La envidiable levedad de Neymar
25/11/13 13:36POR GERMÁN ARANDA
Hace aproximadamente un año, entrevisté a Neymar en Santos para el diario El Mundo y se negaba por activa y por pasiva a reconocer que tenía apalabrado su fichaje con el Barcelona. “Adoro a [Lionel] Messi, pero por ahora sólo jugaré con él si viene al Santos”, me decía en tono jocoso. Cuando le comentaba que lo tendrían difícil para comprar al argentino, me respondía: “No hay problema, vendemos la mitad de la ciudad para traerlo”. Su alegría era contagiosa y nada altiva, tampoco cuando bromeaba con las adolescentes que le acechaban a la salida. “¡Estoy soltero!”, les contestaba cuando preguntaban por su situación sentimental.
Ahora, las redes sociales dan cuenta cada día de lo enamorado que está de su novia, la actriz Bruna Marquezine, y de lo mucho que la echa de menos en Europa, donde no ha tardado nada en convertirse en uno de los líderes del Barça sobre el campo, ha contagiado su alegría tanto en el césped como en el vestuario.
Más que sus bromas o lo que me dijo, lo que me sorprendió de él en aquella entrevista fueron sus nervios y su sincera humildad. Por primera vez en mi vida, sentí que un futbolista me miraba a los ojos situándose por debajo y no por encima de mí, tal vez porque estoy en esa etapa difícil en la que cada vez cuesta más que los futbolistas sean más jóvenes que yo o de mi misma edad y al brasileño le saco ocho años.
Cruzaba los pies, los movía, se frotaba las manos, miraba hacia el suelo, ¿Estaba Neymar más nervioso en aquella entrevista que el propio entrevistador? Eso parecía, al menos. Y todo, tanto su fácil sonrisa como su poca altivez, su derroche de color y aventuras en Instagram, y también su forma de jugar, como flotando entre el resto de los jugadores, me inspira una palabra para definirlo: levedad.
Algún brasileño me dijo en una ocasión que “la levedad de espíritu” es la característica principal de este pueblo y al menos en Neymar parece cumplirse. Es esa levedad que persiguió el escritor y poeta portugués Fernando Pessoa (1888-1935) en muchas de sus poesías, especialmente de su heterónimo Alberto Caeiro, y que nunca consiguió alcanzar, atormentado siempre por la consciencia, entristecido por el peso ontológico, mentiroso cuando afirmaba: “Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…”.
De decirlo, Neymar sería mucho más sincero, pues parece que nació jugando y ahí sigue, ajeno a la presión o a la consciencia de la fama, ligero y tan sólo consciente de que tiene una edad y unas condiciones idóneas para divertirse muchísimo, que es lo que parece estar haciendo todo el tiempo, cuando hace un sombrero con el muslo (como ante el Betis) o cuando cuelga una foto en Instagram con su novia de fondo secándose el pelo y cachondeándose de que tarda una hora y media en terminar.
Esa levedad a veces se va perdiendo con los años, las cenas copiosas, los refrescos, las resacas, las lesiones o las frustraciones, los recuerdos de un pasado mejor, la ansiedad, la pérdida de estímulos, los abismos inciertos y sin nombre.
Esa levedad es la que puede estar perdiendo un Messi más sombrío, serio y aparentemente desmotivado, que ya no parece ser ese niño que lo único que quería en esta vida es salir corriendo detrás de la pelota, como lleva haciendo ya unos años, aunque con todo y con eso sigue siendo al menos uno de los dos jugadores más desequilibrantes del planeta, porque hay que ver cómo está Cristiano Ronaldo.
Y tal vez porque perdió esa levedad sus músculos también pesan más y el que fuera un torbellino imparable se ha lesionado hasta enero del año que viene. Y va a ser ahora, sin Messi, cuando Neymar, esa fiesta de la sonrisa y el color, tendrá que teñir y liderar al resto del Barça. Así ha sido en el primer encuentro sin el argentino, el sábado ante el Granada. Neymar participaba de casi todas las acciones de ataque y no era difícil verlo en campo propio luchando por recuperar balones. Sin el argentino, le queda mucha más porción de campo para fluctuar libremente.
En un equipo en el que ninguno de sus pesos pesados se encuentra en su momento más brillante, el Barça va a entregarse sin Messi, a priori, mucho más a la electricidad de Neymar que a la paciencia y el control de los Piqué, Iniesta, Xavi o Busquets, también pilares de la selección española.
Tal vez quiera el Barcelona ser un equipo más brasileño, ligero y directo, menos degustado y consciente de sí mismo, y tal vez ese cambio de paradigma represente una amenaza para la hegemonía de España de cara al Mundial, como ya avisó también Brasil en la pasada Copa de las Confederaciones.
Ausente Messi (y también el arquero Valdés), Neymar asume el mando ofensivo del Barcelona con la sonrisa y la ligereza que tenía cuando llegó a las categorías inferiores del Santos o cuando correteaba por el barrio de Mogi das Cruces, lugares ambos donde entrenadores y allegados veían desde muy pronto que podía convertirse en una gran estrella, si bien ya entonces alertaban también de que su delgadez podría dificultarle su llegada a una elite cada vez más llena de defensas fornidos y contacto físico.
“No es un atleta”, me decía un aficionado crítico sobre Neymar hace unos días. Ni falta que le hace, respondo yo, pues es precisamente esa ligereza la que le hace un jugador especial, a lo mejor la principal responsable de que nunca se perdiera un encuentro con el Santos por lesión muscular en sus primeras cinco temporadas como profesional, en las que disputó 314 partidos, una media de 62,8 partidos por campaña, según informa el diario deportivo catalán Sport.
Desde Brasil los números de Neymar con el Barça, 4 goles en 15 partidos, pueden hacer pensar que el delantero no está brillando como se podía esperar después de que en el Santos marcara 174 tantos en 281 partidos. Pero a pocos les importa que Messi o Alexis lo doblen en goles, pues es el delantero más completo que ha pasado por el Barça en mucho tiempo.
El joven tiene encandilado a público y a la crítica. Lleva siete pases de gol entre Liga y Champions y no para de forzar faltas cerca del área ante las dificultades de los defensores para frenar su liviana agilidad, así como aporta muchos otros intangibles. No le ha costado ser generoso, tocarla de primeras hacia sus compañeros o asumir sus obligaciones en la presión cuando el equipo no tiene la bola.
No acusa el hecho de ser menos protagonista que en el Santos. Se lo pasa mejor que nunca siendo un pasador en el equipo que -todavía- tiene al pase por bandera. No le cuesta porque es leve y tiene flow. Con su edad y su actitud, pequeño, liviano, juguetón y alegre, es capaz de hacer que el Barcelona acabe girando a su alrededor.
Y ahora, durante la lesión de Messi, el equipo puede empezar a llevar su sello más que nunca y ser el más brasileño y “sambado” Barça (perdonad el tópico) desde que Ronaldinho empezó su decadencia en el Camp Nou. Por aquella época, yo empezaba a intentar ser periodista siguiendo muy de cerca la última y funesta temporada de aquel equipo que llegó a ser tan glorioso con Rijkaard a los mandos, dejándole una gran orquesta a un Guardiola quela sublimaría.
Ahora, curiosamente, sigo los avances del nuevo “craque” en un Barça que se redefine bajo la enorme sombra de su ex entrenador desde un punto de vista opuesto, rodeado de camisetas del Barcelona en la favela de Rio y mezclando esa ‘saudade’ por mi ciudad con las ganas de pasear tan leve por Brasil como Neymar flota y sonríe sobre el terreno de juego, de tener sentidos en vez de filosofía.
O Neymar ainda vai muito longe no futebol internacional pois tem muito talento e capacidade de adaptação.
Bom de ler – “la envidiable levedad” de um texto bem escrito.
que bela matéria, muito bem escrita. Parabéns.
que bela matéria. Parabéns