“Made in Brazil”
22/05/14 17:13GABRIEL BAYARRI, DE RÍO DE JANEIRO
Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y nos acompañará con una serie de textos cada 15 días en los que abordará parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro, desde el período anterior al crimen organizado hasta las nuevas formas de pacificación y justicia dentro de las comunidades.
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Durante los años de la escuela pensé que las normas estrictas de la sociedad se fundaban en los criterios más antiguos y sabios de la civilización y que no había más remedio que someterse al imperio de la razón de los ancestros. No obstante, las imágenes de la miseria de la desnutrición en el Cuerno de África y de los conflictos armados despertaron en mí una pequeña duda hacia la eficacia de todas las reglas que conforman la utopía de la justicia social.
Grupos paramilitares y guerras civiles eran surtidas con armamento occidental y esta industria bélica, que tenía por cliente a la guerrilla negra, me provocó sentimientos como empatía o impotencia hacia un pueblo empobrecido, y hasta cierto remordimiento, de deuda histórica con las ex colonias, siendo este punto el que definitivamente me apartó del credo en las verdades absolutas de nuestros ancestros.
Desde el 2000, un 48% de los conflictos civiles ocurrieron en el continente africano. En 2009 fueron registrados 70 conflictos, de los cuales 55 ocurrieron en economías agrarias en desarrollo. Con estos datos surgió mi interés por el estudio del abastecimiento de armas en África “Made in Brazil”. Así, comencé a reflexionar en el proceso de la exportación armamentística y encontré el detallado trabajo realizado por la Agencia brasileña de reportajes y periodismo de investigación “Pública”, que explica el enorme pastel que la industria bélica brasileña está degustando hoy en día, y me he basado en los datos presentados en su estudio para articular el presente texto.
Para comenzar, actualmente toda exportación de armas debe ser aprobada primero por el Instituto Diplomático Itamaraty y por el Ministerio de Defensa, pero, una vez aprobada, la actuación de estas instituciones se limita a observar las diversas consecuencias de las exportaciones, pues no existe una legislación internacional para el comercio de armas leves, por lo que se considera un mero contrato entre partes privadas, y se le apelan a ellas las responsabilidades por el uso de su producto bélico.
Como indica el estudio, se trata de un sistema de “acuerdo entre caballeros”, de consultas informales e inexistencia de cooperación formal entre las agencias. Además, el respaldo de los órganos gubernamentales para el crecimiento del sector armamentístico es uno de los puntos establecidos por la Estrategia Nacional de Defensa, lanzada en 2008 y estimulada a través de incentivos fiscales, como el financiamiento del propio Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) hacia una industria poco transparente.
Empresas brasileñas, como Taurus, venden su armamento al exterior y son legitimadas y apoyadas por el gobierno federal a través de premios hacia el fomento del comercio exterior. Taurus es la principal responsable por la internacionalización de la industria armamentística brasileña, ya que exporta a más de 70 países. Según la Asociación Brasileña de las Industrias de Defensa y Seguridad (Abimde), el sector emplea a 25.000 personas y contribuye para generar 100.000 empleos indirectos.
Las mayores fabricantes, tras Taurus, son la Compañía Brasileña de Cartuchos (CBC), Imbel, Amadeo Rossi y E.R. Amantino. La actuación creciente de Brasil en el marco internacional se produce en torno a los armamentos leves, de pequeño porte, habiendo triplicado el valor de sus exportaciones entre el año 2005 y 2010, de US$ 109,6 millones a US$ 321,6 millones, de acuerdo con datos del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior (MDIC) de 2010.
Entre estas fechas fueron exportadas 4.482.874 armas de fuego, según un levantamiento realizado por el Ejército brasileño, en 2010.El mercado global de armas leves genera un lucro de más de 7000 millones de dólares anuales. El Instituto de Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginebra publicó en 2013 el informe “Small Arms Trade Survey”, en donde indica que Brasil fue el cuarto mayor exportador mundial de armas leves, sólo por detrás de Estados Unidos, Italia y Alemania.
El informe revela también que Brasil superó la producción israelita y austríaca, fuertes inversoras en este mercado. Con estos datos se puede decir que la exportación de armas brasileñas está en alta. Hasta la fecha, el destino de la mitad de los revólveres, pistolas y fusiles ha sido Estados Unidos, donde viejos miedos y fantasmas respaldados por la Constitución promueven la posesión del arma de fuego como instrumento de seguridad.
No obstante, percibida cierta estabilización en este mercado y a causa de los países emergentes, la industria bélica mapea excitada nuevos mercados para el segmento de armamentos leves y ha puesto el dedo en África, pues el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio (MDIC) impuso en el año 2002 una tasa por exportación de municiones y material armamentístico ligero de un 150% para la mayor parte de los países que componen América del Sur, Central y El Caribe.
A diferencia de otros, el mercado armamentístico conlleva la triste peculiaridad de crecer en el conflicto, en países con histórico de conflictos armados y violaciones a los derechos humanos. La Norwegian Initiative on Small Arms Transfers (NISAT) indicó el alcance de esta industria en el continente africano: entre 1999 y 2012 Brasil vendió armas de fuego para Angola, Argelia, Botsuana, Burkina-Faso, Cabo Verde, Costa de Marfil, Egipto, Ghana, Guinea, Kenia, Madagascar, Malawi, Marruecos, Mauritania, Namibia, Níger, Nigeria, República Democrática del Congo, Senegal, Somalia, Sudáfrica, Tanzania, Túnez, Uganda, Zambia y Zimbabue (que posee el Índice de Desarrollo Humano más bajo del mundo).
La política de expansión en África es vista con preocupación por los analistas internacionales, que recuerdan que no existe ningún organismo internacional que regule las exportaciones globales, sino pequeños pasos, atravesando de puntillas los pasillos de las Naciones Unidas, establecidos en tratados o acuerdos que no conllevan mecanismos de fiscalización y control. Nicolás Marsh, de la NISAT, declaró en 2012 que “existen muchas más reglas para la exportación de maíz, automóviles o cualquier otro producto que para las armas… que siempre fueron excluidas de los tratados globales”.
Ante esta situación, el Ministerio de Defensa de Brasil declaró sonrojado a la Agencia Pública que ellos “incentivan el fortalecimiento de la Industria Nacional de Defensa y no buscan ampliar la producción nacional de armas”, y no aclaró la influencia que pudo ejercer la donación de casi un millón de dólares por parte de las principales empresas del sector a las campañas de parlamentarios en las elecciones generales de 2010.
Paralelamente, la industria armamentística ha constituido un discurso original para justificar la exportación a África. Más allá de preocuparse en si las armas colaboran o no en las masacres humanas, la industria se ha apropiadode un “discurso ecocéntrico”, en el que la naturaleza emerge en un primer plano y las acciones y los pensamientos del individuo deben centrarse en el medio ambiente.
Así, la posesión de un arma será una consecuencia ante esta unión entre el hombre y la naturaleza que lo rodea, surgirá como una herramienta cuya finalidad es la pura supervivencia ancestral de las poblaciones rurales e indígenas ante los peligros animales, y no humanos, que los acechan. Surge también un discurso ambientalista en el que empiezan a escucharse términos como “armas verdes” o “armas amistosas con el medio ambiente”, hijos de un nuevo nicho de mercado y que están concienciados con el cambio climático y la cuestión ambiental.
Iconos rediseñados bajo estos nuevos patrones ideológicos son acompañados en la empresa gaúcha E.R. Amantino con la frase: “No fabricamos armas para matar hombres, sino para estar en contacto con la naturaleza y respetar sus ciclos y su preservación”. Observando con interés el espectáculo de la miseria, sólo queda preguntar a los filósofos sobre cuáles serán los siguientes pasos de esta industria “Made in Brazil”, capaz de generar las más creativas aberraciones ideológicas.