son absurdamente altos, un promedio de 200% al año”.

“Que la Anefac haga tal recomendación, nada menos que la Anefac, es impresionante”, se escandaliza Dowbor.

Las compras en cuotas, una costumbre bien brasileña. Fotografía:

Las compras en cuotas, una costumbre bien brasileña. Fotografía: www.dowbor.org.

Impuestos vs. interés

Nacido en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, Dowbor se formó en Economía Política en la Universidad de Lausanne y es doctor en Ciencias Económicas por la Escuela Central de Planificación y Estadística de Varsovia, Polonia.

En esas lides académicas, el analista va al choque contra otra corriente que explica “los males de Brasil” por sus altos impuestos.

“Los impuestos no son los villanos”, dice, y propone hacer unas cuentas: en marzo de 2015, el Banco Central calculó un volumen de alrededor de 14.500 millones de dólares de sobregiro (dinero gastado a cuenta). Si consideramos un interés del 200% sobre ese valor, resulta que tenemos un volumen superior al que destina el gobierno brasileño a sus programas sociales y al aporte que podría significar el ajuste fiscal (27.000 millones de dólares, según sus cálculos).

Las estadísticas del Banco Central muestran que, para pagar sus deudas, las familias de bajos recursos pasaron de usar un 19,3% de sus ingresos en 2005 a un 46,5% en marzo de este año.

“Usted no expande su consumo cuando la mitad de sus ingresos son para pagar una deuda”, observa Dowbor. “Aunque los impuestos empeoren la situación, el problema central es que se usa la capacidad de compra para pagar intereses”, insiste.

Con 200 millones de habitantes, el cuadro en Brasil no es simple. Los más optimistas dicen que el país comenzará a reflotar hacia 2017.

Aunque no pertenece a esa corriente, el economista no tiene un pronóstico sombrío y antes de despedirse me lanza su moneda anticipatoria:“La actividad bancaria es esencial; el banco, no. Piénselo”.

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São Paulo, un gran laberinto de barreras giratorias http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/06/05/sao-paulo-un-gran-laberinto-de-barreras-giratorias/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/06/05/sao-paulo-un-gran-laberinto-de-barreras-giratorias/#respond Fri, 05 Jun 2015 16:10:05 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1478 Continue lendo →]]> POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO

Una de las cosas que le llaman la atención al extranjero que llega por primera vez a São Paulo es la cantidad de barreras que hay en la ciudad.

Más allá de las estaciones de trenes, estadios o edificios, hay también “catracas” (nombre brasileño para los torniquetes, también conocidos como molinetes) en restaurantes, bares, clubes nocturnos, terminales de ómnibus, panaderías, gimnasios, escuelas, universidades, museos y hospitales.

Y, aunque parezca una exageración, hasta el Parlamento pasará a integrar esa lista, en caso de que el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, logre imponer su voluntad.

Heredados de los corrales ganaderos, donde eran usados para el manejo y conteo de cabezas, en la ciudad, los torniquetes cumplen una función estadística semejante.

Pese a las ventajas de recursos digitales más amigables, en el espacio urbano continúa predominando el método rural, encarnado en un tótem metálico, generalmente de tres brazos, ubicado a una altura ligeramente por encima de la cintura y con un cerebro limitado a unas pocas funciones contables.

Las catacras, también en los ómnibus. Fotografía: Artur Rodrigues/Folhapress.

Las “catracas”, también en los ómnibus. Fotografía: Artur Rodrigues/Folhapress.

Esta inmensa red de puestos de control que forman las “catracas” sirven para delimitar también  diversos tipos de “adentro” y un inmenso “afuera” para los 12 millones de personas que todos los días pasan por esta megalópolis, indicando por dónde pueden ir y por dónde no.

Así, los molinetes representan un blanco para los colectivos que postulan una ciudadanía más plena a través de la democratización del espacio público.

En junio de 2013, “Pase Libre”, una corriente estudiantil -inicialmente pequeña- que estaba en contra del aumento de la tarifa de ómnibus, fue seguida por una marea extraordinaria de personas, que salió a reivindicar muchísimas cosas, en algunos casos hasta contradictorias.

No obstante, el estandarte de los convocantes se volvió un ícono del sentimiento de la época: representa a un individuo que quiebra un molinete y lleva el slogan: “Por una vida sin catracas”.

¿A qué responde esa omnipresencia de la “catraca” en la ciudad?, le pregunto al periodista Gilberto Dimenstein, fundador del portal “Catraca Livre”, que nació con la intención de informar acerca de las actividades gratuitas que hay en São Paulo, una ciudad en donde una entrada para el cine cuesta entre ocho y 15 dólares, un libro sale más de 15 dólares y los planes de salud privada, entre 70 y 300 dólares por mes (el salario mínimo es de 271 dólares).

El periodista lo atribuye a lo que llama apartheid social.

“Hay mucha opulencia de un lado y mucha pobreza del otro. Los servicios públicos de educación, salud y seguridad son precarios. Hay, además, una visión muy elitista de la ciudad, donde la calle representa una amenaza y no un espacio para la convivencia. De ahí que cada uno intenta protegerse como puede”, responde.

 

Manifestantes queman un molinete durante una protesta contra la tarifa de ómnibus y los gastos del Mundial. Fotografía: Lincon Zarbietti /O Tempo/Folhapress.

Manifestantes queman un molinete durante una protesta contra la tarifa de ómnibus y los gastos del Mundial. Fotografía: Lincon Zarbietti /O Tempo/Folhapress.

Dimenstein ganó el premio Child and Peace de Unicef (1993) y fue nominado al Príncipe de Asturias (1994) por sus trabajos sociales.

¿Es posible abrir las catracas para permitir que las personas vivan la ciudad como un lugar sin bloqueos? Dimenstein dice que ese “es el gran problema de Brasil”.

“Hay toda una tradición de Estado fuerte y personas obedientes. Aquí no ha habido momentos fuertes de ciudadanía; no hubo revoluciones, como la española, francesa o norteamericana. Hubo luchas, pero siempre fueron a medias. Quien estaba en el poder dejaba hacer algunas cosas y después las impedía”, reseña.

Los torniquetes separan entonces a las personas que son “dueñas” de la ciudad de aquellas que no lo son, se podría decir. El periodista-educador concuerda y apunta que en los seis años que lleva con “Catraca Livre”, el discurso de democratizar la ciudad, de alguna manera, “ha triunfado”.

“Las ciudades hoy en Brasil claman por más plazas, más verde, más bicicletas, más escuelas, más guarderías infantiles. La democracia de la ciudad se puede medir por el tamaño de sus calzadas y São Paulo no tiene calzadas; es una ciudad para autos. Antes, un alcalde anunciaba una autopista y todos lo veían bien. Hoy ya no. Comienza a haber un cambio”, se entusiasma.

Durante una protesta en São Paulo, los manifestantes festejaron un  casamiento del alcalde Fernando Haddad y un molinete. Fotografía: Artur Rodrigues/Folhapress.

Durante una protesta en São Paulo, los manifestantes festejaron un casamiento del alcalde Fernando Haddad y un molinete. Fotografía: Artur Rodrigues/Folhapress.

Al menos eso parecen indicar iniciativas como las de Plaza Roosevelt (una región abandonada del centro histórico que fue ocupada y convertida en un polo teatral), el Largo da Batata (un centro de comercio y transportes que viene consolidándose como un escenario de diversidad cultural), el Parque Augusta (reivindicado por vecinos y colectivos como un espacio verde contra el avance inmobiliario) y la avenida Paulista (donde músicos y artesanos ganaron una batalla con el municipio para ocupar un paseo), por citar algunos ejemplos.

Hay también otras ocupaciones del espacio público, como las del movimiento “Brasil Libre”, que propone la destitución presidencial y que ha llevado a la calle a algunos que proponen un régimen militar. A pesar del nombre, no ven en las catracas obstáculo alguno.

Al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, considerado una referencia por este movimiento, se le adjudica la iniciativa de querer instalar barreras giratorias en el recinto, a partir de agosto.

El propósito: evitar que ingresen a “la casa del pueblo” quienes no están autorizados para circular por allí, principalmente en los días de votación, pues se ha detectado que “hay intrusos ocupando un lugar que no les corresponde”. Toda una argumentación.

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Por qué Brasil no tiene rock http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/21/por-que-brasil-no-tiene-rock/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/05/21/por-que-brasil-no-tiene-rock/#respond Thu, 21 May 2015 17:51:27 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1454 Continue lendo →]]> POR CARLOS TURDERA, DE SÃO PAULO

“Bueno, vos viste que el rock en Brasil no existe…”, me dijo uno de los integrantes de Fernández Fierro -la orquesta de doce jóvenes recién salidos del conservatorio, que renovó la escena del tango argentino-  cuando les pregunté, en su primera presentación en São Paulo, en febrero de 2007, qué conocían y qué les parecía el rock que se hacía por aquí.

El músico no estaba siendo peyorativo o exageradamente elogioso, dos posibles significados para ese “no existe” argentino. Describía, con la contundencia que los 20 años de edad le imprimen a cualquier respuesta, el escaso material que él etiquetaría como #RockBrasil.

La pregunta venía al caso porque, a pesar de ofrecer un repertorio típicamente tanguero (con arreglos innovadores, pero siempre dentro del género), sus integrantes tenían, en promedio, esa edad en que se suele escuchar más música “rebelde” que otra cosa.  Pero también porque su puesta en escena recordaba mucho a la irreverencia del rock.

Una guitarra en la avenida Paulista, en São Paulo, para conmemorar los 30 años de Rock in Rio. Fotografía: Carlos Turdera.

Una guitarra en la avenida Paulista, en São Paulo, para conmemorar los 30 años de Rock in Rio. Fotografía: Carlos Turdera.

Nación samba

No puede decirse que el rock brasileño no existe. Hay artistas de gran notoriedad cuyas canciones, por ejemplo, fueron música de fondo para luchas generacionales asociadas con el rock. Algunos llegaron a desafiar a la dictadura militar, clamando por elecciones directas en los años 80, en un gesto que es la esencia misma de la actitud roquera en cualquier latitud: la contestación al sistema.

No puede decirse tampoco que no haya medios para su difusión. Hay estaciones de FM especializadas, radios web, señales de TV, publicaciones y estructura apropiada para shows masivos. El propio gobierno municipal de São Paulo promueve artistas del género en grandes eventos, como la “Virada Cultural”, 24 horas de espectáculos al aire libre, en que los escenarios suelen llenarse cuando se presentan atracciones internacionales.

No obstante, los locales en esos medios aparecen diluidos en un tsunami de nombres extranjeros y por ello es bastante común que un “gringo” (como llaman aquí a cualquier visitante de otro país) no tenga muchas referencias cuando se le pregunta sobre el rock brasileño. Lo mismo ocurre cuando un brasileño busca acertar el nombre de algún músico popular latinoamericano. Ya cuando se le pregunta sobre estrellas del rock norteamericano o europeo, la cosa cambia.

Es que en el trópico la producción musical es tan grande y diversa que el rock no alcanza masa crítica. Puede que se escuche bastante rock, pero se produce poco. Agreguése a ello el hecho de que aquí casi todo se mezcla, en una suerte de gran licuadora sincrética, lo que da como resultado el samba-rock, el mangue-beat, el rock-MPB (Música Popular Brasileña), el rap-rock o el trop-rock, sin contar los híbridos con la electrónica.

En el festival Tomorrowland, en São Paulo, se presentaron cientos de DJs. Fotografía: Carlos Turdera.

En el festival TomorrowLand, en São Paulo, se presentaron cientos de DJs. Fotografía: Carlos Turdera.

País continental

Brasil ha creado uno de los más grandes festivales de rock del mundo, Rock in Rio, que ya lleva 15 ediciones, en las que ha reunido a 7,7 millones de espectadores, según datos de los organizadores. Pero sólo cinco de esos eventos fueron realizados en su ciudad natal, donde su coherencia conceptual ha sido cuestionada, aún desde el entretenimiento, por ser escenario para celebridades como Beyoncé, Ivete Sangalo, Claudia Leite y David Guetta, entre otros.

El 17 de mayo pasado, la marca celebró haber reunido a 172.000 personas en Estados Unidos, con Bruno Mars como atracción central y una lista de artistas brasileños más vinculados a ritmos danzantes que a aguerridos riffs eléctricos. Este año, el festival conmemora 30 años de vida. Para los siete días que durará la programación en Brasil, las entradas estuvieron a la venta durante 24 días, a unos 125 dólares por fecha, incluyendo hospedaje y transporte hasta la Ciudad Rock desde las terminales de Río.

A efectos comparativos, la primera versión del festival TomorrowLand ostentaba, dos semanas antes, en la bucólica campiña de São Paulo, un poder de convocatoria en los moldes de Woodstock, pero con la celeridad de la era digital: 180.000 entradas vendidas en apenas tres horas para tres días de ritual en torno de una centena de DJs electrónicos. El precio de la fiesta: de 300 a 850 dólares.

Un dato más: este miércoles 20 de mayo, los diez primeros lugares en el iTunes de Brasil para la categoría “rock” eran ocupados, en orden ascendente, por dos temas de los Beatles, uno de Pink Floyd, una balada acústica de Scalene (banda en ascenso, formada en  Brasilia), cinco canciones de Legião Urbana (también de Brasilia, pero de los años 80-90) y un título de Malta en el primer puesto (banda de São Paulo, de “rock romántico”, que en 2014 ganó un concurso televisivo).

Otra postal del festival de música electrónica Tomorrowland. Fotografía: Carlos Turdera.

Otra postal del festival de música electrónica TomorrowLand. Fotografía: Carlos Turdera.

Funk the world

En São Paulo existe un edificio de seis pisos, de formas onduladas, que alberga 450 locales comerciales. Allí es posible encontrar material suficiente para fundar una Universidad del Rock. Tras la extinción de las disquerías que le dieron origen, el lugar se reinventó como Galería de Rock y hoy es la meca de quien busca ropas, tatuajes y accesorios de moda.

Muy cerca de allí está la esquina más famosa de la ciudad, la de Ipiranga y Avenida São João, que, si no fuera cantada en “Sampa” por Caetano Veloso, bien podría inspirar un tema de rock. Lo mismo que otras composiciones, como “No existe amor en SP” (Criolo), “Punk da periferia” (Gilberto Gil) o “Augusta, Angélica e Consolação” (Tom Zé), que tienen una poética próxima del rock urbano.

Y, para completar, si géneros como la MPB, el hip-hop o el samba producen letras que no desentonarían en un clásico 4/4, la carga transgresora y contestataria más extrema de Brasil hoy no está en el rock, sino en el funk, ese ritmo afro que es el menos políticamente correcto entre los géneros “rebeldes”, resistido incluso por la misma gente del rock. Tal vez a eso se refería el joven tanguero al decir que el rock en Brasil no existe. Pero eso es tema para otro post.

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La “argentinización” de Brasil http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/03/23/la-argentinizacion-de-brasil/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/03/23/la-argentinizacion-de-brasil/#comments Mon, 23 Mar 2015 16:32:43 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1384 Continue lendo →]]> POR FEDERICO CORNALI, DE SÃO PAULO

Para bien o para mal, el imaginario brasileño ha catalogado a los argentinos como inconformistas crónicos y seres sumamente politizados, entre muchas otras características.

“En tu país, le preguntás a cualquiera de política y te da una cátedra sin siquiera haber terminado la escuela primaria” o “ustedes saben de derechos y no se guardan nada; si algo no les gusta, salen a la calle a manifestarse”, eran frases que los argentinos se acostumbraron a escuchar apenas atravesaban la frontera y entablaban alguna conversación en “portunhol”.

El brasileño promedio solía ser relajado y observaba todo aquello como un mero espectáculo televisivo, admirando o despreciando esa tensión continua en el país de “los hermanos”. Esas imágenes que la pantalla les traía eran procesadas como sucesos lejanos que formaban parte de una realidad ajena a la suya. Como si fueran escenas de una novela más.

Eso no significa que Brasil tenga una historia poco compleja, de cómodo trazado. Todo lo contrario. Tampoco quiere decir que movimientos sociales de relevancia sean harina de otro costal por aquí.

A comienzos de marzo, mientras Dilma Rousseff hablaba por televisión los brasileños hicieron sonar sus cacerolas, en ciudades como São Paulo y Belo Horizonte. Fotografía: Eduardo Anizelli/Folhapress.

A comienzos de marzo, mientras Dilma Rousseff hablaba por televisión, los brasileños hicieron sonar sus cacerolas, en ciudades como São Paulo y Belo Horizonte. Fotografía: Eduardo Anizelli/Folhapress.

Nadie puede discutir -por poner un ejemplo- la importancia que tuvieron las marchas entre 1983 y 1984 que pedía elecciones directas y buscaban derogar un sistema electoral legado por la dictadura.

La cotidianeidad de las protestas, huelgas y manifestaciones de tipo variado con epicentro en Buenos Aires, lograron que en Brasil se acuñara el término “viramos [nos transformamos en] Argentina” cuando en junio de 2013, algunos meses antes  y durante el Mundial 2014  miles de manifestantes salieron a la calle para protestar con metodología “piquetera”, importada desde Argentina, adueñándose de las calles y bloqueándolas, para darle mayor contundencia al reclamo de turno.

AQUEL JUNIO DE 2013

Lo cierto es que si hablamos en términos de inconformismo social y presencia masiva en las calles, Brasil lleva ya un tiempo “imitando” los hábitos del vecino.

Las manifestaciones de junio de 2013, que comenzaron con poco más de 200 estudiantes del movimiento Passe Livre protestando por el aumento de la tarifa del transporte público, fueron el gran detonante.

“Vem pra rua” (“Ven a la calle”) se convirtió en el  grito de guerra. Y lo que empezó con el descontento de un grupo aparentemente aislado, terminó siendo material de primera plana de todos los medios de comunicación.

Acto organizado en enero de este año por el movimiento Passe Livre en contra del aumento de la tarifa del ómnibus. Fotografía: Eduardo Anizelli/Folhapress.

Acto organizado en enero de este año por el movimiento Passe Livre en contra del aumento de la tarifa del ómnibus. Fotografía: Eduardo Anizelli/Folhapress.

Así, antes de que terminara ese junio, el más rupturista de la historia brasileña, eran 353 las ciudades alcanzadas por las chispas de la protesta. En ese momento, se estimaba que el promedio superaba las 22 marchas diarias en todo el país.

La corriente, lejos de serenarse, continuó a puro vigor. La Copa de las Confederaciones de 2013 y el Mundial de 2014 levantaron a multitudes que bramaban contra los multimillonarios costos de los faraónicos estadios construidos para el torneo de fútbol. Las batallas campales contra las fuerzas del orden eran una constante.

El viernes 13 y el domingo 15 pasados, decenas de miles de personas volvieron a tomar la calle, en lo que pareció ser una continuación de las manifestaciones de 2013 y 2014, aunque con diferentes propósitos.  Las movilizaciones del viernes fueron en casi 50 ciudades y tuvieron como eje principal el apoyo a la presidenta brasileña Dilma Rousseff.

El domingo, fue todo lo contrario: las manifestaciones multitudinarias se extendieron por diferentes capitales de todo Brasil con el objetivo de denunciar la  corrupción en la estatal Petrobras, protestar contra la crisis económica y el aumento de los impuestos.

Algunos, un tanto más extremos, pedían el juicio político de la presidenta brasileña y una minoría  reivindicaba el regreso de los militares al poder.

No serán estas las últimas manifestaciones de los diferentes sectores sociales y tampoco tienen por qué continuar presentándose con esta morfología: a favor o en contra del Partido de los Trabajadores (PT) y de Rousseff.

Integrantes de la Central Única de los Trabajadores (CUT) y otras centrales sindicales  organizaron un acto en defensa de los derechos de los trabajadores, el pasado 13 de marzo. Fotografía: Eduardo Anizelli/Folhapress.

Integrantes de la Central Única de los Trabajadores (CUT) y otras centrales sindicales organizaron un acto en defensa de los derechos de los trabajadores, el pasado 13 de marzo. Fotografía: Eduardo Anizelli/Folhapress.

“Se trata de una sociedad civil brasileña renovada, más informada y educada, que continúa teniendo que vérselas con instituciones del siglo pasado, anacrónicas, que ya no atienden a los nuevos deseos de la población”, resumió hace algún tiempo el psicoanalista brasileño Jorge Forbes.

DÓLAR E INFLACIÓN 

Convertirse en “Argentina o Venezuela” fue una frase muy popularizada durante las últimas elecciones de octubre de 2014, sobre todo entre las élites, como un augurio del peor futuro para Brasil bajo el mandato de Dilma.

La devaluación que sufrió el real  frente el dólar en el último tiempo es uno de los indicadores que encendieron las alarmas. Pasó en poco menos de un año de 2, 25 a 3,25 y alcanzó el nivel más bajo desde 2003. Algunos economistas aseguran que podría subir  hasta cuatro reales por cada dólar.

En Argentina, las restricciones para comprar dólares impuestas por el gobierno se han ido endureciendo paulatinamente. Como consecuencia de la imposibilidad de adquirir la divisa norteamericana legalmente, se aceleró su cotización en el mercado negro o paralelo, en donde puede conseguirse un dólar a cambio de 13 pesos. Los pocos que pueden comprar dólares al cambio oficial tienen que desembolsar 8, 67 pesos por cada dólar.

El 15 de marzo pasado una multitud llenó la avenida Paulista en una protesta anti PT y anti Dilma, en São Paulo. Fotografía: Reinaldo Canato/Folhapress.

El 15 de marzo pasado una multitud llenó la avenida Paulista en una protesta anti PT y anti Dilma, en São Paulo. Fotografía: Reinaldo Canato/Folhapress.

En Venezuela también existían trabas para conseguir dólares, pero desde hace poco más de un mes, debido a la crisis económica que vive aquel país, se puede cambiar la moneda norteamericana por bolívares legalmente con cuatro tasas diferentes.

No obstante, el mercado paralelo sigue siendo una de las fuentes principales de compra de dólares y el valor de la divisa norteamericana oscila todos los días: la semana pasada, se ubicó en 260 bolívares por dólar, mientras que el cambio oficial del Banco Central de Venezuela estaba en 190.

El aumento de la inflación también es uno de esos puntos que pueden emparentar a los tres países  hermanos. Venezuela, con una inflación del 68,5% en 2014, reconoció en febrero pasado que tiene la inflación más alta del mundo.

En Argentina, de acuerdo con el “Índice Congreso”, la inflación de 2014 fue del 31,43% anual, mientras que las mediciones oficiales del INDEC indican que el aumento de precios el año pasado fue del 23,9%.

En Brasil, el estimado anual actualmente se acerca al 8% (el más alto en los últimos 10 años), pero se mantiene muy lejos de los altísimos porcentajes de inflación de Venezuela y Argentina.

Miles de manifestantes tomaron la avenida Paulista en junio de 2013. Fotografía: Marcelo Justo/Folhapress.

Miles de manifestantes tomaron la avenida Paulista en junio de 2013. Fotografía: Marcelo Justo/Folhapress.

CACEROLAZOS

Otra  forma de protesta que se ha vuelto costumbre en Brasil es el “ panelaço” o “cacerolazo”, instalado principalmente en los barrios de clase media alta. Consiste en golpear ollas o sartenes durante los discursos de Dilma o de algún ministro de su gobierno.

En Argentina, el “cacerolazo” ya es parte del folclore nacional. La primera vez que las personas salieron a golpear sus cacerolas fue en 1996 para mostrar el descontento con el gobierno de Carlos Saúl Menem.

Uno de los más resonantes, que dio la vuelta al mundo y provocó la salida del entonces presidente Fernando de la Rúa, fue el cacerolazo del 19 de diciembre de 2001. Volvieron en 2008, con el conflicto entre el gobierno de Cristina Kirchner y los productores agropecuarios.

Un último punto en el que los dos países se parecen mucho es en la “Ley de Medios” (“Lei da Mídia”, en portugués), aunque en Brasil, por ahora, sólo es materia de debate. La coyuntura pasó por encima de esta ley que pretende hacer primar el derecho humano sobre el mero servicio comercial.

Para establecerla, los defensores del proyecto señalan a la Argentina como un ejemplo de apertura del juego y eliminación de los monopolios de comunicación. Pero los detractores buscan la refutación más fácil: “Si seguimos el ejemplo de Argentina, así terminaremos…”.

 

Cacerolazo en Buenos Aires contra la presidenta argentina Cristina Kirchner, en 2012.  Fotografía: Daniel Garcia - 8.nov.2012/AFP.

Cacerolazo en Buenos Aires contra la presidenta argentina Cristina Kirchner, en 2012. Fotografía: Daniel Garcia – 8.nov.2012/AFP.

El término “argentinización” es mirado de reojo en Brasil, sobre todo por su connotación negativa.

Sin embargo, abandonar una posición cómoda para hacerse escuchar y mostrarse en desacuerdo -sin recurrir a la violencia- acelera el proceso de purificación y aceita los mecanismos de cualquier democracia.

Si haberse “argentinizado” significa que el brasileño dejó de mirar todo “por encima del muro” para tomar una postura, ser parte y construir, quedará pendiente entonces una revisión del sentido que se le otorga al tan castigado término.

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"Tarifazo" con sabor a negocio http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/01/08/tarifazo-con-sabor-a-negocio/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2015/01/08/tarifazo-con-sabor-a-negocio/#respond Thu, 08 Jan 2015 16:53:02 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1261 Continue lendo →]]> POR EDU SOTOS (@Edu_Sotos), DE RÍO DE JANEIRO

Es mediodía en Río de Janeiro, la temperatura ronda los 40 grados y una multitud se agolpa debajo de la escasa sombra que proyecta una parada de autobús en la playa de Flamengo.

Entre las personas que allí esperan son muchos los que revuelven sus monederos a la caza de los 40 centavos extra que desde el sábado pasado (3) tendrán que pagar por cada viaje que realicen. Un aumento del 13,3%, (de 3 a 3,40 reales) por viajar en unos autobuses viejos y sin aire acondicionado, que a muchos les suena a broma pesada.

Algo así como la promesa del alcalde de Río, Eduardo Paes (PMDB), quien prometió el 100% de los autobuses con aire acondicionado para 2016, algo que en la actualidad solo cumple el 28% de la flota.

“Nunca sudar me había costado tanto dinero, por lo menos espero adelgazar”, comenta entre risas Isadora Nunes, una trabajadora doméstica de 46 años que cada día emplea unas tres horas y 4 autobuses (entre ida y vuelta) para desplazarse desde la Baixada Fluminense para trabajar en diferentes hogares de la zona sur de Río.

Al igual que ella, miles de trabajadores de toda la ciudad deberán pagar al menos 80 centavos más por día, 1,60 reales en caso de no disponer del billete único, para desplazarse a su lugar de trabajo.

Un gasto fijo que el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) sitúa en torno al 15% de los ingresos mensuales de los trabajadores brasileños y que, en algunos casos, puede suponer hasta el 70% de los ingresos mensuales de quienes obtienen el salario mínimo (678 reales).

Pero Río no está sola. Desde el martes (6) los habitantes de la megalópolis São Paulo pasaron a pagar de 3 a 3,50 reales por viaje en metro y autobuses.

Un aumento  mayor al de Río que  el alcalde, Fernando Haddad, anunció el pasado 26 de diciembre e indicó que considera por debajo de la variación en la inflación que, según él, supondría un aumento hasta los 3,75 reales por trayecto.

Se trata de una auténtica locura si se piensa que, en junio de 2013, un aumento mucho menor dio lugar a una de las mayores protestas ciudadanas que se recuerdan en Brasil desde el fin del periodo militar (1964-1985), encabezadas por el Movimento Passe Livre (MPL), que terminaron por obligar a los alcaldes de varias ciudades de todo el país a congelar las tarifas y negociar la posibilidad de aplicar la gratuidad del transporte público para  los estudiantes universitarios y de escuelas técnicas.

Esta promesa la ciudad de São Paulo podría aplicarla a partir de febrero, aunque aún continúa en el aire a la espera de la reglamentación de la  alcaldía.

Pero el MPL está de vuelta y desde hace una semana convoca a diferentes actos de protesta en todo el país.

El pasado lunes, cientos de personas se reunieron en el Largo de São Francisco, en Río de Janeiro, para protestar por el aumento de la tarifa mientras que, en São Paulo, el MPL organizó el acto “Clase Abierta Contra la Tarifa” frente al ayuntamiento.

Un acto que, irónicamente, contó con la presencia del hijo del alcalde, Frederico Haddad, que abandonó el lugar al ser reconocido por la prensa local y algunos de los presentes.

No obstante, el gran acto del MPL tendrá lugar  el próximo viernes (9) a las 17, frente al Teatro Municipal de São Paulo, ciudad que en 2013 lideró las protestas ciudadanas contra el “tarifazo”.

Una movilización que tendrá su equivalente carioca exactamente a la misma hora en la región de Cinelandia, la misma que concentró las manifestaciones más violentas que se recuerdan en Brasil a manos de los hoy en día desaparecidos “Black Blocs”.

Y es que, más allá de la necesidad de adaptar los precios a la inflación del 6,86% que golpea el bolsillo de los brasileños, son muchas las voces de técnicos que valoran el aumento como completamente desproporcionado e interesado, especialmente en el caso de Río de Janeiro, que incluso ha sido denunciado esta semana por el Ministerio Público sin éxito.

Desde que Paes asumió la alcaldía en 2009, el precio de los billetes en la ciudad aumentó un 54,54%, es decir, un 38,6% más que la inflación durante el periodo, de acuerdo con  los cálculos del profesor del Instituto Brasileño de Mercado de Capitales (IBMEC), Gilberto Braga.

En declaraciones al diario Extra, el profesor de la Fundación Getulio Vargas (FGV), Marcus Quintella, señaló que la suba está por encima del aumento en el precio del diesel y de los salarios de los trabajadores de transportes, a la vez que indicó que “las cuentas no son claras” y que el detalle técnico de la tarifa “debería ser abierto a la ciudadanía que tiene derecho a saber cómo está calculado”.

Llegados a este punto, solamente los intereses políticos y empresariales podrían explicar un aumento calificado como “inexplicable” por los expertos.

Basta con observar la reducción aprobada en 2010 por el gobernador de Río de Janeiro, Sérgio Cabral (PMDB), del 2% al 0,01% del Impuesto sobre Servicios (ISS) a las empresas de transportes, dejando de recaudar así 33 millones de reales por año.

A esto se suma la exención en el pago del Impuesto sobre la Circulación de Mercancías y Prestación de Servicio (ICMS), que aportaba 100 millones de reales anuales al ayuntamiento, o la reducción del 50% en el Impuesto sobre la Propiedad de Vehículos Automotores (IPVA), dejando con ello de percibir 36 millones de reales anuales.

Se trata de un ahorro estimado de 169 millones de reales para las compañías de autobuses de Río de Janeiro, basado en decretos firmados por Cabral.

La falta de transparencia y la connivencia más que evidente entre las autoridades de la ciudad y el estado de Río de Janeiro con personas como el empresario Jacob Barata, llamado el “rey de los autobuses” y propietario del Grupo Guanabara -con una flota de 4200 autobuses y más de 20.000 trabajadores- da que pensar a la hora de valorar un aumento que con mayor o menor impacto -dependiendo de la ciudad- recaerá directamente sobre los bolsillos de la clase trabajadora de todo el país.

Un claro abuso que este miércoles (7) adquirió notas de surrealismo cuando el secretario de Transportes de Río de Janeiro, Rafael Picciani, anunció que podría reducir un 25% la flota actual de autobuses hacia 2016, alegando una “racionalización” de la flota, tras el inicio del servicio BRT (Transporte Rápido en Bus, por su sigla en inglés) en la ciudad y “cumplir con la meta” de aire acondicionado en el 100% del servicio para el próximo año.

En conclusión, peores servicios para los ciudadanos que tendrán que pagar más para apretarse dentro de los cada vez más escasos autobuses. Mientras tanto, los empresarios del sector ganarán más y se ahorrarán millones en renovar una flota de autobuses antiguos con conductores y cobradores con sueldos ridículos.

En este contexto de precarización del transporte público, la reactivación del  MPL parece ser la única esperanza para unos ciudadanos que, si bien tomaron las calles por 25 centavos en 2013, no parecen dispuestos a movilizarse en 2015.

Un año que todos los economistas, incluido el nuevo ministro de Hacienda, Joaquim Levy, señalan como el año en el que los brasileños de a pie tendrán que apretarse el cinturón.

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Brasil, el emergente que se hunde http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/12/11/brasil-el-emergente-que-se-hunde/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/12/11/brasil-el-emergente-que-se-hunde/#comments Thu, 11 Dec 2014 14:15:36 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1232 Continue lendo →]]> POR LUNA GÁMEZ (@LunaGamp) Y JOSÉ BAUTISTA (@JoseAntonio_BG), DE RÍO DE JANEIRO

En plena vorágine nazi en Europa, un tal Stefan Zweig se mudó con su señora a Río de Janeiro y escribió un libro llamado “Brasil, país del futuro”. En los albores de este nuevo milenio los brasileños sintieron que acariciaban con la punta de los dedos ese futuro al que Zweig hacía referencia.

Brasil y otros países de América Latina vivieron su particular década de oro: la pobreza y el analfabetismo perdieron protagonismo, el hambre cedió paso a ese problema tan moderno llamado malnutrición y muchas familias humildes enviaron a sus hijos a la universidad.

Sin embargo, Brasil revive estos días algunas de sus viejas pesadillas. Dos meses después de unas elecciones marcadas por la situación económica, la reelecta Dilma Rousseff lanza los primeros mensajes de “austeridad” y nombra ministro de Economía a Joaquim Levi, un ortodoxo formado en la liberal Escuela de Chicago.

Brasil ya no es aquel joven musculoso que entró pisando fuerte en la primera división de la economía mundial hace diez años. El gigante sudamericano va dejando atrás el título de emergente y se cuelga el cartel de “convergente”.

A mitad de 2014, saltaron las alarmas cuando la economía brasileña entró en lo que la jerga financiera denomina “recesión técnica”, es decir, dos trimestres de crecimiento negativo.

La confianza de los consumidores, un indicador muy útil para medir la temperatura de la economía, cayó a niveles de 2002, época marcada por la crisis de confianza y la repetición del temido “efecto caipirinha”.

Gráficos de crecimiento PIB, inflación y confianza de los consumidores. Luna Gámez y José Bautista.

Gráficos de crecimiento PIB, inflación y confianza de los consumidores. Por Luna Gámez y José Bautista.

Brasil sufre lo que los economistas llaman estanflación: a pesar de que la economía y el consumo no crecen, los precios siguen empeñados en engordar. La inflación ya se sitúa en torno al 6,5% anual, la línea roja establecida por el gobierno de Dilma Rousseff. No es difícil encontrar el kilo de tomates a 10 reales (en torno a cuatro dólares) en los supermercados de Río de Janeiro.

“Todo se debe a la crisis internacional”

Se habló mucho de fútbol y poco de economía durante el Mundial. Brasileños y extranjeros se aferraban a su lata de cerveza y fijaban la mirada sobre la pantalla mientras institutos económicos, agencias y analistas se estremecían ante las nuevas predicciones: Brasil en recesión, Brasil y la inflación, Brasil y la especulación, ¡GOL!

Las lágrimas de los brasileños seguían humedeciendo el ambiente tras la derrota ante Alemania cuando, dos días después, el ministro de la Presidencia, Gilberto Carvalho, mano derecha de Rousseff y del ex presidente Lula, confesó en un encuentro personal: “No tenemos un remedio mágico, un mes antes de las elecciones somos conscientes de las dificultades, de la coyuntura internacional”.

La economía de Brasil no pasa por su mejor momento porque la situación internacional está fea. Ese sigue siendo el argumento number one del gobierno.

Los pesos pesados de Europa están en coma, Estados Unidos resopla de alivio por un raquítico 2% de crecimiento, el real se devaluó un 8% frente al dólar este año (lo que encarece las importaciones) y los principales indicadores macroeconómicos de China, primer destino de las exportaciones brasileñas, emprenden el descenso tras dos décadas de intensa escalada. Carvalho tenía razón…pero no toda.

Recordemos que Brasil hizo bien los deberes durante lo peor de la crisis (2009) y la hecatombe financiera apenas le salpicó los talones. En 2010, el gigante sudamericano  creció nada más y nada menos que un 7,5%. Aunque lo peor de la crisis quedó atrás, las autoridades brasileñas siguen escasas de humildad para reconocer sus desaciertos.

Para empezar, Brasil conserva las debilidades del pasado: ahora no depende abiertamente de Estados Unidos, sino de China; ya no tiembla cuando cae el precio del café o del caucho, sino cuando se abaratan los metales, el petróleo y ciertos alimentos como la soja y el azúcar (ver gráficos más abajo).

Brasil y sus vecinos redistribuyeron la abundancia en época de vacas gordas pero no supieron diversificarse ni moderar el optimismo. Ahora llegaron los tiempos de vacas flacas.

Gráficos con precios de ciertas materias primas. Por Luna Gámez y José Bautista.

Gráficos con precios de ciertas materias primas. Por Luna Gámez y José Bautista.

Brasil, que todavía está de resaca tras albergar el Mundial más caro de la historia (en torno a 12.000 millones de dólares frente a los 3500 que el gobierno estimó inicialmente, sin mencionar el impacto de los días festivos decretados), tiene que importar petróleo refinado porque no tiene capacidad para procesar sus reservas, las mayores de la región por detrás de Venezuela.

Ni la exención de impuestos a los 34.000 millones de dólares generados por la FIFA y sus socios, ni la polémica decisión de disminuir y anular las multas millonarias a grandes empresas, ayudan al Estado brasileño a afrontar sus responsabilidades.

Ahora Brasil busca financiación privada en los mercados internacionales y su deuda pública escala al 60%, mientras que los ahorros de las familias caen a su nivel más bajo de los últimos 14 años y el gobierno desenfunda la “tijera del ahorro”.

Hará falta un milagro para que los recortes no vayan directamente hacia los programas de distribución de renta que mantienen en la frontera de la pobreza a millones de brasileños.

Otro pequeño reproche: las cifras oficiales esconden la verdad.

El 40% de los trabajadores brasileños se gana la vida recogiendo latas (catadores), vendiendo pañuelos en los semáforos y realizando otras actividades sin ningún tipo de contrato o paraguas legal, mientras el gobierno se felicita porque el desempleo es del 5% y califica como clase media a las familias que ingresan más de 540 dólares al mes. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

“El problema es que no llueve”

El clima está cambiando a marchas forzadas y los brasileños están entre los primeros en sentirlo en carne propia.

Varias regiones de este gigantesco país sufren la peor sequía de las últimas tres décadas, entre ellas São Paulo, corazón industrial y financiero de la mayor economía de América Latina. La lluvia debería llenar de agua las represas hidroeléctricas de Brasil, que producen más de dos tercios de la electricidad que consumen los brasileños.

El gobierno puso en marcha un plan de emergencia en febrero de 2014 para acelerar la producción de energía en centrales termoeléctricas, que funcionan con combustibles fósiles, contaminan una barbaridad y son caras.

Resultado: el precio de la luz subió y todos lo notaron, desde las fábricas y los restaurantes hasta los hogares. Además, la falta de lluvia merma las cosechas, lo que da lugar a escasez de alimentos y aumento de los precios. La inflación de Brasil tiene mucho que ver con la sequía, cierto…pero hay más explicaciones.

El gobierno brasileño negó durante mucho tiempo los riesgos de la sequía. Izabella Teixeira, ministra de Medio Ambiente, se sintió ofendida en julio al ser interrogada sobre el derroche energético en Brasil (minutos antes presumía de los eficientes estadios construidos para el Mundial).

Varios medios de comunicación y políticos alimentan el miedo a los apagones eléctricos y a que se repitan los racionamientos de energía que Brasil vivió en 2001, mientras el gobierno responde con otra exageración: la sequía es “transitoria” y no es un problema mayor, por lo que no hay nada de qué preocuparse.

Por otro lado, los brasileños cada vez son más numerosos y consumen más. Sin embargo el nivel de producción industrial de Brasil disminuyó en los últimos años y los elevados intereses de los préstamos repelen a los empresarios que deberían invertir para ampliar la capacidad productiva del país. Al haber menos oferta y más demanda que antes, los precios aumentan.

La economista Dilma Rousseff apostó fuerte por la inversión pública en infraestructura (carreteras, aeropuertos, etc.) pero dejó en segundo plano la capacidad productiva. Ahora el gobierno comenta las dificultades de la sequía mientras cierra el grifo del crédito para que los precios dejen de subir. Hace una semana supimos que el Banco Central de Brasil elevó al 11,75% los tipos de interés (precio que pagan los bancos por comprar dinero al Estado).

“Los brasileños son corruptos y perezosos”

Un argumento triste, doloroso y carente de base que se desmonta por sí solo. Empecemos por la corrupción: la patronal industrial de São Paulo calcula que la corrupción es una herida por la que cada año se desangra el 2,3% del PIB brasileño.

Este mes Transparencia Internacional situó a Brasil en el puesto 69 del Índice de Percepción de la Corrupción, junto a Italia y Senegal. La corrupción es un serio problema y el gobierno de Rousseff está dando pasos firmes para combatirla (véase la ambiciosa ley aprobada en mayo contra la evasión fiscal y la corrupción política), pero no es la principal causante del enfriamiento económico.

Mientras tanto, la pereza es uno de los prejuicios propios que persisten en el imaginario de muchos brasileños. Ese argumento también se cae con una ligera brisa: los brasileños son trabajadores y dedican una media de 44 horas semanales a su labor, más que los japoneses (43 horas), los chinos (40 horas) y los alemanes (38).

La falta de tecnología, los bajos niveles de formación y los problemas sociales son los verdaderos causantes de la baja productividad de Brasil que muchos confunden con la pereza.

“La productividad no depende tanto de la cualificación del trabajador, sino de la intensidad con que las innovaciones tecnológicas son implementadas en el proceso productivo”, dijo recientemente un economista de la Universidad de Campinas (São Paulo) a la cadena británica BBC.

A pesar de las interminables jornadas laborales y los bajos salarios, cada trabajador brasileño produce una media de 10,8 dólares por hora, mientras que en Argentina la media es de 13,9 dólares y en México 16,8.

De momento, ya han puesto las primeras piedras: Brasil lleva varios años promoviendo los cursos de formación profesional, acelerando su presupuesto para investigación y financiando a pequeñas y medianas empresas para que inviertan en nuevas tecnologías e innovación.

Brasil cuenta con todos los ingredientes para dejar de ser el “país del futuro” y convertirse en el país del presente. Con todos menos uno: la memoria para no repetir los errores del pasado que hoy vuelven a pasar factura.

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La economía solidaria florece en Brasil http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/08/08/la-economia-solidaria-florece-en-brasil/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/08/08/la-economia-solidaria-florece-en-brasil/#comments Fri, 08 Aug 2014 15:51:08 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=1005 Continue lendo →]]> POR LUNA GÁMEZ Y JOSÉ ANTONIO BAUTISTA, DE RÍO DE JANEIRO

Mayara tiene 53 años, es costurera por cuenta propia y vive en la favela del Preventorio, situada en la ciudad de Niterói, frente a la capital carioca. Ninguno de sus intentos de abrir una cuenta bancaria sirvió ya que no tiene domicilio registrado, ni salario, ni declaración de la renta.

En enero de este año, Mayara abrió por fin una cuenta a través del Banco Preventorio, un banco comunitario con moneda propia que surgió en el estado de Río de Janeiro. “Se acabó lo de esperar de pie durante horas para pagar el recibo de la luz y el agua”, comenta esta vecina.

El 41,9% de los brasileños mayores de edad, es decir, 55 millones de adultos, no pueden acceder a los servicios bancarios en Brasil, según los datos de 2013 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

Esta población mueve cada año una cantidad de dinero equivalente al PIB de países como Singapur o Chile (aproximadamente 340 millones de dólares según los datos de 2013 del Banco Mundial). Por si fuera poco, el Banco Central de Brasil estima que 1900 municipios del país todavía no disponen de una sucursal bancaria física.

Este país es testigo del auge de numerosos programas de economía solidaria que están surgiendo por y para la comunidad en un escenario de desigualdades y exclusión.

Brasil es uno de los países con mayor brecha social de América Latina, que a su vez es la región más desigual del mundo, según datos de 2012 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

A partir del desinterés por parte de los bancos de acercar sus servicios a los brasileños de menor renta, diversas comunidades están tomando las riendas para reactivar la economía local y aliviar la disparidad de ingresos.

Para entender el auge de estas iniciativas en el gigante latinoamericano hay que remontarse a 1998, el año en que nació el principal referente de la banca comunitaria en Brasil: el Banco Palmas. “La pobreza no es una sentencia”, sostiene Joaquim de Melo Neto, fundador del banco y actual director de la Red Brasileña de Bancos Comunitarios.

Impulsada por los vecinos de Palmeiras, el barrio con menor renta per cápita de Fortaleza (la capital del estado de Ceará y la segunda ciudad más desigual de Brasil), hoy en día esta institución ofrece programas de capacitación, microcréditos y microseguros, entre otros servicios, a más de 100.000 ciudadanos.

Al mismo tiempo, el Banco Palmas otorga asesoramiento a los 104 bancos comunitarios con moneda social que hay en la geografía brasileña.

Francisco Silva ofrece descuentos para quienes pagan con prevês en su bar con vistas a Río de Janeiro. Fotografía: José Bautista

Francisco Silva ofrece descuentos para quienes pagan con prevês en su bar con vistas a Río de Janeiro. Fotografía: José Bautista

“No existe territorio pobre y sí territorio que se empobrece; si no reviertes en tu comunidad, el de fuera tampoco lo hará”, puntualiza Asier Ansorena, asesor de crédito del Banco Palmas, mientras nos desgrana el funcionamiento de esta entidad.

Según este joven economista, los microcréditos juegan un papel importante para que las monedas sociales cumplan su objetivo: fortalecer la economía local.

A través del Banco Palmas, la comunidad tiene la posibilidad de acceder a préstamos -tanto en reales brasileños como en palmas, la moneda social de la comunidad- que oscilan entre los 250 y los 6000 dólares y cuentan con unos intereses variables según el monto del microcrédito.

Siguiendo el ejemplo de los habitantes de Palmeiras, cada vez más comunidades y municipios de Brasil toman un papel activo en la transformación social y deciden crear su propio banco para impulsar la economía local, combatir la desigualdad y generar más oportunidades entre los moradores.

Un ejemplo representativo de este tipo de iniciativas es el Banco Comunitario do Preventorio, que recibe su nombre de la favela que lo vio nacer en la ciudad fluminense de Niterói.

Este proyecto de economía solidaria surgió en 2011 a raíz del empobrecimiento y escasez de oportunidades entre los habitantes de la favela. Su consolidación fue posible gracias a la Incubadora de Economía Solidaria de la Universidad Federal Fluminense y el apoyo del Banco Palmas.

“El Banco Preventorio necesita divulgación para obtener nuevos recursos y dar continuidad al desarrollo local”, puntualiza Barbara França, socióloga y directora de la incubadora académica que contribuyó para la fundación de este banco.

Por la favela del Preventorio circulan los prevês, la moneda social con la que se puede comprar en varios establecimientos y obtener descuentos.

El Banco Preventorio funciona como sucursal del Caixa Federal, banco público brasileño, lo que por primera vez permite a los habitantes de esta favela realizar el pago de facturas, abrir cuentas bancarias o retirar dinero en efectivo.

Muestra de diferentes billetes de la moneda social prevês en un establecimiento de la favela del Preventorio. Fotografía: Luna Gámez

Muestra de diferentes billetes de la moneda social prevês en un establecimiento de la favela del Preventorio. Fotografía: Luna Gámez

María das Graças Nunes, actual presidenta del banco, hace suyas las palabras de Joaquim Melo para afirmar que “el banco tiene que fundarse en la confianza”.

A través del Banco do Preventorio la comunidad recibe cursos de capacitación y accede a pequeños préstamos sin intereses de entre 20 y 40 dólares en forma de prevês.

Tanto María das Graças como el resto de trabajadoras del banco alegan que la dificultad para encontrar fondos les impide tener más alcance y otorgar mayores créditos.

“Este proyecto no solo ayuda a la economía del barrio, sino que fortalece los lazos de solidaridad y da vida a nuevas ideas, como nuestro primer periódico y nuestra banda de música” declara María.

Proyectos similares y con estrategias diversas hacen de Brasil un terreno fértil para el desarrollo de la economía solidaria a través de ideas innovadoras. En Maricá, una ciudad de 139.500 habitantes a 70 km de Río de Janeiro, circula desde enero de este año la primera moneda social electrónica del país: la mumbuca.

El ayuntamiento decidió abordar esta idea tras una investigación que reveló que 13.000 familias maricaenses vivían con menos de un salario mínimo, es decir, menos de 724 reales (300 dólares) al mes, y más del 70% de ellas poseía una renta mensual inferior a tres salarios mínimos.

La mumbuca es una moneda social electrónica en forma de tarjeta bancaria que el ayuntamiento distribuye entre los residentes del municipio con una renta mensual inferior al salario mínimo.

La administración del programa corresponde al Banco Palmas y el 90% de los fondos repartidos por el municipio provienen de las regalías obtenidas por las explotaciones petrolíferas cercanas a Maricá.

“Distribuir las regalías es importante ya que fomenta el desarrollo local y la redistribución de renta”, afirma Miguel de Moraes, secretario de Derechos Humanos del Ayuntamiento de Maricá y responsable del programa.

Al cumplirse seis meses desde su creación, los más de 7.000 vecinos de Maricá en posesión de esta tarjeta reciben cada mes 85 mumbucas, equivalentes a 85 reales (en torno a 40 dólares) que les permiten adquirir bienes de primera necesidad en 120 comercios de la ciudad, desde farmacias hasta supermercados y tiendas de construcción.

María de Lourdes sale del supermercado tras su primera compra con la moneda electrónica mumbuca. Fotografía: Luna Gámez

María de Lourdes sale del supermercado tras su primera compra con la moneda electrónica mumbuca. Fotografía: Luna Gámez

María de Lourdes trabaja a sus 67 años como limpiadora en un mercado y cobra el salario mínimo. “Estoy feliz con este programa porque estamos pasando por tiempos difíciles”, comenta la mujer tras realizar su primera compra en mumbucas.

Su sueldo y una pequeña pensión de viudedad son los únicos ingresos en su hogar, donde convive con un hijo con discapacidad, una nieta y un bisnieto. “[Antes] mucha gente llegaba con la receta médica y cuando veía los precios se iba sin comprar los medicamentos”, detalla Flavio Carvalho, gerente en una farmacia de Maricá que acepta el pago con mumbucas.

Para 2016 el ayuntamiento espera tener más de 10.000 establecimientos adheridos a este programa y estima que el monto de transacciones en mumbucas alcanzarán los seis millones de reales al año (2,7 millones de dólares).

Brasil ya cuenta con 104 bancos comunitarios con moneda social propia unidos a través de la Red Brasileña de Bancos Comunitarios. La economía solidaría en el país incluye proyectos tan variados como el Banco Comunitario Indígena Tremembé, del estado de Ceará, el amazónico Banco Tupinambá o el Banco dos Cocais en el estado de Piauí.

Además, el pasado mes de mayo la Cámara de Diputados brasileña aprobó un proyecto de ley para que las organizaciones de este tipo tengan acceso a políticas públicas y fuentes de financiamiento.

Actualmente, un número creciente de brasileños, organizados en redes locales de actuación solidaria, enfrentan el obstáculo de la exclusión del sistema bancario oficial y de su empobrecimiento.

El primer proyecto de moneda social que se conoce fue el “Wir” (“nosotros” en alemán), creado en Suiza hace 80 años. En 2013 la circulación de esta moneda representó el 1% del PIB de Suiza.

Partiendo de la estadística  macroeconómica de la CEPAL de 2012, si los 55 millones de brasileños excluidos del sistema financiero formaran parte de un banco comunitario, las transacciones en monedas sociales representarían el 14,5% del PIB del gigante emergente.

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Vendedores ambulantes vs. FIFA: ¿Mundial para quién? http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/07/07/vendedores-ambulantes-vs-fifa-mundial-para-quien/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/07/07/vendedores-ambulantes-vs-fifa-mundial-para-quien/#comments Mon, 07 Jul 2014 15:13:26 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=948 Continue lendo →]]> “Nos tenemos que esconder para trabajar”, me dice un vendedor ambulante de bebidas. Son las tres de la tarde, el sol pega fuerte y estamos a menos de un kilometro del Maracanã.

En dos horas Francia jugará contra Ecuador. Un flujo de fans entusiasmados, con la cara pintada, se dirigen con banderas desde el metro de São Francisco Xavier hacia el famoso estadio de Río de Janeiro.

Pero en el camino se encuentran con sólo dos o tres vendedores ambulantes.  Eso es porque la Ley General del Mundial, aprobada por el Congreso brasileño en junio de 2012, reserva un perímetro de 2 kilómetros de distancia de los estadios para la venta exclusiva de productos de la  FIFA y sus patrocinadores.

Así, los hombres y mujeres que tradicionalmente venden bebidas, palomitas, tapioca, perritos calientes, choclo o banderas de fútbol en el entorno del Maracanã, se ven excluidos del lucro potencial que ofrece este gran torneo internacional, mientras la FIFA está exenta de pagar impuestos en Brasil.

La Ley General de la Copa prohibe la venta ambulante entorno al Maracanã. Fotografía: Milli Legrain.

La Ley General del Mundial prohíbe la venta ambulante en el entorno del estadio Maracanã. Fotografía: Milli Legrain.

“Tengo una familia, facturas y un alquiler que pagar”, me dice Ubidacir Souza Batista, un vendedor ambulante que trabaja en Río de Janeiro. Vive en el barrio de Rocha Miranda  y solía vender sus productos en las afueras del Maracanã.

Trabaja de vendedor informal desde hace seis años, cuando perdió su trabajo como obrero metalúrgico en el puerto de Niterói. “A los 60 años, ¿quién me va a contratar?”, pregunta.

Por si eso fuera poco,  hasta ahora la venta de alcohol en la mayoría de los estadios de Brasil estaba prohibida, pero para la Copa de las Confederaciones y el Mundial, las autoridades hicieron una excepción.

El motivo: la marca de cerveza Budweiser es uno de los patrocinadores oficiales de la FIFA. Así, durante la época del Mundial una lata grande de cerveza rubia en la calle cuesta 8 reales y dentro del estadio puede llegar a costar entre 10 y 13 reales.

Según un guardia municipal que trabajaba en las afueras del Maracanã, remover a los vendedores ambulantes  es una cuestión de “seguridad pública”. Pero además de favorecer a los grandes patrocinadores, algunos lo ven como una estrategia de limpieza social.

Hinchas franceses, antes del juego contra Ecuador. Fotografía: Milli Legrain.

Hinchas franceses, antes del juego contra Ecuador. Fotografía: Milli Legrain.

“El rico piensa que somos un obstáculo para el paisaje”, me dice un vendedor de palomitas en Copacabana.

En eso está de acuerdo Carlos Vainer, especialista en planeamiento urbano de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

“Si el objetivo es hacer un escaparate de la ciudad, hay que esconder todo lo que genera críticas, como la pobreza y la miseria”, dijo en una entrevista después del Mundial de Sudáfrica 2010.

A pesar del monopolio de la venta por parte de los patrocinadores, en las últimas semanas, los hinchas se quejaron por la falta de comida y bebida en casi todos los 12 estadios del torneo.

La ley municipal dice que los vendedores necesitan una licencia para poder vender, pero la misma municipalidad tiene un límite de 18.440 licencias para 60.000 vendedores informales.

Muchos de ellos  llevan  años esperando su autorización. Los demás  son considerados ilegales. Así,  los vendedores son criminalizados en vez de regularizados, lo que aumenta las coimas para los guardias municipales.

Es más, un vendedor sin licencia, pero que en épocas electorales ayudaba en la distribución de propaganda electoral, es de los pocos que  aseguran no haber sufrido represión alguna.

Aun así,  con o sin licencia, en el entorno del Maracanã, el único acceso para los vendedores ambulantes en este Mundial se hará a escondidas, con la amenaza de ser removidos y su mercadería confiscada.

Venta de mercadería en la salida del metro São Francisco Xavier. Fotografía: Milli Legrain.

Venta de mercadería en la salida del metro São Francisco Xavier. Fotografía: Milli Legrain.

Mientras tanto, en Belo Horizonte,  otra ciudad sede del Mundial, se libra una batalla similar, que comenzó hace cuatro años.

Desde 2010, los llamados barraqueiros do Mineirão fueron  retirados forzosamente del entorno del estadio del mismo nombre, donde muchos trabajaban desde 1964.

Sin previa consulta y sin ser compensados, los trabajadores perdieron su principal fuente de ingreso.

“Fueron afectados cerca de 150 mujeres y hombres que en los últimos 50 años han ido desarrollando la tradición cultural del tropeirão artesanal [una comida hecha a base de porotos], considerado patrimonio histórico cultural”, denuncia Silvia Corradi, investigadora del Programa Cidade e Alteridade de la Universidad Federal de Minas Gerais.

Las personas que denuncian violaciones a los derechos humanos en el marco del torneo son a menudo calificadas como aguafiestas y  criticadas por hablar mal de Brasil.

¿Pero será que no existe un término medio en donde podamos celebrar una fiesta del fútbol que sea sostenible, con políticas públicas que integren a los trabajadores informales al Mundial?

¿Una Copa del Mundo que beneficie al pueblo brasileño, en vez de que gran parte tenga que preguntarse:  “¿Mundial para quién?”.  

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Precios surreales que los salarios no acompañan http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/03/01/precios-surreales-que-los-salarios-no-acompanan/ http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/2014/03/01/precios-surreales-que-los-salarios-no-acompanan/#comments Sat, 01 Mar 2014 18:04:44 +0000 http://brasilcomn.blogfolha.uol.com.br/?p=789 Continue lendo →]]> POR MILLI LEGRAIN

“Perdone que no haya luz. Llevamos trabajando desde las 4 de la mañana y no queremos más pasajeros”, me informa la mujer que me cobró el pasaje al subirme al autobús. Eran pasadas las 22 horas en Río de Janeiro y el vehículo circulaba a toda velocidad, con las luces apagadas, en dirección a la Plaza Mauá.

Hablando con Vera, la cobradora del ómnibus, descubrí que, además de trabajar seis días a la semana, completa una jornada  doble  de 14 horas, tres veces por semana.  Es lo que se llama “dobrar” en Brasil. “Es y no es obligatorio”, comenta con cierta ironía.  Su salario de base es de 900 reales mensuales.

Vera es, quizás, de las trabajadoras más afortunadas en Río. Consiguió un apartamento por 300 reales al mes en la Zona Norte de Río y no tiene hijos que alimentar.

Este encuentro ocurrió durante la primera semana de febrero, cuando miles de cariocas salieron a la calle para protestar por la subida del pasaje de ómnibus de 2,75 a 3 reales.

El pasaje de ómnibus subió de 2,75 a 3 reales. Fotografía: Milli Legrain

El pasaje de ómnibus subió de 2,75 a 3 reales. Fotografía: Milli Legrain

Las autoridades de Río ya habían intentado aumentar el precio de las tarifas del transporte público en junio de 2013 pero, a la luz de las manifestaciones, la decisión se postergó. Si bien esta vez  la presión popular no alcanzó para parar la subida de precios,  lo que sí logró es que surgieran nuevos modos de protestar.

El movimiento online “Surreal No Pague” es uno de ellos.  Esta página Facebook denuncia y  promueve boicotear precios abusivos cobrados por muchos de los establecimientos de la ciudad.  Creado a mediados de enero, consiguió unos 200.000 adeptos en apenas un mes.

No se trata sólo de que en el barrio de Ipanema, un cuarto pueda valer unos 3000 reales por noche en época de Carnaval,  sino que en temporada baja se considere un precio estándar cobrar 1500 reales mensuales por un pequeño cuarto,  en donde con suerte cabe una cama.

Es así como los precios en Río, en muchos aspectos, están al nivel de ciudades como Paris,  Washington y otras capitales del mundo, pese a que los salarios no tengan ninguna relación con los valores cobrados.

El aumento del precio del transporte provocó violentas protestas en Río

El aumento del precio del transporte provocó protestas en Río. Fotografía: Milli Legrain

Pero no siempre fue así.  La transformación de Brasil en sede de megaeventos como el Mundial de junio de este año y los Juegos Olímpicos de 2016 está generando un marcado aumento de los precios, sobre todo en la parte más concurrida y turística de la ciudad, conocida como “Zona Sul”.

Claramente, la llegada de extranjeros dispuestos a pagar lo que pagarían en su propio país genera oportunismo. La diferencia está en que en Francia, por ejemplo, el salario mínimo ronda los 4700 reales mensuales (1445 euros), lejos de su equivalente brasileño: 724 reales.

“El Mundial es únicamente una excusa para subir el precio de los alquileres; no van a bajar después del evento”, se queja Maria Izdia  Vilarim, una comerciante de Pernambuco que lleva 35 años con un negocio callejero de fruta en  el barrio de Gloria, en la Zona Sur de Río.

La subida de precios parece que no hace distinciones y también se hace sentir muy fuerte en la Zona Norte de la ciudad. “Afecta a ricos y a pobres igual”, se lamenta Edson Gomes da Silva, que trabaja también como cobrador de ómnibus. “La población no sólo debe salir a la calle a manifestarse por los precios del transporte, sino también por él de los alimentos”, apunta.

María vende frutas desde hace más de 30 años en el barrio de Gloria. Fotografía: Milli Legrain

María vende frutas desde hace más de 30 años en el barrio de Gloria. Fotografía: Milli Legrain

Maria está de acuerdo en ese punto. “El kilo de feijão [porotos] cuesta cinco reales”.  En este contexto, “subir los precios del pasaje es absurdo”, añade.

Mientras tanto, en el barrio de  Leblon, el más caro de Río, un supermercado aumentó el precio del kilo de pan de 9,90 a 14,90 reales de un día para el otro, sin dar explicaciones.

Según el  Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos, el salario mínimo en Brasil compra 2, 21 cestas básicas. Pero, haciendo cuentas, es difícil entender cómo una pareja con dos o tres hijos, que cuenta con uno o, con suerte, con dos salarios mínimos (un 70% de la población activa según datos de 2012) pueda  llegar a fin de mes en Río de Janeiro.

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