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El show debe continuar, aunque naufraguen los sueños

Por brasilcomn
09/02/15 10:33

POR FEDERICO CORNALI, DE SÃO PAULO

Se acabó. Después de vencer a Nick Díaz en Las Vegas parecía que la historia del ex campeón de artes marciales mixtas Anderson Silva encontraba un epílogo dulce, acorde a la fenomenal trayectoria de este ícono bandera del Ultimate Fighting Championship (UFC), que retornó al octógono el pasado 31 de enero, tras más de un año de ausencia.

Dejando atrás su conmovedora lesión, fractura de tibia y peroné de la pierna izquierda en aquel combate ante su verdugo Chris Weidman, en diciembre de 2013, el carácter de este regreso era apoteósico, pero destilaba cierta nostalgia. Era, tal vez, la última posibilidad de ver a una leyenda en actividad.

Durante años, los movimientos armónicos aunque letales de Spider arrastraron, con efecto hipnótico, a miles de fanáticos de cada rincón de Brasil hasta ponerlos delante de las pantallas de los bares, que abarrotaron en cada presentación del paulista, aunque él prefiere que lo llamen curitibano.

Veloz y técnico en sus movimientos, vehemente en sus lances, siempre era un espectáculo ver a quien se hizo conocido en los Estados Unidos luego de tumbar en apenas 49 segundos a Chris Leblen, figura surgida del reality “The Ultimate Fighter I”.

Anderson Silva golpea a Nick Diaz, durante la pelea del de enero, en Las Vegas. Fotografía: Steve Marcus/AFP.

Anderson Silva golpea a Nick Diaz, durante la pelea del 31 de enero, en Las Vegas. Fotografía: Steve Marcus/AFP.

En 2006 se erigió como campeón mediano (venciendo a Rich Franklin) y desde allí no paró. Hasta la actualidad, ostenta el reinado más largo en la historia de la organización, y en su récord figura también la racha más amplia de victorias, con 16 triunfos consecutivos y 10 defensas exitosas de su cinturón.

Algunos recordarán en unos años a Silva rodeado de figuras pop del Norte del continente, como Justin Bieber o Steven Seagal, encandilado por los faroles de la abundancia.

Sin embargo, muchos otros añorarán a aquel flaco desgarbado que creció bajo el ala de su tío, un oficial de policía, y esquivando prejuicios se enamoró del jiu-jitsu, un deporte que no se consideraba apto para niños pobres como él.

Para mantener en pie su sueño adolescente, Silva trabajó en un Mc Donald’s y el Spider que tan bien suena viene de su loca afición por Spider-Man, su héroe de siempre, de quien copió no sólo su apodo sino también sus movimientos, esos que fueron furor en Youtube.

Anderson Silva

Ahora, la nube más pesada los envuelve a todos y castiga duro. Las lágrimas que Silva, emocionado, dejó caer en el octógono del MGM Grand tras su victoria, el pasado 31 de enero, dejaron de ser saladas y se tornaron amargas luego de confirmarse el positivo en el primer control antidoping que se le realizó 22 días antes del combate (09/01).

Los hijos del campeón (son cinco), que después de la pelea le pidieron a su padre que abandonase la actividad, se transformaron -tras conocer la noticia del doping- en los abanderados en la cacería de “traidores”. “Algunos de ustedes dicen ser parte del equipo Silva, pero tan pronto como un rumor como este sale a la luz… gente falsa. Crean lo que quieran creer”, escribió uno de ellos, Kalil, en su cuenta de Instagram.

Su bronca es la de  muchos niños y adolescentes brasileños, que maduraron viendo  a Spider, que tal vez sueñan en ser como él cuando se dispersan un poco de sus quehaceres como despachantes de comidas rápidas, en la escuela o en el gimnasio.

Nada de eso les importa a los responsables de montar el teatro del UFC, que antes del combate ante Díaz sabían que Anderson registraba un positivo por uso de esteroides anabólicos (drostanolona y androsterona).

También su rival de turno falló en el test, por consumo de marihuana. “Show must go on”, pensaron los directivos que abrieron la billetera, colocaron dentro los dólares y hoy se hacen los desentendidos ante los reclamos, las pruebas y contrapruebas.

David Becker/Associated Press

Anderson Silva cae y grita de dolor: del enfrentamiento contra Chris Weidman, en diciembre de 2013, salió con fractura de tibia y peroné. David Becker/Associated Press.

Casi una semana después del combate que Anderson Silva ganó, la Comisión Atlética del Estado de Nevada anunció que dejará “sin resultado” la última contienda ante Díaz, debido a que ambos no superaron sus respectivos tests.

Ese órgano regulador tiene la potestad de suspender o alterar los fallos de las luchas, no sólo de UFC, sino también del boxeo dentro de su jurisdicción. Spider, al igual que su oponente, podrían perder sus premios, y es justo, pero sería válido también que sancionen a los directivos que los empujaron a luchar sabiendo lo que ocurría.

Vale aclarar que nadie le quita responsabilidad a Spider ni a su equipo. Sucumbieron ante la presión, tuvieron miedo, fallaron… como fallan los principiantes.

No es la primera vez que los responsables de la UFC sueltan la mano de sus competidores emblema para recoger con la sobrante los billetes. Jon Jones, otra de las figuras de este deporte, también había sido “cazado” por uso de cocaína el 3 de diciembre de 2014.

Silva junto a su familia, en una foto que posteó en su Instagram. Fotografía: Reprodução/Instagram/spiderandersonsilva.

Silva junto a su familia, en una foto subida a su cuenta de Instagram, en enero de 2014, cuando se encontraba en plena recuperación. Fotografía: Reprodução/Instagram/spiderandersonsilva.

Hasta sus entrenadores lo sabían, pero todos hicieron la vista gorda para que pudiese enfrentar a Daniel Cormier (el 3 de enero) en otra velada que reportó millones a los patrocinadores y a la organización. Apenas terminado el combate, se dio a conocer el resultado.

Este organismo que nunca cuidó de sus mejores exponentes e intenta salir ileso de las maniobras, pagará las consecuencias a corto o mediano plazo.

Desacreditado, empezará a dar manotazos de ahogado; tal vez algunos privilegiados se salven. Así y todo, las víctimas más lamentables de este juego sucio que involucra a varias partes siguen despachando papas fritas y hamburguesas, sollozando por el sueño quebrado, detrás de los mostradores de algún empleo mal pago.

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