Ganadores y perdedores contra la inflación
26/08/13 11:30POR NATALIA FABENI
“La inflación es la peor cosa”. Leí la frase del ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, hace unas semanas en la revista Veja y fue inevitable pensar en un episodio bochornoso que tuvo como protagonista al ministro de Economía argentino, Hernán Lorenzino, en abril pasado.
La televisión griega había viajado hasta Buenos Aires para realizar un informe acerca de cómo golpea la crisis económica mundial y las estrategias que adaptaron algunas naciones para salir adelante, y pidió una entrevista con Lorenzino para hablar de la experiencia de Argentina post crisis 2001.
Todo venía saliendo de maravillas hasta que la mujer se atrevió a preguntarle al ministro acerca de la inflación. La pregunta no tenía mala intención, sino un fundamento certero: la periodista había caminado las calles de Buenos Aires preguntando por las mayores preocupaciones de los argentinos y la inflación estaba en el podio de las quejas. El ministro no vio venir la pregunta. Al comienzo titubeó, balbuceó algunos números y abruptamente pidió terminar la entrevista, pero antes, mirando a su asesora, pronunció las palabras que provocaron furor en Twitter más allá de Argentina: “Me quiero ir”. Sin dudas, para Lorenzino, como para Mantega, la inflación también “es la peor cosa”.
La inflación pone en un aprieto al ministro de Economía argentino
En mi país hablar de la inflación es tabú, el gobierno la ignora mientras las clases trabajadoras la padecen. Otro país que la sufre desde hace tiempo es Venezuela. El Banco Central anunció en julio que el acumulado de los últimos doce meses llegó al 42,6%. Está completamente fuera de control: no funcionaron los controles de cambio y los controles de precios sólo trajeron desabastecimiento y escasez, colas para comprar leche, azúcar y papel higiénico.
Conocido el último número, el presidente de Datanálisis y analista político, Luis Vicente León, se refirió a través de Twitter a los índices de inflación de su país de la siguiente manera: “Los datos de inflación acumulada son espeluznantes…y es apenas el pico del iceberg”.
Cuando llegué a Brasil, allá por el mes de junio, salí a cubrir las protestas para medios de Argentina y España. Conversando con la gente aparecía el mismo reclamo: la inflación y el alto costo de vida.Recuerdo los datos de inflación de ese mes: el índice acumulado hasta junio había tocado su máximo en casi dos años y se ubicó en el 6,7%.
Con la cifra repitiéndose en los medios de comunicación pensé otra vez en Argentina. Aún seguimos sin saber con certeza de cuánto es la inflación. La oficial, medida por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), intervenido desde 2007 por el gobierno kirchnerista, está en el orden del 10% anual. El economista argentino Luis Palma Cané me dijo que la “verdadera inflación no es menor al 30% y va en ascenso”. “Si se continúa con las actuales políticas de control y emisión desbordada, la inflación tendrá una tendencia creciente. Cuanto mayor sea la emisión y la subida de salarios, mayores serán los niveles inflacionarios”, explicó.
En agosto, la inflación en Brasil fue otra vez noticia. Después de haber sido junio el peor mes en casi dos años, julio llegó para romper otro récord: registró la inflación más baja en tres años (0,03%). Pensé otra vez en las palabras de Mantega y en el arduo trabajo de debió haber hecho el equipo económico de Dilma Rousseff para lograr ese número. Pero el economista brasileño Alexandre Schwartsman me ofreció otra teoría.
“Lo que pasó fue esencialmente una combinación feliz de una caída estacional de precios de alimentos (que siempre ocurre entre junio y agosto) y la reducción de las tarifas de los ómnibus urbanos. Muy probablemente la inflación mensual se vuelva a acelerar hasta fin de año, aunque va a quedarse en 6%, encima de la meta (que es de 4,5%, con una tolerancia de dos puntos porcentuales), pero por debajo del máximo permitido. Esto va a lograrse a costa de la reducción de las tarifas de energía, el control de precios de los combustibles y, ahora, el control de las tarifas de transporte. Sin esa interferencia del gobierno, la inflación estaría próxima al 6,5% hacia fin de año”, indicó.
A diferencia de Mantega, Schwartsman no cree que la inflación sea la “peor cosa” para Brasil. Para él, las hay peores, como el “crecimiento mediocre de los últimos años, que será la marca registrada de los próximos”. Además, la frase no le parece nada sincera. “Si fuera así, no permitiría que la inflación quedase por arriba de la meta fijada en 2010, 2011, 2012, 2013 y probablemente, en 2014 también”, remarcó.
Si hacemos un breve recorrido por los países de América Latina, los números de inflación son más parecidos a los de Brasil que a los de Argentina o Venezuela. En México, por ejemplo, la inflación acumulada anual a julio llegó al 3,47%. En Perú, la acumulada en los últimos doce meses fue del 3,24%. Los analistas indican que lo más probable es que en los próximos dos meses se desacelere la tasa anual de inflación y se ubique otra vez dentro de las metas del Banco Central (entre el 1 y el 3%). Por último, en Chile la tasa interanual de inflación se ubicó en el 2,2% y las previsiones dicen que 2013 cerrará con una inflación 2,5 %, por debajo del 2,6% previsto por el Banco Central en su último Informe de Política Monetaria.
“En general, la inflación dejó de ser el flagelo de años atrás. Nuestros países (salvo Argentina y Venezuela) comprendieron que la inflación y los déficits públicos crónicos son los peores enemigos del crecimiento. En consecuencia, aplican políticas monetarias consistentes con el principio anterior”, explicó el economista Palma Cané.
Efectivamente la inflación es de lo peor que puede haber y por eso creo conviene diferenciar a Argentina y Venezuela del resto, como diferenciar a “políticos” como Kirchner y Chavez-Maduro del resto.
Para los patrones argentinos, la inflación existe pero no está ni cerca de lo que supo ser por décadas. Mientras se sigan aumentando los salarios y atajando a los empresarios, la nave va.
Tuvimos 12 años de poquísima inflación. Poquísimo trabajo, poquísimas oportunidades, poquísimo país…