El São Paulo de Noelia
07/03/14 13:47POR CECILIA ARBOLAVE
En un intento por explorar nuevas historias de vida en São Paulo, Cecilia se propuso charlar con extranjeros para conocer otras experiencias y formas de vivir la ciudad. Empieza así una serie de perfiles de latinoamericanos que, como ella, eligieron Brasil como su nuevo hogar.
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Conocer el edificio paulistano y de arquitectura modernista São Vito en medio de una infinidad de personas caminando o hasta corriendo de un lado para el otro, cargando bolsas de plástico y empujando carritos de compras, o entrando y saliendo de locales, fue decisivo para la cordobesa Noelia Monteiro.
Al pararse frente a aquel monstruo desocupado, al lado del Mercado Municipal y de la famosa calle 25 de Março, la argentina, que en aquel momento tenía 22 años y era estudiante de arquitectura, se preguntó cómo un edificio residencial de 27 pisos y 624 departamentos, inmerso en un área tan dinámica y con tanta infraestructura, podía estar desocupado. Fue en ese momento que encontró el tema de su tesis de graduación.
Era 2007 y Noelia estaba realizando un intercambio en la Universidad Estadual de Campinas, la Unicamp, a 80 kilómetros de São Paulo. Dos años más tarde, con el título en manos, volvió a Brasil a presentar su trabajo de graduación sobre cómo la combinación de actores públicos y privados podían hacer viables viviendas sociales en el centro de la ciudad.
Fue en ese viaje que descubrió un posgrado en la Escola da Cidade relacionado con lo que venía estudiando, que la motivó a mudarse a esta ciudad en 2011.
Curiosamente, en esa nueva vuelta, pudo presenciar el final de la demolición de aquel edificio que tanto la había inspirado. Además de estudiar, empezó a trabajar en un estudio de arquitectura e integró el equipo que ganó un concurso para revitalizar áreas ocupadas y contaminadas, que pertenecen a cuencas hidrográficas.
Esa fue una de las sorpresas que Noelia se llevó al llegar a São Paulo: “El trabajo con vivienda social que se hace acá no tiene punto de comparación con el de la Argentina”.
Pero aún antes de saber de esta característica, la capital paulista ya la seducía. Desde la época de la facultad, conocía sus emblemas y autores arquitectónicos, como los modernistas Paulo Mendes da Rocha y João Batista Vilanova.
“Es curioso que la arquitectura sea increíble pero el urbanismo, tan caótico”, cuenta. Sin embargo, ese desorden urbano, que puede desconcertar a muchos, a ella la inspira, pues ve lo mucho que se puede hacer en su profesión.
Microuniverso particular
Sonriente y tranquila, Noelia, hoy con 29 años, encontró una forma de encarar la ciudad sin drama: “Uno se va creando sus mini mundos, con lugares que frecuenta, el barrio donde vive, las personas que conoce… De a poco, ese pequeño universo humaniza la ciudad y no es más un monstruo”. Y el mini mundo que la cordobesa construyó está en el centro de la ciudad, donde puede hacer casi todo a pie.
Vivió un tiempo en el Copan, el emblemático edificio proyectado por el arquitecto Oscar Niemeyer (1907-2012), que encanta con sus curvas y su vista panorámica. Después pasó a Vila Buarque, barrio que cuenta con una de las calles más arquitectónicas de San Pablo, conocida por concentrar muchísimos estudios, el Instituto Brasileiro de Arquitectura y la Escola da Cidade, donde Noelia estudió y sigue estudiando (ahora un posgrado sobre Geografía, Ciudad y Arquitectura).
Además de trabajar a pocas cuadras de allí, los lugares que le gusta frecuentar en su tiempo libre también están a una distancia “caminable”. Uno de ellos es el Sesc Consolaçāo, una institución que ofrece una variedad inmensa de actividades de recreación y cultura.
“También estoy cerca de la calle Augusta, que me fascina por ser un lugar en donde pueden convivir desde las tribus urbanas del centro a las concesionarias de Jardins, de un bar a un emprendimiento inmobiliario con showroom abierto a las 2 am”, cuenta, divertida.
Una multinacional chiquitita
Parte del día, Noelia lo pasa en casa, trabajando en los proyectos de un estudio que creó con dos amigos, Germán Nieva y Dante Rimodino. Después de terminar la facultad, hicieron una promesa: cuando alcanzasen los 30 años, crearían juntos un estudio de arquitectura.
Los argentinos habían ganado en 2006 un concurso de estudiantes con un proyecto de un centro cultural en un barrio popular de la ciudad de Córdoba y que hoy está en vías de construcción. Durante el proceso creativo, descubrieron muchas afinidades y se quedaron con las ganas de querer revivir ese trabajo en equipo.
Pero cuando se empezó a aproximar el cambio de década, Noelia estaba en São Paulo, Germán en Londres y Dante en Córdoba. Sin muchas perspectivas de mudanzas, en 2011, surgió la posibilidad de trabajar a distancia. La ONG carioca Casa do Caminho, una comunidad rural y de abrigo para niños y adolescentes, llamó a Noelia para modernizar su edificio.
Como había sido voluntaria por algunos meses el año anterior, ella conocía el espacio y sus dificultades. Pero no podía enfrentar el proyecto sola: fue hora de llamar a sus dos mosqueteros.
Juntos, pero separados, los tres trabajaron en el proyecto y nuevamente tuvieron la certeza de que tenían buena química. Decidieron entonces cumplir aquel viejo pacto y crearon el estudio: una multinacional, pues, después de todo, tiene tres sedes. Fiel a la tradición arquitectónica de nombrar las empresas con los nombres de sus dueños, lo bautizaron RMN. Pero no querían limitarse a las iniciales de sus apellidos, y buscaron un sentido más creativo.
Después de muchas idas y vueltas, llegaron a Random Meetings Nowhere, que resume el modus operandi del trío. “No sabemos si esa una transición al momento en que vivamos en la misma ciudad, pero nos gusta trabajar así porque nos abre más posibilidades”, cuenta la cordobesa.
Noelia habla de su vida en São Paulo y se la nota feliz. Extraña un poco algunas tradiciones de su país, como la de servir maní junto con la cerveza. Y también le gustaría volver a sentir el paso de las estaciones y ver los árboles anaranjados en el otoño así como las flores más vivas en primavera. Pero nada que opaque las conquistas de su experiencia aquí.
“Me pasaron más cosas en los últimos tres años que en los diez anteriores”, resume, contenta.