El tribunal criminal en la favela, un pasado cercano
08/11/13 15:01POR GABRIEL BAYARRI
Gabriel Bayarri (g.bayarritoscano@gmail.com) es español, estudiante e investigador de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y nos acompañará con una serie de textos cada 15 días en los que abordará parte de su investigación sobre las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro, desde el período anterior al crimen organizado hasta las nuevas formas de pacificación y justicia dentro de las comunidades.
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Durante la década de 1970 y 1980, Brasil entró en la ruta de exportación de cocaína hacia Europa y Estados Unidos y Río de Janeiro se transformó en un puerto de salida de la droga. Surgieron las “bocas de fumo” (lugares en donde se hace la venta de drogas) y se intensifica la criminalidad en la favela. Estos puntos de venta acaban enfrentando a grupos paramilitares. Comienza así el crimen- negocio.
La guerra carioca es particular, pues muchos de sus ciudadanosla desconocen. Desciende por la ladera un traficante de la “vieja guardia”, del antiguo orden establecido, camina con un hombro más alto que el otro, símbolo de su posición en la favela de Santa Marta, en la zona sur de la ciudad.
Llega a la plaza de arena, utilizada como plaza del tribunal, donde gran parte de la comunidad le espera. El tribunal de justicia de la favela es dirigido por el jefe de la comunidad. El caso que tiene que juzgar es claro: robo de cocaína para consumo propio durante su empaquetamiento. Robar es incumplir uno de los 10 mandamientos sagrados del código penal del tribunal del tráfico. Temblando, el joven acusado levanta la mano izquierda, aparta la mirada, y aguarda el impacto del tiro en su palma.
Antes de la llegada de las primeras Unidades de Policía Pacificadora (UPP) era costumbre de los traficantes promover asambleas para discutir los asuntos del morro. Incumplir el código penal del tribunal del tráfico era castigado con agresiones físicas y morales. La lógica del “dar el ejemplo” consistía en todo un discurso público para imponer reglas informales en la favela. Lapedagogía del tribunal criminal se basaba en la punición ejemplar. “Todo morro tiene sus reglas”, afirma Felipe, un vendedor ambulante de dulces en Santa Marta.A pesar de esta pedagogía, el tribunal del tráfico establecía un sistema jerárquico de sanciones. Rasparle la cabeza a las mujeres era una sanción leve, una marca visible y temporal, pues el pelo crece nuevamente; era una sanción utilizada en casos de infidelidad. Por robar en la comunidad, la pena a veces era equivalente a una marca permanente, como un tiro en la mano, o ser expulsado de la favela. Conductas sensibles de ser punidas eran también la traición, las peleas, los chismes, las deudas con la “boca de fumo” y el contacto con la policía.
Ser un “X-9”es ser un informante a la policía o de ala prensa. Eso era castigado con tortura y hasta con la muerte. El delator, “X-9”, “bate-bola”, “cobra-ciega”, no siempre era un informante que actuaba por voluntad propia. La Policía Militar (PM) lo disfrazaba cómicamente, con enorme nariz, orejas y peluca que lo volvían irreconocible y le obligaban a pasear por la favela señalando a los miembros del tráfico con el dedo. Esta es la mayor violación a los códigos de conducta locales, y a menudo el enmascarado es descubierto por los vecinos.
De esta manera, no se puede decir que el tráfico no llevase ley y orden. Las facciones criminosas establecían unas estrictas reglas sociales y una rápida administración de los conflictos locales. Ningún vecino hacía denuncias a la policía. El traficante resolvía rápido cualquier inconveniente, los contratos eran orales, a pesar de la subjetividad existente en la resolución de esas disputas. La dirección del tráfico precisaba entender de contabilidad, gestionar los pagos y sobornos, ejecutar el mantenimiento del armamento y la planificación estratégica, además de ser jueces y asesores.
La “cidade maravilhosa” era una ciudad partida. Así, en 2008, la Secretaría de Seguridad del Estado de Río de Janeiro inauguró un ambicioso plan: devolver los territorios dominados por el narcotráfico al control del Estado, estableciendo a la justicia como una de las bases. Recuperar territorios empobrecidos dominados por décadas por traficantes y milicias armadas. Devolver la paz a la población local. Realizar, en suma, la pacificación de las favelas.
En el próximo texto, más sobre la implementación de las primeras UPPs, el establecimiento de una “nueva justicia” y el paso de los tribunales criminales a los puestos de mediación dirigidos por la policía.
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