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Tiempos de tribus con corbata

Por brasilcomn
22/08/14 10:44

POR GABRIEL BAYARRI, DE RÍO DE JANEIRO

Ilustración: Alberto Costa

Ilustración: Alberto Costa

El pico alto de la favela de Santa Marta, en la zona sur de Río de Janeiro, presenta una rica colección de carteles y sábanas con mensajes escritos contra las remociones de barracos promovidas anteriormente al programa de pacificación de las favelas cariocas, en 2007: “No a las remociones”, “gentrificación”, “remoción blanca”, “Santa Mara, la favela modelo, ¿de qué?”, “paz” o “apartheid”.

Se trata de un “museo”, un lugar contra el olvido, para no dejar de recordar lo que las favelas son; y lo que eran antes de haber sido cubiertas por una capa de colores superficial, para evitar una distorsión en la percepción de la realidad (es decir, de las dificultades) que se viven en las favelas.

Hago referencia a un museo sólo visitado cada cuatro años, coincidiendo con una alineación de los astros crónica: la campaña política previa a las elecciones presidenciales del Brasil.

 

En la favela Santa Marta, en Río, hay carteles contra las remociones forzadas. Fotografía: Gabriel Bayarri

En la favela Santa Marta, en Río, hay carteles contra las remociones forzadas. Fotografía: Gabriel Bayarri

La vieja periferia de las antiguas ciudades transformó a los lobos en perros, y esta periferia disfraza, en año de elecciones, a los políticos en corderos. Entran las ovejitas llenas de promesas en el espacio favelado, y antiguas y oscuras como el miedo, son vistas con inocente admiración y expectación ante los guisos y frijoladas ofrecidos por el irrisorio precio de un voto.

La favela y el asfalto, sin continuidad entre sus calles, se convierten en dos mundos paralelos. Sólo el olfato político en año de elecciones se entromete en la arena del morro, ejerciendo una campaña que publicita un mundo de representaciones opuesto al de sus prácticas posteriores.

Así, en un reciente artículo de O Globo, publicado el domingo 17 de agosto en su versión impresa, se relataban los pagos que los candidatos políticos deben realizar ante el tráfico y la milicia en las favelas que no poseen Unidades de Policía Pacificadora (UPPs) para poder acceder a estos lugares de forma segura y consentida, pagos de tasas que pueden alcanzar los 100.000 reales (aproximadamente 35.000 dólares) por un paquete de servicios de “cabos electorales” (personas encargadas de obtener más integrantes para afiliarse al partido político en cuestión dentro de la favela).

Un joven escala un panel con propaganda política en lo alto del morro da Coroa, en el centro de Río de Janeiro. Fotografía: Rony Maltz/Folhapress

Un joven escala un panel con propaganda política en lo alto del morro da Coroa, en el centro de Río de Janeiro. Fotografía: Rony Maltz/Folhapress

Este “paquete” se desglosa en cada favela entre los “capataces”, hombres de confianza del tráfico, que cobran entre 1500 y 2000 reales (entre 500 y 700 dólares) y ocho “panfleteros”, que ganan 800 reales (unos 300 dólares).

El servicio es negociado hasta la víspera de las elecciones, teniendo que pagarse una tasa en la boca de la urna el día de la votación. Este ritual político hace desistir a muchos candidatos al voto del “electorado favelado”.

Y mientras tanto, el  favelado trata de captar tonos y discursos de cada candidato, trata de leer entre las líneas de los profesionales la traducción de esas palabras en la práctica de su vecindario, viendo volar panfletos.

El anciano de la favela de Santa Marta es abuelo para muchos. Es aquel que conoció el morro sin barracos, participando activamente en la construcción de la favela en la década de 1930.

Más carteles electorales de todos los candidatos en la favela Ciudad de Dios, en el oeste de Río. Fotografía: Rony Maltz/Folhapress

Más carteles electorales de todos los candidatos en la favela Ciudad de Dios, en el oeste de Río. Fotografía: Rony Maltz/Folhapress

Con el respeto de los ancestros y la experiencia de los sabios, el abuelo recorre los tramos de la favela asfaltada, haciendo malabares en las escaleras para no volcar su silla de ruedas, de fabricación local, compuesta por las diferentes realidades recicladas, neumáticos de coche, freno de plástico, respaldo de pieles, de animales sacrificados para el terreiro (templo) de María Batuca, líder histórica del Candomblé local.

La reciente pérdida del candidato presidencial Eduardo Campos, del Partido Social Brasileño (PSB), fallecido en un accidente aéreo el pasado miércoles 13, causó una conmoción en la favela digna de novela.

Aun así, el abuelo, más antiguo que el hambre, no se fía de las promesas. Escéptico ante los políticos, sufre ante el accidente por la pérdida de un ser humano, pero no por la de una promesa ante un cambio que nunca llega en su plenitud.

Desde su sillita de ruedas, afirma: “¡Ya vendrán otros señores arreglados, cargaditos de promesas!” pues estos meses previos a las elecciones son siempre, en sus palabras, “tiempos de tribus con corbata”.

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  1. Jose Carlos Goes comentou em 23/08/14 at 11:11 am

    Esta es uma situacion que ocurré em todos los sítios com pobreza em Brasil. Son malos políticos que solamente aparecen em las favelas em esta época, y después desaparecen.
    Por esto que em Brasil rechazamos los políticos.

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