Nova Tuffy, dignidad más allá de la miseria
15/09/14 12:30POR EDU SOTOS, DE RÍO DE JANEIRO
Ruidos de plásticos, de madera y de metal retumban en el interior de una fábrica de plástico abandonada, dentro de la favela Complexo do Alemão, en la Zona Norte de Río de Janeiro. Los rayos de sol, que se cuelan entre miles de agujeros del inmenso techo, apenas logran abrirse paso entre el mar de barracas que cubren cada centímetro cuadrado del suelo.
En en el interior de una de ellas, iluminado por una bombilla que a duras penas le permite rebuscar en medio de los destrozos, el peón de obra Alexander intenta poner orden en los escasos 9 metros cuadrados que, desde hace siete meses, comparte con su mujer Edlaine y sus dos hijos, uno de ellos apenas un bebé de ocho semanas.
“Cuando llegué estaba todo roto, la ropa de mi hija en el suelo, todo pisado. Casi rompieron mi televisor, las cadenas de la puertas estaban rotas y estaba todo tirado en el piso”, señala Edlaine quien tuvo que regresar corriendo del hospital, donde esperaba que su bebé fuera atendido, al ser alertada por sus vecinas de que su barraca estaba siendo registrada.
Al llegar a la fábrica, su vecina, Caroline, de 21 años, le contó lo que acababa de pasar: “Fue el BOPE [Batallón de Operaciones Policiales Especiales, tropa de elite de la policía militar de Río de Janeiro], entraron esta mañana. Eran muchos, nos apuntaron con los fusiles y nos amenazaron diciendo que ellos eran el BOPE y no la Policía Militar. Rompieron todo lo que encontraron”.
Así vivieron, el pasado viernes 12, los 1992 vecinos de la ocupación de Nova Tuffy, bautizada en honor al antiguo propietario de la fábrica de plástico Tuffy Habib, la operación del BOPE para encontrar a uno de los asesinos del comandante de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP) de Nova Brasilia, asesinado un día antes.
Por desgracia para estas familias, el lugar en el que se agolpan desde el 23 de marzo pasado casi 2000 personas sin electricidad, agua potable y con un solo baño para todos ellos, fue también el sitio escogido por el criminal que en aquella mañana era el más buscado del Complexo do Alemão.
Ahora, la relación entre sus habitantes y la policía ha llegado a un punto peligroso. Los rumores de que el BOPE quiere incendiar la ocupación, como represalia por cobijar al responsable de la muerte del comandante, se han extendido como la pólvora entre las familias que se encuentran al límite de su aguante.
“Si llegan aquí y prenden fuego el edificio, no tenemos salida. Ya nos han amenazado con eso”, cuenta Caroline, que también es madre de dos hijos.
Por si no fuera suficiente, a la tensión con la policía, la extrema miseria, las enfermedades como la tuberculosis o la hepatitis, la falta de espacio o el profundo hedor que se respira en la fábrica, se ha sumado un nuevo problema: hacer las maletas.
El pasado mes de abril, el juez André Fernandes Arruda dictó la sentencia por la cual deberá procederse a la reintegración del terreno a su propietario y con ello al desalojo inminente de la fábrica. Una acción que precisamente deberán ejecutar los agentes de la UPP de Nova Brasília, que no parecen estar demasiado contentos con los habitantes de Nova Tuffy.
La espera no puede ser más tensa. Imágenes como las de la desocupación de la fábrica de Telerj, también en la Zona Norte de Río, donde en el mes de abril casi 5000 personas fueron desalojadas entre balas de goma y gases lacrimógenos, con un saldo de 16 heridos, están en la cabeza de todos.
En medio del caos y de los rumores constantes, el presidente de la asociación de moradores de Nova Tuffy, Carlos Alberto de Conceição, hizo un pedido para que los agentes suavicen su actitud hacia los vecinos hasta el día del desalojo.
“Nosotros vivimos en un área de riesgo, eso ya lo sabemos. Ellos vinieron a hacer una operación de rastreo y los respetamos. Si vienen a hacer su trabajo está bien, pero llegan con arrogancia y con un tratamiento con los vecinos que no vamos a tolerar. Hubo agresiones físicas, verbales y rompieron las pocas cosas que nos dan dignidad”, explica este montador de placas de aluminio, de 23 años.
Su conclusión es indiscutible: “No porque seamos favelados tenemos que pasar por eso”.
La cuestión es peliaguda y es difícil prever qué ocurrirá en las próximas semanas. Sin embargo, como Carlos Alberto repite, “no se trata de querer resistir a cualquier precio sino de encontrar una solución”. Las familias de la ocupación saben que permanecer en la fábrica por más tiempo, en esas condiciones, es inviable.
Pero los antecedentes no son nada alentadores: los vecinos de la fábrica de Telerj lucharon durante semanas teniendo que acampar frente a las oficinas del ayuntamiento para acabar siendo realojados lejos de sus antiguos hogares.
La lucha de Nova Tuffy no ha hecho más que comenzar. El miedo a convertirse en una nueva ocupación desalojada por la fuerza bruta hace que los habitantes se aferren con uñas y dientes a lo único que los mantiene lejos de la indigencia. Ese pedacito de la “cidade maravilhosa” que han hecho suyo y que les aporta dignidad.