El movimiento indígena brasileño da una segunda oportunidad a Dilma
10/11/14 10:17POR LUNA GÁMEZ Y JOSÉ ANTONIO BAUTISTA, DE RÍO DE JANEIRO
“Tenemos miedo de perder lo que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir”, nos contaba una estudiante indígena pocos días antes de que arrancara la segunda vuelta de la campaña electoral más intensa de la joven democracia brasileña.
“Hasta el momento no declaramos apoyo a ninguno de los dos candidatos, pueden suponer una amenaza a nuestros derechos”, añadió.
Unas semanas antes, la esposa de un cacique Terena me explicaba en medio de un intenso olor a frijoles que la unión de los indígenas a la hora de votar es importante porque “fortalece nuestra lucha”.
Sin embargo, el peso electoral de los pueblos originarios de Brasil es minúsculo: hay 896.900 indios en Brasil, un país con 205 millones de habitantes, y los que están en edad de votar apenas representan un 0,5% del electorado de este gigantesco país.
Tal vez por este motivo, ninguno de los tres grandes candidatos a la presidencia de Brasil se tomó mucha molestia en escuchar las demandas de los indígenas.
El paisaje inicial de la contienda electoral lucía así: la presidenta Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, PT) perdía fuerza en las encuestas pero se mantenía como favorita, al mismo tiempo que el candidato conservador Aécio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB) caía a la tercera posición tras un estrepitoso ascenso de Marina Silva (Partido Socialista Brasileño, PSB), candidata sorpresa de la primera vuelta que colmaba las portadas de los diarios brasileños junto a adjetivos como “ecologista”, “medioambientalista” y “evangelista”.
PRIMER ASALTO
El 10 de septiembre, la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil reunió a representantes de todos los rincones del país. Una vez más, miembros de las 305 etnias reconocidas por la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) se reunieron para debatir acerca de qué candidato podría ser el más solidario con su lucha centenaria contra la violación de sus derechos.
La asamblea decidió por unanimidad apoyar a Marina Silva, la única candidata que se dignó a recibir las propuestas indígenas, a pesar de que el vicepresidente de su partido venía de lo más profundo del agronegocio.
“Ataques sistemáticos, de regresión y supresión de los derechos indígenas se verifican en los distintos poderes del Estado y en la sociedad”, afirmaba la carta abierta que cinco días más tarde, el 15 de septiembre, los indígenas dirigieron a los tres candidatos.
La misiva brilló por su ausencia en los diarios nacionales. Una vez más, el conflicto indígena quedó relegado a la categoría de “anécdota” dentro del debate electoral.
“En lugar de hacer efectivos los derechos indígenas recogidos en la Constitución, los sucesivos gobiernos se han arrodillado ante los intereses del capital, del negocio agrícola y de empresas mineras y madereras”, añadía el escrito público.
Las palabras que el cacique pronunció semanas antes en su casa tomaban fuerza: “Si no nos movilizamos y no gritamos, es como si no existiéramos”. No obstante la carrera de ascenso al podio presidencial, entre estadísticas y debates electorales, continuaba impasible ante la movilización indígena.
SEGUNDO ASALTO
Concluyó el primer round electoral, el 5 de octubre. Contra todo pronóstico, Marina Silva, por la que apostaron los indígenas, cayó tras un duro revés en las urnas en favor de Aécio Neves. El 15 de octubre los indios publicaban una segunda carta abierta dirigida expresamente a la presidenta y a su único opositor.
Esta segunda misiva era tan clara como la primera, o incluso más: “Los dos candidatos parecen tener miedo de reunirse con nosotros, tal vez porque los dos están financiados por los ruralistas”.
El sentimiento de decepción respecto del gobierno de Rousseff estaba arraigado en lo más profundo del colectivo indígena.
“Es pública y notoria la marginación de los pueblos indígenas que marcó el primer gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, quien se esforzó cada día por estrechar alianzas con el negocio agrícola (…). No cumplió con ninguna de sus promesas y permitió que su Ministro de Justicia paralizase completamente las demarcaciones de tierra en el país”, afirmaba el colectivo indígena en su segunda carta pública.
La Constitución brasileña de 1988 reconoce el derecho de los indígenas sobre sus tierras tradicionales. Rousseff es la presidenta que menos tierras indígenas demarcó desde que Brasil salió de la dictadura: el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (PSDB) homologó 87 territorios durante sus ocho años al frente del Ejecutivo, mientras que Lula da Silva (PT), predecesor y mentor de Dilma, demarcó 145 territorios en un periodo similar.
La candidata petista se queda muy atrás, con 11 territorios delimitados tras cuatro años de gobierno.
“En cuanto al candidato Aécio (…) se expresó públicamente del lado del negocio agrícola (…) y apoyó a nuestros principales enemigos, que atacan nuestros derechos, nuestras vidas y nuestro futuro”, expresaba el movimiento indígena en su última carta.
La segunda y definitiva vuelta de las elecciones, el pasado 26 de octubre, fue para muchos la más intensa que se recuerda en el Brasil contemporáneo. Tal era la crispación y la incertidumbre, que se realizaron más de 2000 sondeos en aquellos días.
Finalmente, el 23 de octubre Dilma hacía público su apoyo a los pueblos indígenas con unas palabras que atraían aires de promesa: “Mantendremos compromisos con el fortalecimiento de la Fundación Nacional del Indio, con la mejora del Servicio de Salud Indígena y de la calidad de la Educación Escolar Indígena (…) cuento con vuestro apoyo para que en los próximos cuatro años podamos enfrentar juntos los desafíos y cumplamos los compromisos”.
“Desde hace más de 500 años sabemos que nuestra lucha no tiene cabida en las urnas y que dependerá de nuestra intensa movilización”, afirmaba el colectivo indígena a través de su última carta.
Tres días después de escuchar las palabras de Dilma, los indios brasileños decidieron no quedar impasibles y dieron su voto de confianza a la candidata petista. Una segunda oportunidad expresada al mismo tiempo con esperanza y recelo.
Finalmente, Rousseff ganó por un margen de 3,28 puntos. Los indígenas cumplieron con su parte, ¿cumplirá Dilma con la suya? “Ver para creer”, murmuraba la señora aquel día lluvioso mientras apartaba los frijoles del fuego.