La devaluación y el futuro de Dilma
06/09/13 09:00POR NATALIA FABENI
Una amiga argentina que trabaja en una multinacional en São Paulo y cobra en dólares me contó la semana pasada que desde hace unos meses consigue ahorrar una pequeña parte de su sueldo, algo que antes no podía hacer.
Ayer, en un supermercado del barrio de Barra Funda, mientras esperaba pagar mi compra semanal, mi compañera de fila, Dona Tereza, se quejaba de los precios y me dijo que entre lo que paga de alquiler y lo que cuesta la comida el dinero ya no le alcanza.
Ni mi amiga, ni Dona Tereza siguen de cerca las noticias económicas. Mucho menos compran revistas de actualidad política, como Época o Veja, que la semana pasada llevaron en sus portadas reportajes sobre la caída del real frente al dólar. Sin embargo, las dos sienten en sus bolsillos (una para bien y la otra para mal, claro) que el real se devaluó y está dejando de ser una de las monedas más codiciadas, como lo era hasta hace unos años.
El mes pasado, la moneda brasileña llegó a cotizarse hasta 2,45 unidades por dólar y se colocó en sus niveles más bajos frente al “billete verde” en cuatro años. Desde comienzos de 2013, el real se depreció cerca del 20% en relación a la moneda norteamericana y la gran preocupación del gobierno de Dilma Rousseff es el impacto sobre la tasa de inflación, que se llegó en julio a un 6,27%, ligeramente por debajo de la meta fijada, que es del 6,5% al año.
El Ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, ya había admitido hace unas semanas una “minicrisis” y dijo que “el aumento del dólar podrá tener impacto sobre los precios, en caso de que la depreciación del real se intensifique”.
A partir de ahí, el gobierno de Dilma sacó toda su artillería para hacerle frente a esa subida del dólar y calmar los ánimos, cuando falta poco más de un año para unas elecciones en las que Rousseff busca la reelección.
El miércoles pasado, la propia presidenta rompió el silencio y sostuvo que Brasil tiene las armas para enfrentar la disparada del dólar, entre ellas, 372.000 millones de “billetes verdes” en reservas internacionales que sirven como colchón contra la volatilidad de la moneda norteamericana.
Su gobierno también anunció el lanzamiento de un programa para intervenir en los mercados de divisas mediante la inyección de hasta 60.000 millones de dólares en lo que resta de 2013 para frenar la volatilidad de los tipos de cambio.
En este nuevo contexto internacional, en donde las economías que estaban en crisis comenzaron a dar signos de recuperación, y a partir de la subida de la tasa de interés en los Estados Unidos, los capitales empezaron a migrar de los países emergentes, como Brasil, lo que provocó el debilitamiento del real.
Eduardo Andrade, doctor en Economía y profesor del Instituto de Enseñanza e Investigación (Insper), me explicó, además, para una nota que publiqué esta semana en el diario La Nación que el real no solo “acompaña el movimiento ocurrido en otras economías como India, Indonesia y Sudáfrica” sino que también “Brasil dejó de ser el niño mimado del mercado, como reflejo de las políticas equivocadas del gobierno deRousseff, que abandonó el trípode económico que venía desde la época deFernando Henrique Cardoso (y que continuó Lula da Silva), basado en un régimen de metas de inflación, tasa de cambio flexible y equilibrio fiscal. El ambiente macroeconómico se deterioró y la confianza de los empresarios está en baja. En este escenario, no es sorprendente que el real sufra más fuertemente”.
El gobierno de Rousseff está especialmente preocupado porque la devaluación del real podría elevar la tasa de inflación, y con eso cada ciudadano perdería poder de compra. Pero no sólo se verán afectados los viajes, las compras en el exterior y las personas y empresas con deudas en dólares.
El economista y profesor de la Universidad de Sao Paulo (USP) Manuel Enriquez García lo ilustró de la siguiente manera: “Aquellos acostumbrados a comer carne argentina o ir a una pizzería pronto sentirán el impacto de la devaluación, porque las materias primas, que deben ser adquiridas en los mercados externos en dólares, van a costar cada vez más reales”.
De acuerdo con los analistas, y con el sentimiento del día a día en la calle, la verdadera alarma para Dilma es que frente a la pérdida de poder de compra, los brasileños tengan que ponerle un freno al consumo, lo que podría llegar a costarle su reelección el año que viene. Es así que todos, principalmente la presidenta, van a estar pendientes de cómo evolucionarán las medidas tomadas hasta ahora para contener la disparada del dólar.
El miércoles, tras sufrir un rebote, la moneda brasileña se apreció 0,16% y cerró en 2,356 reales por unidad. Ahora, más que nunca, toman sentido para Rousseff las palabras pronunciadas por un asesor de Bill Clinton durante la campaña presidencial de 1992, cuando le ganó la elección a George H. W. Bush (padre): “Es la economía, estúpido”. Tal como me comentó Andrade, “los electores votan en función de sus perspectivas económicas”.