El machismo de las mujeres
23/10/13 11:03POR NATALIA FABENI
Hace dos semanas, BBC Brasil publicó una entrevista con Mary Del Priore, una historiadora, profesora universitaria y autora de varios libros en los que repasa los avances femeninos desde el siglo XVII.
En esa nota, que tuvo numerosas réplicas en diferentes medios y decenas de comentarios, Del Priore señaló, entre otras cosas, que las mujeres brasileñas del último siglo conquistaron el derecho al voto y la independencia profesional, pero que, todavía hoy, son “víctimas de su propio machismo”. Muchas mujeres “no consiguen verse fuera de la órbita del hombre”, opinó la historiadora, que dijo también que las mujeres son “dependientes de la aprobación y del deseo masculino” y que son ellas mismas “las transmisoras de los peores prejuicios”.
Reflexionando acerca de este último punto, no puedo más que coincidir con Del Priore, aunque me duela. El prejuicio vive en muchas de nosotras y no se trata sólo de no dejar a los hombres realizar las tareas del hogar, como lavar los platos, sino que aparece en su máxima expresión cuando caemos con todo el peso de nuestro machismo sobre mujeres que no siguen parámetros tradicionales con los que fueron educadas nuestras abuelas.
Escuché infinidad de veces, no solo acá en Brasil, sino también en mi país, la Argentina, mujeres que opinan que un ascenso laboral llegó de la mano de la pollera demasiado corta que usa una compañera, reduciendo a una mínima expresión sus capacidades y aptitudes. Nos volvemos nuestras peores enemigas cuando juzgamos a aquellas mujeres que pasados los 35 no tienen una pareja estable o a las que decidieron directamente no tener hijos.
Sin embargo, creo que lo peor -y lo más triste- llega cuando son las mismas mujeres las que se exponen voluntariamente en televisión con diminutas ropas (a veces con casi nada), exhibiéndose como un adorno, haciendo un papel bochornoso, sometidas por un hombre. Ahí aparece el prejuicio machista en todo su esplendor, encarnado y transmitido por nosotras mismas.
Tengo 31 años y crecí viendo esas imágenes en la televisión argentina, que son las mismas que veo ahora en Brasil, y con las que me encontré también hace algunos meses en un documental italiano llamado “El cuerpo de las mujeres”: dura solamente 25 minutos y no tiene desperdicio.
Lejos está mi intención de convertir este post en feminista y considero que mi percepción no refleja exclusivamente la de un grupo reducido. Falta mucho por hacer al respecto, pero ya hay datos que indican que parte de la sociedad brasileña condena esa imagen de la mujer como objeto.
A principios de mes, una encuesta realizada por Data Popular y el Instituto Patricia Galvão acerca de la representación de las mujeres en las publicidades de la televisión arrojó un resultado contundente: el 58% considera que la mujer es mostrada como un objeto sexual, reducida a su cola y a sus pechos y un 70% de los consultados (más de 1500 hombres y mujeres) defiende que se aplique algún tipo de sanción para quienes muestren a la mujer de forma ofensiva.
Además, el 65% dijo que el patrón de belleza de las publicidades es muy distante de la realidad y el 60% considera que las mujeres se frustran por no poder lograr tener la belleza y los cuerpos de la publicidad.
Sin duda, desde los años 60, la mujer avanzó en diversos niveles de la sociedad y ganó libertad. Pero aún continúa presa de la imagen que ve en la televisión y de aquella que le devuelve el espejo, sigue condicionada y sometida por esa mirada masculina. Deberíamos tomar como sabio consejo las palabras de Del Priore acerca de que el gran desafío de la mujer actual no es convertirse en un “hombre con pollera” ni seguir pendiente de los modelos que aparecen en las revistas o televisión, sino “estar bien consigo misma” y ver la vejez como una “inversión positiva”.
La cultura, y el machismo es una construcción cultural, no se puede borrar por voluntad, por decreto, por acto político reivindatorio o por convicción ideológico demagógica.