La impunidad de los trotes universitarios
20/02/15 10:47POR FEDERICO CORNALI, DE SÃO PAULO
El estremecedor relato de una estudiante de veterinaria de la Universidad de São Paulo (USP) durante una audiencia pública realizada en Asamblea Legislativa (llevada a cabo en enero pasado) dejó a varios boquiabiertos.
“Desperté con mucho dolor, alguien me penetraba por atrás. Había bebido, pero el efecto se me pasó inmediatamente cuando me encontré en esa situación, siendo abusada. Lo empujé y convencí de que me deje ir al baño. Así logré escapar”, contó una joven, de 27 años, respecto de un episodio ocurrido en una residencia de estudiantes de la USP, en Pirassununga (interior de São Paulo).
A pesar del tenor del relato, aún no aparecieron culpables.
Minutos después, prestó declaración un alumno de la Escuela Superior de Agricultura. Contó que fue envenenado. “El exámen toxicológico encontró veneno en mi cuerpo. No pude ir a clases, no podía moverme”, dijo.
“Fui suspendido una semana por intentar denunciar aquel hecho en la dirección de la Escuela”, indicó.
Estos son solo dos ejemplos de algunas de las prácticas que se llevan a cabo en los tristemente tradicionales trotes, que en Brasil fueron asumidos como una práctica natural, y que en la actualidad abandonaron su fisonomía de ritual de iniciación liviano para los alumnos que logran ser admitidos en algunas universidades.
Esta práctica, hoy en día, se emparenta más con el bullying, y atraviesa largamente la frontera de la discriminación y la intolerancia.
Institucionalizados en grupos de tortura con escalas jerárquicas, los veteranos de las universidades van probando las aptitudes de los aspirantes para sumarlos al “equipo del terror”, ese que cada verano se dedica a dar caza a los recientemente egresados de las escuelas secundarias que, a su vez, aceptan ese atroz juego como parte de la nueva etapa.
Los abusos denunciados por alumnas de la USP, una de las instituciones más prestigiosas y elitistas del país, abrieron el fuego. Los reclamos por violencia sexual en otras universidades de Brasil se multiplicaron.
Días atrás, se conoció que en Adamantina, en el interior de São Paulo, una pandilla de alumnos arrojó una sustancia abrasiva sobre los novatos.
Uno de los afectados podría perder la visión de un ojo, mientras que otra joven sufrió quemaduras de tercer grado de la cintura hacia abajo.
El racismo y la homofobia tienen un espacio privilegiado en cada trote. Los calouros (ingresantes) deben desnudarse mientras les gritan sus defectos: “gordo”, “Blancanieves” o “marica” para alumnos obesos, negros y homosexuales, respectivamente, aparecen entre las categorías preferidas de los veteranos a la hora de atormentar a los más nuevos.
Caminar descalzo sobre vidrios, soportar peso en los genitales, bañarse en ácido, alcoholizarse hasta el estado de coma o “simplemente” sufrir una golpiza son algunas de las variantes entre las atroces pruebas, que ya se han cargado varias vidas.
HAY VÍCTIMAS, FALTAN RESPONSABLES
En 1980, en la Universidad de Mogi das Cruzes, un municipio del estado de São Paulo, un estudiante de periodismo murió después de un trote violento.
Carlos Alberto de Souza, de 20 años, fue molido a golpes por veteranos. En 1990, el joven George Mattos, iniciante en la carrera de Derecho, murió de un infarto intentando huir de sus compañeros en Goiás.
En 1999, en la Universidad Medicina de São Paulo, Edison Tsung Chi Hsueh, de 22 años, fue encontrado muerto en una piscina después de ser arrojado al agua por los veteranos, a pesar de haberles dicho que no sabía nadar.
Un caso similar, en 2009, ocurrió con Vitor Vicente de Macedo Silva (estudiante de Educación Física de la Universidad Federal de Río de Janeiro) que murió ahogado en una piscina de saltos ornamentales. Se sospecha que los veteranos lo obligaron a entrar allí.
Ninguno de los responsables por las muertes de estos estudiantes recibió su castigo. Para peor, muchos de los acusados son “prestigiosos” profesionales.
CÓMPLICES DE LA BARBARIE
Los entes rectores de las universidades vinculadas con los casos de abusos emplean la táctica del “oído sordo, vista gorda” ante tales aberraciones, y se alivian al enterarse de que esas prácticas son llevadas a cabo fuera de sus campus.
De hecho, entre los “trotistas” existen ex alumnos y el sustento para transporte o publicidad muchas proviene del bolsillo de docentes o dirigentes.
“Lo lamentable de estos trotes violentos es que muchas veces provienen de iniciativas de los empleados de las universidades o de los propios profesores”, afirmó Antonio Riberio de Almeida Júnior, educador en la Escuela Superior de Agricultores Luiz de Queiroz (dependiente de la USP), que estudia desde 2001 los trotes más aberrantes.
“Reforzaremos la seguridad para el primer trimestre”, indicó una nota de las Facultades Adamantinenses Integradas (FAI), tras conocerse la noticia de sus dos alumnos quemados.
Pero el énfasis lo pusieron al aclarar que el hecho “ocurrió fuera de las dependencias de la institución”.
LA VERSIÓN ARGENTINA
Esta tradición de rituales estudiantiles no es sólo brasileña. En Argentina es normal que los egresados de las carreras universitarias sean rapados, depilados, golpeados, embarrados o empapados de orina por sus propios compañeros o amigos.
Sin embargo, los hechos de mayor gravedad ocurren sobre el cierre de la etapa secundaria.
Las “vueltas olímpicas” de los tradicionales colegios Pellegrini, Mariano Acosta y Nacional Buenos Aires no tienen relación con el deporte.
En repentina actitud, sorprendiendo a todos, los jóvenes recorrían la escuela arrojando barro, huevos, harina, pintura y pirotecnia (en su versión más leve).
Año tras año, el ritual se fue agravando por los destrozos que ocasionaba, tanto es así que aquella celebración fue prohibida en la mayoría de los casos, después de cientos de incidentes y estudiantes sancionados.
Así y todo, si se trata de provocar desmanes, los colegiales siempre lograrán ingeniárselas.
En octubre del año pasado, los egresados del Liceo Franco Argentino Jean Mermoz hicieron un enorme pozo en el Paseo de las Américas, en pleno barrio de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires. Luego bailaron, bebieron y se embarraron dentro de él.
La institución -alumnos incluidos- debió hacerse cargo de reparar los daños en el espacio público, además de pagar una multa por el incidente.
LA INICIACIÓN EN EL MUNDO
Son muchos los países que tienen versiones vernáculas de los trotes brasileños.
En Suecia, por ejemplo, existe el “klädstreck”. Es simple: los novatos se dividen en equipos y deben desnudarse, dejando sus ropas una al lado de la otra en el suelo. Quien logre hacer la fila más larga, gana.
El “bizutage” francés suena elegante, pero se convirtió en una de las prácticas de iniciación más crudas del mundo por sus violentas prácticas, sobre todo entre los estudiantes de Medicina.
Fue prohibido tras la muerte de un alumno y hoy es punible de seis meses de prisión o una multa de 7600 euros para quien lo lleve a la práctica.
En Canadá –nación reconocida por su calidad educativa- y en la prestigiosa Universidad de Coimbra, en Portugal, el tema de los trotes se encuentra bajo la lupa desde hace años, por el excesivo consumo de alcohol y los castigos contra los novatos.
Inacreditável o número de psicopatas nas universidades brasileiras. Só os psicopatas têm prazer com o sofrimento alheio. É inacreditável que atos tão absurdos sejam praticados por gente que, supostamente, tem uma educação privilegiada. E que os digníssimos reitores não façam nada para acabar com os trotes. Isto só mostra o desvio psicológico de cada um.